La jueza de Instrucción número 2 de Ontinyent, en funciones de guardia, decretó ayer prisión provisional, comunicada y sin fianza, para Manuel S. L., el hombre detenido el pasado domingo siete días después de matar supuestamente a martillazos a un amigo suyo, Horacio Gómez, de 66 años.

El presunto asesino ha confesado la autoría y se ha escudado en que aquel día habían consumido una gran cantidad de cocaína, sustancia a la que es adicto, y alcohol. Al parecer, el origen de la discusión que derivó en el asesinato fue, según fuentes jurídicas que han tenido acceso a las investigaciones plasmadas por el grupo de Homicidios de la Policía Nacional en el atestado judicial, que la víctima acusó a los sobrinos de Manuel de haberle quitado cierta cantidad de marihuana que había echado en falta.

En todo caso, las mismas fuentes han insistido en que «los dos habían consumido cocaína y alcohol», y atribuyeron a ese hecho el homicidio.

Según la autopsia, Horacio tenía el cráneo completamente destrozado. De hecho, los médicos estiman en más de 20 los martillazos que la víctima recibió en la cabeza.

Por esa razón, el juez de Instrucción número 1 de Ontinyent, que se hizo cargo del caso desde el principio ya que fue quien levantó el cuerpo, abrió desde el primer momento diligencias por asesinato y no por homicidio, al entender que esa cantidad de martillazos conllevaban el ensañamiento propio del homicidio agravado.

Además de asesinato, a Manuel se le imputa un delito de robo, dado que se llevó varios objetos propiedad del fallecido, entre ellos un ordenador y un colgante de oro.

Tras cometer el crimen, asegura que regresó a la casa de una amiga en la que estaba residiendo desde hacía quince días, ubicada a menos de cien metros de la vivienda de la víctima.

Manuel se convirtió desde el principio en el principal sospechoso, ya que incurrió en importantes contradicciones. Así, admitió haber pasado la tarde con Horacio y haber regresado por la noche, pero en ese punto afirmó no haber pasado del primer escalón, pese a lo cual, dijo, «no había visto el cadáver». Eso era imposible, ya que el cuerpo estaba en el pasillo, justo al final de esos cuatro primeros escalones, por lo que la mentira era evidente.

Manuel, que el lunes, en comisaría, había negado los hechos, incurrió en contradicciones difíciles de superar por lo que, una vez ante la jueza de guardia, que se inhibirá en favor de su compañero del 1 de Instrucción, y tras ser asesorado por su abogado, optó por decir la verdad y admitir que lo había matado después de una tarde de alcohol y cocaína.