La pequeña Maia Larisa Dima, de dos años, no figura en las cifras oficiales de víctimas mortales de la violencia machista pero su muerte es fruto sin duda de esta lacra que trata de golpear allí donde más dolor va a causar. Su padre la degolló con un cuchillo de cocina mientras dormía, en noviembre de 2017 en Alzira, «con la finalidad de causar un menoscabo psíquico grave y un perjuicio irreparable a su esposa y madre de la menor», quien le había comunicado su deseo de divorciarse. «Si no hay familia, no hay hija», le dijo a un testigo.

Primer juicio en la Comunitat en el que se solicita la prisión permanente revisable

El Ministerio Fiscal solicita para el acusado la pena de prisión permanente revisable por un delito de asesinato a víctima menor de 16, con la circunstancia agravante de parentesco, en concurso medial con un delito de lesiones psíquicas contra la mujer por el sufrimiento que causó a su pareja y madre de la pequeña. El juicio, que comenzó ayer en la Audiencia Provincial de València, es el primero en celebrarse en la Comunitat Valenciana donde un acusado se enfrenta a dicha pena, lo más parecido a una cadena perpetua en España.

La prisión permanente revisable es aplicable en casos donde la víctima sea menor de 16 años, o se trate de una persona especialmente vulnerable por razón de su edad, enfermedad o discapacidad. Además de por el asesinato de dos o más personas, así como cuando el crimen conlleve también un delito contra la libertad sexual o cuando el asesinato se cometa por un grupo u organización criminal. Esta misma pena a la que se enfrenta ahora el presunto asesino de su hija de dos años solicita la Fiscalía para la acusada de matar al hijo de ocho años de su pareja en Elda en agosto de 2017, o para el hombre que presuntamente asfixió a una anciana en agosto de 2018 en València, de cuyo crimen informó en exclusiva Levante-EMV.

Durante su declaración ante los miembros del jurado, Laurentiu Mihai D., de 30 años, se mostró impasible sin gesto alguno de remordimiento, aunque con un claro temblor en las manos. Así, el acusado aseguró no recordar prácticamente nada de aquel 12 de noviembre de 2017, ni la discusión con su mujer, ni haber cogido un cuchillo de cocina para degollar a la hija de ambos. «Esa noche no dormí y había bebido mucho alcohol», alegó.

Su defensa trata de acreditar que su cliente sufre un trastorno mental de tipo esquizofrénico y solicita una eximente completa. No obstante, la fiscal aprecia un claro móvil machista en el crimen. El procesado por un lado sostiene que estaba de acuerdo en la separación, aunque reconoció ante las preguntas de su propio letrado que sospechaba que su mujer le engañaba con otro hombre y que según las pruebas de ADN Maia no era hija suya. Eso sí, en su alegato insistió en que «cuidaba a la niña, jugaba con ella, la llevaba a la guardería y la quería como a una hija».

La madre se desploma en el juicio

La madre de la menor y exmujer del acusado declaró que éste le había amenazado con llevarse a su hija cuando le dijo que quería divorciarse, además había comentado que «me va a pegar donde más me duele», pero no lo creyó capaz de hacer algo así. Al recordar los momentos previos al asesinato, la mujer cayó desplomada en la sala y tuvo que ser asistida por personal médico. Una vez estabilizada pudo continuar con su declaración. Según recordó, tras darle de comer a la niña y acostarla a dormir la siesta, se marchó a denunciar las amenazas. De camino a la comisaría de Alzira recibió una videollamada de Whatsapp del acusado. Ya había matado a la niña.

Tras cometer su horrendo crimen, el asesino saltó desde el balcón de la vivienda y cayó sobre un vehículo estacionado en la calle, causando daños en el coche, por los que reclama la aseguradora del propietario. El propio asesino confesó su crimen a los agentes de la Policía Local de Alzira que acudieron al lugar de los hechos, en la calle Pare Castell de la capital de la Ribera, y posteriormente ante el grupo de Homicidios de la Policía Nacional admitió que lo hizo para vengarse de su mujer.