María Jesús M. C., Maje para los amigos, salió de la casa de J., un publicista que se creía su novio formal y que en realidad era el cuarto amante en su haber en el último año y medio largo, a las 10.45 horas del miércoles, 10 de enero de 2018. Bajó al portal confiada, como cada día que pasaba con J. Pero esa mañana iba a ser muy distinta: en la calle la esperaban agentes del grupo de Homicidios de la Policía Nacional, que la tenían en el punto de mira como presunta coautora del asesinato de su marido desde hacía casi cinco meses, prácticamente desde el día siguiente al crimen de Antonio Navarro Cerdán, un ingeniero civil de Novelda muerto de ocho cuchilladas en su garaje, en el número 14 de la calle Calamocha, en el valenciano barrio de Patraix, a las 7.40 horas del 16 de agosto de 2017.

Una hora y cuarto antes, a las 9.30 horas de ese 10 de enero, agentes del mismo grupo habían detenido en la cafetería del Hospital de Manises como presunto autor material del asesinato a otro de los amantes de Maje, Salvador R. L., Salva para los amigos, un compañero de trabajo de la coacusada 20 años mayor que ella, con el que mantenía una relación sentimental desde principios de 2016.

Ambos confesarían entre esa tarde y la mañana siguiente -Maje declaró en la jefatura de Policía a las 17.00 horas de ese miércoles y Salva, a las 13.20 horas del día siguiente- que habían planeado juntos la muerte violenta de Antonio y que Salva había sido el ejecutor. Él incluso especificó cómo, cuándo y dónde había comprado el cuchillo cebollero con el que había acabado con la vida del marido de su amante. Y dio detalles al milímetro de cómo lo había perpetrado.

Los dos admitieron los indicios sobre los que descansa la acusación de coautoría para ella, como cooperadora necesaria: le dio presuntamente las llaves para acceder al garaje, le facilitó los horarios de la víctima y propició, al parecer, que él aparcara su coche en lo que iba a ser la escena del crimen.

Del calabozo policial, en el complejo de Zapadores, pasaron al de la Ciudad de la Justicia en la mañana del viernes, 12 de enero. Aquella tarde, aunque ambos dieron marcha atrás en la implicación de Maje en la planificación y ejecución del asesinato de Antonio, el juez de Instrucción 14 de València no dudó en enviar a ambos a la cárcel tras tomarles declaración y examinar el minucioso atestado policial. El fiscal tampoco tuvo dudas: pidió prisión incondicional para ambos.

Maje y Salva, que se habían conocido en el hospital privado religioso de València en el que ella trabajaba como enfermera y él como auxiliar de enfermería, fueron trasladados a última hora de la tarde de ese viernes, 12 de enero, al centro penitenciario de Picassent, donde permanecen. No ha habido contacto entre ellos, salvo las cartas que ella le dirigió en las primeras semanas a él.

Aún así, Salva se mantuvo firme en exculparla -«por amor», según confesaría al juez- durante los siguientes diez meses. Pero, la ristra de amantes descubiertos por la investigación policial de los que él nada sabía, la nueva relación entablada por Maje en prisión con un recluso panameño y el cambio de módulo -en agosto pasó de la Enfermería al recinto con los presos más peligrosos en uno de los reajustes de internos por la sobrepoblación reclusa- le llevaron a pedir declarar de nuevo, y a solas, ante el juez. De hecho, cuando lo solicitó, en octubre, estaba sumido en un fortísimo estrés emocional, tras soportar constantes mofas e insultos por parte del resto de internos, que lo reconocieron en septiembre al ver su rostro en un reportaje sobre el crimen de Patraix emitido por una televisión privada.

Fue la gota que colmó su vaso. El 9 de noviembre pasado, en el despacho del juez, y ante su abogada, el de Maje, los de Antonio y el fiscal, se corrigió a sí mismo y contó que su amante no solo había participado en la elaboración del plan, sino que había decidido el qué, el cómo y el cuándo. Y que le pidió «que no fallara, que lo quería muerto».

La copia de Whatsapp

No se quedó solo en las palabras. Dado que Maje se ha negado hasta ahora a facilitar la clave de acceso a su cuenta de Telegram, que encierra la mayoría de las conversaciones no solo con el resto de amantes -a uno de ellos, testigo en esta causa, incluso llegó a intentar convencerle presuntamente de que matara a Antonio-, sino también con Salva, este aportó al juez la contraseña de su correo electrónico, en el que guardó una copia de seguridad, año a año, de todas sus chats con ella. La Policía Científica aún está empleada en el rescate de toda esa información encerrada en su disco duro y que, según él, delata a Maje.

Además, reiteró que fue ella quien le entregó la copia de las llaves ya hecha y quien dio la orden de que había llegado el momento alertándole la noche anterior al crimen de que Antonio, por fin, había aparcado su coche en su plaza de garaje.

La defensa de Maje, que no ha vuelto a pedir su excarcelación después de que incluso la Audiencia de València la denegara con un durísimo auto que habla de «indicios claros» contra ella cuando ni siquiera existían los nuevos datos aportados por Salva, espera ahora el resultado de esa diligencia policial, que podría demorarse aún meses.

De hecho, nadie considera que el juicio, que se celebrará con jurado, llegue hasta bien pasado el verano. Mientras, uno y otra permanecen en la cárcel de Picassent, a cuyo régimen de vida, al menos ella, parecen haberse adaptado bien.