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Juicio del crimen de la CAM

Historia de una exfamilia

La hermana y dos hijas de María del Carmen Martínez constatan ante el jurado el fin de la unión que creyó lograr el expresidente de la CAM

Toñi Martínez acompañada de su sobrino Vicente, ayer, antes de declarar. Alex Domínguez

Vicente Sala Bello compró un terreno en Vistahermosa donde levantó cinco casas para que la familia estuviera junta. En el salón de la que compartía con su mujer colocó un gran mesa en la que, siempre que podían, comían y cenaban todos. Padres, hijos (4), yernos (3), nuera (1) y nietos (10). A diario. «Era una maravilla». Así describió ayer Antonia Martínez (la tía Toñi) cómo era su familia hasta hace apenas unos años. Lo hizo durante su declaración como testigo en el juicio por el asesinato de su hermana y matriarca de los Sala, María del Carmen Martínez. A escasos metros de ella y de su sobrino Vicente, que había comparecido el día anterior ante el tribunal y ayer acompañaba a su tía, estaban otras dos hijas de la víctima, Mar y Tania. Su turno para testificar era ayer. Unos y otros ni se miraron. Suerte que Vicente padre no puede verlo.

Porque uno de los posos que ayer dejó la cuarta sesión de la vista oral que se está celebrando por este crimen fue el triste relato de una familia aparentemente unida, al menos mientras vivió el expresidente de la CAM, y de la que hoy, ocho años después de su muerte, no queda ni rastro.

Una historia que la tía Toñi inició y que remarcaron sus dos sobrinas pese a los intentos de éstas de transmitir una apariencia de normalidad familiar que nadie se creyó. Escarbar a hurtadillas en un armario de su madre para inventariar sus joyas o comunicarse con ella solo cuando se cruzaban en alguna estancia de la sede de la empresa, ubicada en aquellos momentos en la residencia de la víctima, dista mucho de poder catalogarse como «normal».

En una sesión que transcurrió con más sosiego que las tres precedentes, algo en lo que todos los implicados (magistrada, acusaciones y defensa) pusieron empeño y que a buen seguro el tribunal agradeció, se pudo observar a un Miguel López notablemente más comedido que el día anterior cuando, durante la declaración de su cuñado Vicente, que le acusa del asesinato de su madre, no pudo evitar continuos gestos.

Ayer, en cambio, aguantó sin mover una ceja cómo la tía Toñi, de la que le separaba apenas un metro, se rompía en lágrimas cada vez que se refería al cariño que su hermana sentía por toda la familia, pese al difícil situación que estaban atravesando por la batalla empresarial. O cuando le calificó como un «gran manipulador» que «menospreciaba a su suegra» y que «tenía un pronto malo».

Una contención que el acusado rompió cuando, al término de la sesión pero antes de que los miembros del jurado hubieran abandonado la sala, se desplazó desde la silla que ocupa, al lado de su letrado, a la primera fila de las destinadas al público y arrancó a llorar.

Lágrimas, las suyas y las de la hermana de María del Carmen, que no fueron la únicas. También las dos hijas las derramaron en algún momento de sus declaraciones al responder a cuestiones relacionadas con su madre. Entre los asistentes, que ayer llenaban la sala habilitada especialmente en el edificio judicial de Pardo Gimeno, donde se está desarrollando este juicio, se encontraban, entre otros, el exmarido de Tania y amigos de Miguel, además de una de sus hermanas, que no ha fallado ni un día a su lado.

Una vez prestada declaración, también Vicente Sala está siguiendo el proceso en directo junto a su mujer y ayer, tras finalizar su comparecencia, la tía Toñi. Los tres escucharon sin parpadear lo dicho en la sala por las dos mujeres. Pero no fueron los únicos.

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