El asesinato de Fernando Lumbreras Márquez (Melilla, enero de 1958) convulsionó ayer por completo la comunidad LGTBI no solo de València y el resto de la Comunitat, sino de los colectivos de toda España, porque Fernando fue «un pionero, un referente para todos los demás». Levante-EMV publicó en junio pasado una de sus últimas entrevistas públicas, con motivo del 40 aniversario de la marcha del orgullo gay en el cap i casal.

Lumbreras fue el único que se atrevió, en aquel convulso 1978, a firmar la solicitud ante el Ministerio de Gobernación de Rodolfo Martín Villa (UCD) para poder celebrar la primera concentración pública de personas homosexuales en las calles de València. El embrión de la marcha que ha seguido llenado de color y reivindicación las calles españoles hasta hoy.

Hijo de una ama de casa y de un oficial de la Legión española, del que recibió, según contaba a sus allegados, un «tremendo bofetón» cuando le anunció su homosexualidad, Fernando firmó aquella solicitud porque «era el único que ya tenía mi revolución hecha en casa», declaró en junio pasado a Levante-EMV.

En esa entrevista, declaró al periodista Sergi Moyano «al principio éramos un reducto muy pequeño, daba un poco de vergüenza, pero en aquel momento ya era un logro».

«Teníamos el miedo en el cuerpo, pero acudimos a aquella primera manifestación con una actitud muy lúdica, de pasarlo bien, de reivindicar, de invitar a toda la ciudadanía a participar con nosotros, cosa que costaba mucho en aquella época porque la gente era bastante reticente y tomaba distancia».

Una familia «muy tradicional»

Fernando pertenecía a una familia de corte «muy tradicional y católica», según sus propias palabras, con una educación estricta y cerrada. Su mejor amiga y aliada, además de su madre Rosita, con la que vivió y a la que cuidó «hasta el último momento» -la mujer falleció hace poco más de tres años-, es su hermana mayor. «Los dos han estado siempre muy unidos», explica la vecina.

Con los otros dos hermanos varones, la relación no era igual. Con uno de ellos se había convertido en distante. Con el otro, en problemática. Tanto, que acabó detenido por la policía tras ser denunciado por Fernando por agredirle y amenazarle de muerte. Un juzgado dictó una orden de alejamiento «que le obligó a abandonar el piso de su madre», al que había vuelto tras otra orden de alejamiento de su exmujer.

El piso, el que ocupó la familia tras regresar desde Melilla cuando Fernando era pequeño, acabó en manos de este por decisión de la madre, una decisión que también generó fricciones con ese hermano.