La Guardia Civil investiga la profanación de las tumbas de un guardia civil y de un policía nacional, asesinado por unos atracadores, el primero, y por la banda terrorista ETA, el segundo, en un ritual de vudú negro en el cementerio de Moncada. Los dos murieron violentamente en 1984, hace 36 años, y los autores del rito de magia negra dejaron dentro de los ataúdes sendas gallinas decapitadas y desangradas al pie de los nichos.

La brutal profanación se produjo, según todos los indicios, durante el pasado fin de semana, pero no fue descubierta por los responsables del cementerio hasta el miércoles por la tarde y de manera casual, ya que los autores del hecho devolvieron los féretros a los nichos, e incluso colocaron de nuevo en su sitio una de las lápidas.

Fue precisamente la segunda losa, que dejaron posada sobre uno de los carros que los empleados del camposanto utilizan para acceder a los nichos más altos, la que permitió descubrir lo ocurrido. El trabajador vio la lápida, una placa de mármol de 95 por 75 centímetros y seis de grosor, posada sobre el elevador y se acercó para ver qué sucedía. Fue entonces cuando se dio cuenta de que el nicho de un cabo primero de la Guardia Civil asesinado en Moncada junto a dos compañeros suyos el 17 de enero de 1984 por los hermanos Larios, dos atracadores, estaba abierto, y con la caja a la vista.

El hombre, asustado, llamó a su compañero y ambos dieron aviso a la Policía Local de Moncada y a la Guardia Civil. Dado el cariz del asunto, los agentes del cuartel de Moncada dieron la alerta a la Comandancia de la Guardia Civil de València, que envió a los especialistas del grupo de Homicidios y del laboratorio de Criminalística.

Durante la inspección ocular realizada por estos en el cementerio de Moncada, observaron que también había sido violentado el nicho donde descansan los restos de un policía nacional asesinado a los 26 años por ETA en Pamplona, el 13 de abril del mismo año en que lo fueron los tres guardias civiles, 1984.

En el exterior de uno de los nichos, los profanadores dejaron dibujado un símbolo satánico, una flecha con curvas, culminadas con rombos y más flechas señalando al exterior del pliegue, sobre el que derramaron la sangre del sacrificio de ambas aves. Después, colocaron las gallinas decapitadas en el interior de los dos ataúdes, los cerraron y los volvieron a introducir en los nichos.

La Guardia Civil sospecha que en el ritual, durante el cual consumieron un licor casero preparado con aguardiente, típico de los rituales que mezclan santería y vudú en su versión de magia negra, participaron varias personas, dado el peso de las lápidas, que desplazaron sin romper. De hecho, la del policía incluso la volvieron a situar en su lugar.

Los nichos se encuentran en una segunda altura, lo que les permitió manipularlas sin tener que usar el carro. De las investigaciones practicadas hasta ahora, se deduce que los autores del sacrilegio conocían el cementerio -está a las afueras, lo que permite entrar con impunidad- y que accedieron por uno de los laterales, donde el muro perimetral apenas levanta 1,40 metros del suelo.

Además, eligieron las tumbas de dos agentes muertos de manera violenta y que estaban solos en sus nichos. Los restos de los otros dos guardias civiles acribillados a tiros junto al cabo primero por los Larios, en uno de los asesinatos más impactantes y crueles de la historia criminal valenciana, ocupan los nichos intercalados entre los dos profanados, pero no están solos, ya que hay otros familiares enterrados con ellos.

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