La venta de las joyas robadas en casa de Teresa Miralles, la mujer de 82 años asesinada a finales de agosto del año pasado, ha sido una de las claves para poder detener e incriminar a Yunior O. G., el albañil de 39 años arrestado el pasado miércoles en Bétera como supuesto autor del asesinato. Tal como adelantó en exclusiva Levante-EMV, fueron los forenses durante la autopsia quienes detectaron que se trataba de una muerte violenta, ya que la familia pensaba que la mujer había fallecido por causas naturales.

A partir de esa certeza, el grupo de Homicidios, que sabía que el móvil era el robo ya que le habían sustraído joyas y una importante suma de dinero en metálico, rastreó la vida de Teresa en las horas y días anteriores a los hechos. La mujer era dueña de varios pisos en su finca, en la avenida de Baleares, de manera que se relacionaba con muchas personas distintas. Eso complicaba la investigación.Sin embargo, el complejo análisis de las llamadas telefónicas ha terminado por ser otra de las claves para resolver el caso, según han explicado fuentes jurídicas.

Así, la policía empezó a centrar sus sospechas en Yunior, ya que fue la última persona que llamó a la mujer. No fue la única vez que lo hizo. Días más tarde, cuando ya había vendido las joyas, siguió llamando a su víctima, pese a saber que estaba muerta. Los investigadores, tal como se recoge en el atestado entregado al juez de Instrucción número 1 de València ayer por la mañana, están convencidos de que con esa acción buscaba una coartada, que la policía ha dejado ahora en agua de borrajas.

El detenido, que ya se había negado a declarar ante la Policía tras su detención, a primera hora del miércoles pasado, en su domicilio de Bétera, tampoco quiso hacerlo ayer ante el juez. El instructor de la causa, a petición del fiscal, ha decretado prisión provisional, comunicada y sin fianza.

Yunior O. G., tal como ha venido informando este diario, conocía a Teresa porque había hecho reformas tanto en su casa, como en algunas de las viviendas que tenía alquilada. Por esa razón, sabía que guardaba una importante cantidad de dinero en su casa y conocía el lugar donde lo tenía. El cadáver de la anciana fue hallado por su yerno el 20 de agosto, aunque no se supo que se trataba de una muerte violenta hasta el día siguiente, durante la autopsia.