Una deuda de 15 euros y unas supuestas amenazas parecen ser el origen de la discusión durante la que el quiosquero del Cabanyal asestó hasta 8 puñaladas a un toxicómano que perdió la vida en la noche del miércoles, tal como adelantó ayer Levante-EMV en exclusiva. Esa es al menos la principal línea de investigación que sigue el grupo de Homicidios a partir del testimonio del detenido, Mauricio G. P., de 25 años, y de la compañera sentimental del fallecido, Fina, de 39.

La mujer, que vive en una casa abandonada en la calle Eugenia Viñes, explicó ayer a este diario que su novio, Alberto Guiu, de 34 años, y su supuesto homicida, Mauricio, eran incluso amigos, hasta el punto de que, afirma, el ahora detenido se había prestado a declarar a favor de Alberto en una denuncia reciente. Hace tres semanas, Alberto pagó unas consumiciones en el quiosco del ahora detenido con un billete de 50 euros que resultó ser falso. «Yo no lo sabía. A mí me lo dieron y él lo cogió para pagar. En cuanto nos dijo que era falso, se lo hemos ido devolviendo poco a poco. Le di 28 euros y luego otros siete. Sólo me quedaban por pagar 15 euros», explica.

El miércoles, sobre las 21.50 horas, según recuerda otro hombre sin hogar que vivía con la pareja desde hace apenas diez días, Alberto salió de casa para ir al quiosco, que cerraba a las 22.00 horas. Fina dormía y ni siquiera le vio irse.

«Ahora, él le ha dicho a la policía que Alberto le robó una cerveza y que amenazó a Mauricio con matar a su mujer y a su bebé. Las dos cosas son mentira», defiende con vehemencia. «Nunca habría amenazado a un niño, y menos a un bebé. Él es padre. Sí podía amenazar a gente que no conociese, eso me lo creo, pero nunca a un conocido al que apreciaba o a un niño».

Tampoco estaba falto de dinero en este momento. Varios vecinos del barrio antes del fin de semana con «un fajo de billetes, donde había varios de 50». Según el detenido, Alberto habría llegado al cierre de su negocio y le habría amenazado con una navaja, a lo que él habría respondido quitándole el arma. La pelea continuó en la calle. Durante el forcejeo, aseguró, le clavó la navaja. Luego, regresó al quiosco, dejó el arma, se lavó y, acompañado de su mujer, acudió a la comisaría del Marítim, a 40 metros escasos y se entregó. La policía tuvo que ir luego a recuperar el arma.

Aunque alegó defensa propia, la policía intenta reconstruir al detalle lo sucedido, ya que las ocho puñaladas contabilizadas por el forense -tres en el cuello, tres en el costado, una en el pecho y otra más en la espalda- revelan una saña que deja en entredicho su argumento. «Ha ido a por él. está claro», resume Fina.