Un trastorno de «sadismo sexual». Esa es la conclusión a la que han llegado los médicos forenses especializados en psiquiatría tras evaluar el estado mental de David F. L., el preso que el pasado septiembre trató de degollar a una joven desconocida durante un permiso penitenciario en una zona ajardinada del centro de València. Según el informe, el reo, que ya fue condenado a 18 años de prisión por una agresión sexual cometida en 2006, presenta «rasgos psicopáticos» y una clara «desviación sexual» en la que obtiene placer torturando a sus víctimas.

Pese a este trastorno, los forenses consideran que el acusado de los delitos de homicidio y agresión sexual, ambos en grado de tentativa, es consciente de sus actos y por lo tanto imputable penalmente. Así, el detenido por clavarle un cúter en el cuello a una joven de 23 años el pasado 26 de septiembre en la Gran Vía Fernando el Católico tendrá que responder ante la Audiencia Provincial de València por estos hechos una vez que se ha descartado que se trate de un enfermo mental que requiere de tratamiento en un centro psiquiátrico especializado.Durante el juicio celebrado en 2007 por violar e intentar matar a otra mujer en el antiguo cauce del río Túria, David F., de 35 años, ya confesó otra desviación próxima a la antropofagia al asegurar que mordió el cuerpo de su víctima porque «necesitaba comer sangre humana», como ya informó en su momento Levante-EMV. No obstante, en las entrevistas con los forenses no sacó a relucir este supuesto «instinto caníbal» y los interrogatorios se centraron en la parafilia del «sadismo sexual», al presentar numerosas características compatibles con dicho trastorno.

Vídeos 'snuff'

Durante las conversaciones con el forense, este depredador sexual reincidente manifestó haber visto «películas snuff» -grabaciones de agresiones, violaciones, torturas e incluso asesinatos supuestamente reales- y que obtenía placer viendo el sufrimiento de otras personas. Aunque los forenses cuestionan la existencia de tales vídeos, sí que observaron en el preso un cierto grado de excitación al visionar imágenes de violencia extrema, bien fueran reales o ficticias.

De hecho, la noche en la que atacó a su última víctima acababa de visionar en un locutorio de València una película porno donde asesinaban a una chica. Nada más ser detenido por la Policía Nacional confesó a los agentes que quería «hacer lo mismo para ver qué se sentía», como ya adelantó este periódico. Respecto al origen de su comportamiento, el acusado trató de justificarse ante los forenses relatando una serie de humillaciones sufridas durante su infancia.