Dos cálices, dos sagrarios, una virgen y una cruz de bronce desaparecidos junto con otros objetos religiosos. Es la consecuencia de dos robos perpetrados con solo dos días de diferencia en sendos templos de la ciudad de València. La Policía Nacional ya investiga la autoría de unos asaltos, que, en principio, encajarían en el perfil de los perpetrados por ladrones que buscan objetos religiosos para venderlos en el mercado negro, aunque no se descarta que se trate de trofeos para algún tipo de práctica sacrílega.

El primero de los robos se produjo en la Parroquia de Nuestra Señora de los Dolores, en el distrito de Algirós, de donde los ladrones se llevaron un sagrario completo -no ha trascendido si conservaba hostias consagradas en su interior o no-, una imagen de la virgen, varios candelabros y una cruz de bronce, además de otros efectos religiosos.

Según las primeras investigaciones de la Policía Nacional, los autores del asalto accedieron al templo, ubicado en el número 91 de la calle Campoamor, en el valenciano barrio de Ciutat Jardí, en la madrugada del pasado 6 de febrero, utilizando palancas con las que forzaron la puerta de acceso principal a la iglesia, una construcción moderna.

El párroco descubrió el sacrilegio al día siguiente por la tarde, al acudir a la iglesia para dar la misa diaria de las 19.00 horas. Fue precisamente el sacerdote quien llamó al teléfono de emergencias 112 para requerir ayuda.

Los agentes de la Policía Nacional que acudieron al templo pusieron en marcha el habitual protocolo para proteger la escena y que sus compañeros de la Policía Científica pudiesen inspeccionar el lugar en busca de huellas o restos biológicos que permitan la identificación de los asaltantes.

Apenas dos días más tarde y en un escenario muy similar -ambas iglesias son de construcción moderna, por lo que son edificios dotados de mejores sistemas de seguridad que los templos antiguos-, se produjo el segundo robo.

De nuevo en el número 91

En esta ocasión, ocurrió en la Parroquia de Nuestra Señora del Milagro-San Maximiliano Kolbe, ubicada en la calle Doctor Vicente Zaragoza, también en el número 91 -los seguidores de la doctrina cabalista le atribuyen contenido oculto a ese número en relación con la palabra amén y la suma de las cifras asociadas a las letras que la componen-.

Los autores del robo accedieron en esa ocasión descolgándose por la fachada y entrando a través de la puerta del garaje. Se trata de un inmueble aislado, ubicado junto a un solar, lo que facilitó a los ladrones entrar en la iglesia sin que los vecinos se diesen cuenta.

Como en el caso de la iglesia de la virgen de los Dolores, fue el párroco quien descubrió lo sucedido al acudir al templo al día siguiente por la mañana para preparar los oficios de la jornada.

Se topó con una iglesia completamente revuelta, de la que faltaban dos cálices, el sagrario y alrededor de 100 euros en monedas que había en varios lampadarios. Además, habían causado daños en varias puertas interiores, supuestamente para acceder a las estancias correspondientes, aunque ya no faltaba nada más en ninguna de ellas.

Eso sí, en la huida se les cayó el sagrario, por lo que el párroco pudo recuperarlo y restaurarlo a su lugar original. Además, olvidaron en el lugar varias de los útiles empleados para reventar las puertas y llevarse los objetos sagrados.

«Escaso valor material»

El responsable de Patrimonio del Arzobispado de València y actual rector de la Basílica, Jaime Sancho, mostró ayer su sorpresa por los robos, ya que, dijo, «son hechos muy aislados; por fortuna la iglesia no suele sufrir robos con demasiada frecuencia».

El sacerdote, conservador de la catedral, explicó que ambos asaltos carecen de sentido, ya que, explicó, «se trata de dos iglesias nuevas que, por tanto, no tienen en su interior obras de arte ni objetos valiosos» en el mercado del coleccionismo. Ni siquiera se trata de piezas de alto valor desde el punto de vista de la venta de metales en el mercado negro.

Además, al ser iglesias de barrio y haber ocurrido los asaltos entre semana, tampoco es lógico que su objetivo principal fuera el dinero de los cepillos o de los lampadarios, ya que este tipo de templos no reciben en absoluto las mismas cantidades de dinero que otros frecuentados por turistas como, por ejemplo, el de Santa Catalina, cuyos cepillos y lampadarios 'limpiaron' los ladrones tres veces en apenas dos meses, entre septiembre y noviembre pasados. Eso sí, en ninguno de los asaltos se llevaron objeto litúrgico alguno, porque su único objetivo era el dinero.