Dentro de cinco días, el próximo viernes, 24 de enero, Wafaa Sabbeh cumplirá 20 años. Pero no es probable que pueda soplar las velas de la tarta con su familia, ni presidir el acto de celebración de su aniversario que le está preparando el Ayuntamiento de su pueblo, la Pobla Llarga, porque lleva desaparecida desde la tarde del 17 de noviembre, cuando la tierra pareció tragársela en Carcaixent sin dejar rastro de ella. Tan solo la manipulación de uno de los perfiles que tenía en Instagram y una extraña conexión, no realizada por ella, al cabo de una semana de su inquietante desaparición.

Eso, y muchas mentiras. Las que llevan escuchando, en el entorno de conocidos y amistades de la chica, los investigadores de la Guardia Civil desde que dio comienzo la investigación, el pasado 1 de diciembre, después de que la madre de Wafaa, Soraya, denunciase la inexplicable ausencia de su hija. La propia Soraya, que por primera vez ha roto el silencio y ha accedido a hablar con una periodista, es clara: «Con lo que ha pasado, ha quedado claro. Mi hija creía que tenía muchas amigas, pero no es cierto. Solo hay dos que han demostrado realmente ser amigas suyas, Amina y Laila. Son las únicas que vienen a casa, que preguntan por ella, que se preocupan. El resto, solo la buscaban por interés. Era todo falsedad. Una amistad falsa. Han demostrado que no les importa nada y que solo querían aprovecharse de ella. Y hay quien no está diciendo la verdad» a la Guardia Civil, sentencia.

Es obvio que alguien miente. Y que eso está poniendo trabas a la investigación. No es posible que la rutina diaria de Wafaa se viera truncada, sin más y de manera abrupta, a las 18.00 horas del 17 de noviembre, cuando en teoría se dirigía a casa de una de esas supuestas amigas de la joven, a la que, dicen, no llegó nunca.

El viernes pasado se cumplieron dos meses de su desaparición. La situación en su casa es agónica. Desesperada. Soraya apenas duerme. Le cuesta respirar. Ha tenido que dejar de trabajar -es empleada de hogar- porque «no puedo ni salir de casa; estoy como loca, estoy muerta en vida», describe.

La falta de noticias por parte de la Guardia Civil, lógica por otro lado, ya que preservar la investigación es el mejor modo de encontrar a la joven, tampoco le ayuda. Ni a los dos hermanos de Wafaa, de 17 y 12 años.

«Ella es la alegría de la casa. Nunca se enfada. Siempre tiene una sonrisa. Para todo y para todos», describe su madre, mientras se le quiebra la voz por enésima vez en esta entrevista que ni siquiera tenía pensado conceder.

Desde el principio, ha huido de las cámaras y de los focos. Incluso llegó a colgar un cartel en la puerta de su casa, en los primeros días, pidiendo a los medios de comunicación que les dejasen en paz, que no les molestasen.

«Solo pido que la encuentren»

Pese a la ausencia de noticias y al necesario silencio que rodea la investigación, Soraya no se ha entregado a la desesperanza. Al contrario. Asegura, recuperando la firmeza en su voz, que su hija está viva. «Como madre, siento que mi hija sigue viva. Lo sé, porque no he soñado cosas malas, y en los sueños la veo con la cara bien. Está esperándome, siempre con una sonrisa, con su sonrisa».

«Sólo pido que la sigan buscando. Y que la encuentren. Que vuelva pronto a casa, conmigo y con sus hermanos», desea con esperanza, pero también con la congoja propia de la situación que viven.

Su madre no entiende qué ha podido pasar. «Se iba y siempre volvía. Iba a pasar unos días a casa de una amiga, o de otra, pero siempre volvía. Nunca ha hecho mal a nadie. Todo el mundo la quería, porque es muy alegre. Siempre tiene una sonrisa para todo el mundo».

Y tiene claro que la desaparición «voluntaria no es, nunca lo ha sido. Está claro desde el principio que es una desaparición forzosa, que alguien se la ha llevado a la fuerza y la tiene escondida en algún lugar. Hay que encontrarla pronto».

No quiere aventurarse a la hora de señalar culpables, confía en el trabajo del equipo de Homicidios de la Comandancia de València y de la UCO, como confió en los primeros guardias civiles que estuvieron llevando el caso durante las primeras semanas. Han tomado decenas de declaraciones. A conocidos, a amigos. El hombre que la vio por última vez ya ha sido interrogado tres veces.

Wafaa se fue de casa de su madre, en la Pobla Llarga, para vivir temporalmente en casa de un conocido suyo de 47 años en Carcaixent. Ese hombre asegura que la chica se fue el domingo, 17 de noviembre, sobre las seis de la tarde, de su casa para ir a la de una amiga. Cuando la llamó, días después, esta le aseguró que no había visto a Wafaa y que se suponía que estaba con él. Ambos mantienen esas versiones contradictorias.

El hombre pidió a esa amiga que avisara a la madre de Wafaa para que denunciase. La chica no se había llevado ni la documentación. Pasaron los días y el aviso no se produjo. Finalmente, Soraya denunció el 29 de noviembre.

El análisis del teléfono de Wafaa indica una ausencia absoluta de actividad a partir de las 18.00 horas del día 17. No era normal en ella. Sólo hay dos conexiones, los días 23 y 24 de noviembre. Y el borrado de varias fotos de uno de los tres perfiles de Instagram que tenía. La Guardia Civil sabe que no fue ella quien manipuló el terminal. Y espera que las gestiones puestas en marcha acaben por señalar al responsable.