Joan Carles L. M., el joven que mató a su madre en abril de 2011 en València y que descuartizó su cuerpo para ocultar el crimen durante seis largos años ha confesado los hechos en el juicio celebrado ante un jurado popular. Tras un acuerdo de conformidad entre las partes y la confesión del acusado éste acepta una pena de diez años de cárcel por un delito de homicidio con el agravante de parentesco y tres meses por el delito de profanación de cadáver.

Este espeluznante caso fue destapado en 2017 tras varias entrevistas policiales en prisión con el sospechoso, quien cumple una condena de 23 años de cárcel por el doble intento de asesinato de sus tías, tal y como informó en exclusiva Levante-EMV.

El Ministerio Fiscal solicitaba para el presunto parricida quince años de cárcel por un delito de homicidio doloso con la circunstancia agravante de parentesco y cinco meses más por la profanación de cadáver. Por su parte, la acusación particular pedía una pena de 25 años de prisión y la defensa la libre absolución.

El presunto parricida ha confesado haber troceado el cuerpo de su propia madre con un serrucho, tras colocarla sobre un plástico y taparla con unas sábanas «para no verle el rostro mientras la descuartizaba». Una vez separada en tres partes las introdujo en bolsas de basura que arrojó a distintos contenedores.

Así, hizo creer a todo el mundo que su madre se había marchado a vivir a Zaragoza y realizó varias transferencias de dinero desde la cuenta de su progenitora en beneficio suyo por un importe total de 40.000 euros. Las pesquisas del grupo de Homicidios de la Policía Nacional apuntan a un posible móvil económico.

Dado el tiempo transcurrido hasta que expertos en psicología de la Sección de Análisis de la Conducta (SAC) de la Unidad Central de Inteligencia Criminal de la Policía Judicial lograron la confesión de Joan Carles L., los restos del cuerpo jamás han aparecido y los investigadores descartaron ya cualquier posibilidad de encontrarlos al estar los éstos seguramente compactados en balas de basura a unos veinte metros bajo tierra «sin poder precisar su estado ni situación».

Pese a no contar con el cuerpo del delito, la Fiscalía aprecia suficientes pruebas para acreditar que la desaparición de Mari Carmen Muñoz, de 48 años, fue un homicidio doloso y no una muerte accidental como ha alegó durante la fase de instrucción el acusado. Según su testimonio y así recoge el fiscal en su escrito, durante una discusión con su madre el presunto parricida le «propinó un fuerte empujón a la víctima, haciéndola caer al suelo de espaldas, dándose ésta un brutal golpe en la cabeza contra el suelo».

Joan Carles actuó «con el propósito de terminar con la vida de su madre o, al menos, consciente de la probabilidad de un resultado mortal» de su acción. Además aprovechó su corpulencia y la mujer no tuvo posibilidad alguna de defenderse. Incluso no se descarta que después del golpe la estrangulara, hecho que no podrá ser demostrado al no ser posible la realización de autopsia alguna.

Los médicos forenses del Instituto de Medicina Legal de València que exploraron al acusado declararán el próximo viernes. En su informe, según ha podido saber este periódico, remarcan que el acusado presenta «conductas que encajan con una personalidad psicopática que reacciona de forma violenta ante la frustración de sus expectativas». Ejemplo de ello son otros episodios violentos que ha tenido con sus hermanos y el grave doble intento de asesinato de sus tías.

Condenado a 23 años de prisión

En octubre de 2014, tres años después de matar a su madre, el ahora acusado por descuartizar su cadáver acuchilló a sus dos tías paternas, de 58 y 67 años, tras hacerse pasar por un repartidor. La Audiencia Provincial de València lo condenó a una pena de 23 años de cárcel por dos delitos de asesinato en grado de tentativa con la agravante de disfraz. En el juicio reconoció los hechos y se mostró arrepentido. «Mi familia no volverá a saber de mí», aseguró creyendo tal vez que nadie descubriría su horrendo secreto.