Entre sollozos y visiblemente afectada al recordar lo ocurrido, Sandra M. J., la mujer acusada de matar a cuchilladas a su padre en el domicilio de Godella donde convivían, relató ayer ante un jurado popular su versión de lo que pasó aquella noche del 27 de febrero de 2017. La presunta parricida, que se enfrenta a una petición de pena de 15 años de prisión por un delito de homicidio con las circunstancias agravantes de parentesco y abuso de superioridad, tal y como adelantó hace meses Levante-EMV, asegura que su progenitor llegó a casa ebrio, como en muchas otras ocasiones y le pidió que le cambiase la tarjeta SIM de un teléfono móvil a otro. «Intenté cambiar la tarjeta un montón de veces pero no podía, él se puso muy agresivo y me empezó a insultar».

Así, la acusada, de 35 años, sostiene que su padre, José Luis Moltó Arnal, de 66, le propinó un puñetazo y rompió un plato tirándolo al fregadero. De allí precisamente cogió un cuchillo de cortar carne -que fue exhibido en la sala- con el que posteriormente asestó seis cuchilladas a su progenitor, cinco de ellas superficiales. No obstante, respecto al momento concreto en el que acuchilló a su víctima la mujer manifestó que no recuerda nada. Su defensa atribuye esta amnesia parcial al shock que sufrió su cliente, que se encontraba bajo medicación y tenía sus facultades mentales mermadas. Por ello, al considerar que no era consciente de sus actos pide su libre absolución.

Por el contrario, la Fiscalía, a cuyas preguntas no quiso responder la acusada acogiéndose a su derecho a ello, mantiene que la procesada cogió el arma homicida y «guiada por el ánimo de terminar con su vida o, al menos, consciente de la probabilidad de un resultado mortal, le asestó diversas cuchilladas a su padre». «No sé ni por qué cogí el cuchillo», apuntó la acusada.

Un convivencia conflictiva

La relación entre padre e hija era insostenible, con numerosas intervenciones de la Policía Local de Godella por violencia en el ámbito familiar. «No se podía vivir con él, llegaba borracho todos los días», remarcó la presunta homicida sobre la convivencia con su progenitor. A esto se sumaba el hecho de tener una madre ingresada en un centro, quien según el relato realizado por la defensa, le había suministrado barbitúricos y otros medicamentos a su hija desde los quince años.

Fue la propia homicida quien telefoneó, primero a un amigo y luego al 112, pidiendo ayuda porque su padre se estaba desangrando. El audio de dicha llamada fue reproducido durante la vista oral. «Fue un ataque de ira de una chica con una personalidad dañada por el exceso de medicación», argumentó el letrado defensor a los miembros del tribunal popular que deberá dirimir si la acusada tenía la intención de matar a su padre y si era consciente o no de sus actos.