El 9 de enero de 2017 Khalid Azzakhman, un hombre de 48 años y origen marroquí, padre de dos niñas pequeñas, fue asesinado en una vivienda abandonada de la calle Pianista Amparo Iturbi de València. Su cadáver, ya esqueletizado, no fue encontrado hasta cinco meses después gracias a la confesión que su asesino, hijo de uno de los hermanos Larios -la banda de atracadores más sanguinaria de la Comunitat en los años 80- realizó a Levante-EMV. Ahora tanto el homicida confeso, Javier M. L., como su presunta cómplice, Ana M. V., de 42 años, se enfrentan a una petición de pena de 18 años de prisión por un delito de homicidio con la circunstancia agravante de abuso de superioridad y robo con violencia, y cuatro meses más por la profanación de cadáver.

El juicio por este crimen, destapado por Levante-EMV tras varios encuentros con el sospechoso y diversas averiguaciones para cotejar la información facilitada por el propio asesino, comenzó ayer en la Audiencia Provincial de València. Un jurado popular será el encargado de dirimir si ambos acusados participaron activamente o intelectualmente en la muerte violenta de Khalid por desavenencias en el pago de los móviles robados que el fallecido les compraba. Además, tendrán que decidir si tal y como reconoció en su entrevista el homicida confeso llevaron a su víctima hasta la casa con la clara intención de acabar con su vida o si la cuchillada por la espalda se produjo durante un forcejeo con éste, como también deslizó varias veces en sus declaraciones.

Hijo de un 'Larios'

El acusado, hijo de Andrés Martínez Larios, quien junto a su hermano sembró el terror en los años 80 con una oleada de violentos robos y al menos seis asesinatos, entre ellos tres guardias civiles tiroteados en un control de carretera en Massarrojos en enero de 1984, volvió ayer a cambiar parcialmente su versión. Así, asumió la autoría material de la cuchillada que acabó con la vida de su víctima pero incriminó a su por entonces pareja asegurando que ambos decidieron matar a Khalid.

Asimismo, en un intento por exculparla a ella, aseguró que Ana subió al piso de arriba a por una maleta, pero acto seguido a preguntas de la acusación particular, que solicita una pena de 29 años -24 de ellos por asesinato-, afirma que la idea de darle «un escarmiento» fue de ella. Sobre la influencia que ejercía su pareja en él en aquellos momentos incluso manifestó a la defensa de la acusada: «Si en ese momento me hubiera pedido su cabeza, se la habría cortado».

Por su parte, la coacusada negó haber participado en la muerte y alegó que únicamente colaboró en ayudar a quitarle la ropa, bajar un edredón para taparlo, y arrastrar su cadáver hasta el corral. Así, insistió en que ella estaba arriba cuando oyó un grito y al bajar se lo encontró ya muerto en el suelo. Para aclarar lo del «escarmiento», apuntó que en ningún momento habló de matarlo sino de darle el cambiazo por móviles estropeados. De igual modo admitió que ella ya conocía a la víctima antes que Javier, de ahí que este se confiara cuando le pidió que fuera a la casa de la calle Pianista Amparo Iturbi de València donde vivían de 'okupas'.

Respecto al robo con violencia que también se les imputa, por apoderarse de 1.400 euros que portaba el fallecido, ambos admitieron que sabían que la víctima solía llevar bastante dinero encima.

El juicio prosigue hoy con la declaración de los testigos, entre ellos los agentes del grupo de Homicidios de la Policía Nacional que llevaron a cabo la investigación y el periodista de Levante-EMV que consiguió la confesión del homicida. La grabación con la entrevista íntegra donde el autor confiesa su crimen está aportada como prueba en la causa y también será reproducida ante el jurado.