La confesión del homicida a Levante-EMV y una conversación telefónica con su madre, donde le comunica que se va a entregar al día siguiente y que no se asuste «cuando lo vea en la prensa porque ha cometido un asesinato» fueron determinantes en la detención de Javier M. L., acusado de matar de una cuchillada por la espalda a Khalid A., el perista que les compraba los teléfonos que robaba junto a su pareja, también procesada como coautora del crimen. Así lo aseguraron los policías del grupo de Homicidios de la Policía Nacional que declararon ayer en la segunda sesión del juicio celebrado ante un jurado popular.

Los investigadores explicaron que tenían otra línea de investigación y que no querían adelantar su detención porque en casos de desaparecidos lo más importante es encontrar el cuerpo y recabar todas las pruebas necesarias. Asimismo, después de que el periodista les informara de la confesión del sospechoso en el mes de febrero -tras no acudir el homicida a la cita acordada para entregarse- les tomaron declaración en calidad de testigos a ambos y éstos negaron la mayor, asegurando Javier que se lo había inventado todo con el único propósito de obtener algo de dinero -que este periódico en ningún momento pagó-.

Las pesquisas prosiguieron pero en una primera inspección ocular en la casa abandonada de la calle Pianista Amparo Iturbi de València, donde había estado pernoctando la pareja en las fechas en las que se produjo la desaparición de Khalid, enero de 2017, la policía no encontró el cadáver dado el estado de derrumbe y la acumulación de basuras de la vivienda.

El posicionamiento de los teléfonos móviles de la víctima confirmó la versión dada por el periodista y en el mes de junio, días después de la grabación de la entrevista con su confesión, que ayer fue reproducida como prueba durante el juicio, Javier M. L. fue arrestado por la policía. El cuerpo esqueletizado de la víctima fue hallado en un corral de la casa tras tener que apuntalar el inmueble por riesgo de derrumbe.

El asesino confeso es hijo del cabecilla de los Larios, la banda de atracadores valencianos que tiñeron de sangre la Comunitat en los años 80 y que mataron, entre otros, a tres guardias civiles. Ahora su hijo se enfrenta a 18 años de cárcel por homicidio y robo con violencia.