El propietario de un gimnasio de la Vall d’Albaida se enfrenta a una pena de doce años de prisión por un delito continuado de abusos sexuales a una adolescente de catorce años. El procesado, que ahora tiene 50 años, ha reconocido en el juicio, celebrado esta mañana en la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de València, que mantuvo una «relación sentimental» con su alumna pero que en ningún momento tuvo acceso carnal con ella. «Eran besos en la mejilla y en las manos, quería estar con ella y creía que ella estaba enamorada de mí», ha manifestado el acusado, quien a instancias de su defensa ha optado por declarar en último lugar para escuchar así todos los testimonios que pudieran incriminarle.

Según ha alegado, en las fechas en las que supuestamente se produjeron las presuntas relaciones sexuales consentidas con la menor, entre marzo y mayo de 2017, tenía disfunción eréctil, hecho que fue ratificado por su urólogo, quien indicó que es «improbable que tuviera una erección» y que en caso de haber tenido relaciones sexuales éstas hubieran sido muy dolorosas por un problema en un testículo. «No me funcionaba ni con viagra», ha apuntado el acusado, quien ha justificado que la medicación que le prescribió su médico «era para tener relaciones sexuales con mi mujer».

No obstante, la víctima ha relatado ante el tribunal que la relación con su monitor se fue haciendo más estrecha por iniciativa de él, que le hacía regalos -que al principio ella rechazaba- y que después comenzaron a tener relaciones sexuales, la mayoría de ellas en una pinada próxima a la casa del acusado, en un municipio de la Vall d'Albaida que este periódico no revela para preservar el anonimato de la víctima, y en una ocasión en el mismo gimnasio. Todo ello a espaldas de su familia hasta que su madre descubrió unos mensajes amorosos que intercambiaban en el móvil.

«Buenas noches Caperucita»

El procesado ha reconocido que sabía la edad que tenía la víctima y admite las conversaciones con la menor subidas de tono por WhatsApp y Snapchat. La adolescente le tenía memorizado en su teléfono con el nombre de ‘Wolf’ (lobo) porque según ha declarado, «le gustaba que le llamara así». En la vista se le han mostrado al acusado algunos de estos mensajes como la foto de un chupetón en el que la menor ponía «tengo la marca del lobo», u otro en el que él le decía: «Buenas noches Caperucita ...» insinuando lo que quería hacer con ella mediante puntos suspensivos.

Tras ser interrogado por la fiscalía sobre a qué hacía referencia con esos puntos suspensivos, el procesado ha respondido que solo «quería estar con ella, conocerla más. Sé que es difícil creerme pero no hubo sexo». Por su parte, la acusación particular se ha retirado antes de comenzar el juicio después de que el acusado haya consignado 23.000 euros en concepto de responsabilidad civil.

Las psicólogas forenses del Instituto de Medicina Legal que exploraron a la víctima descartan cualquier posible móvil de resentimiento o venganza hacia el acusado y sostienen que el relato de la adolescente es «coherente y creíble», de hecho la menor incluso trató de justificar a su monitor diciendo que eran relaciones consentidas.

«Estoy muy arrepentido de haber tenido esta relación sentimental», ha reconocido el acusado al finalizar la vista oral, en la que pidió disculpas a la familia de la niña, pero en la que insistió en tratar de demostrar que no hubo acceso carnal ya que «desde el principio tenía claro donde no podía llegar».

La Fiscalía solicita para el acusado una pena de doce años de prisión por un delito continuado de abusos sexuales a persona menor de 16 años, al considerar acreditado que «urdió una estratagema» para iniciar una relación sentimental con la niña, siendo conocedor de que tenía solo catorce años, y que mediante regalos como un pulsómetro, unos guantes o unas mallas, se fue ganando su amistad, hasta llegar a mantener «relaciones sexuales completas, consentidas por la víctima, sin reparar en el daño que su proceder pudiera causar en el normal desarrollo psicológico y sexual de la menor».