Un psiquiatra valenciano de 59 años, que también ha ejercido como docente universitario, ha sido condenado a cuatro años de prisión por un delito de abusos sexuales, con penetración y prevalimiento, sobre una paciente menor de edad a la que comenzó a tratar con trece años por depresión y un trastorno alimentario.

Según figura probado en la sentencia de la Audiencia Provincial de Valencia, el procesado «se sirvió de su ascendencia para ir estrechando la relación con la niña, ganándose su confianza y generando en ella un rol sumiso». Así, aprovechándose de la vulnerabilidad de la menor, con fuertes rasgos depresivos, fue asentando en ella «la idea de que cuanto más intimasen y más se abriese más podría ayudarla, generando una dependencia absoluta hacia su persona, atrayéndola hacia él cada vez más de manera correlativa a la que la menor se alejaba de su familia».

Durante este «procedimiento de destrucción», que llevó a la menor a una situación más grave de la que se pretendía atajar, con varios intentos de suicidio posteriores, el doctor en psiquiatría la sometió a contactos físicos, como abrazos y besos en las cicatrices de los cortes que se había infligido la adolescente, para así satisfacer sus deseos sexuales.

Los hechos se remontan a finales de 2012 cuando la menor, que entonces tenía trece años, fue llevada a la consulta del ahora condenado por un trastorno alimentario y problemas depresivos con episodios de autolisis. Los abusos se prolongaron hasta que en 2015 otro terapeuta detectó lo que estaba ocurriendo a raíz de unos mensajes. Al considerar que se trata de un delito continuado la Fiscalía solicitaba una pena de diez años de prisión, tal y como adelantó en su día Levante-EMV.

Por su parte, la defensa del procesado esgrimió como argumentación que los hechos se habrían producido cuando la menor tenía más de 16 años y por lo tanto podía dar su consentimiento sexual. El propio acusado reconoció en la vista oral, celebrada a puerta cerrada, que probablemente había tenido «un comportamiento inadecuado».

Después de dejar la terapia

«Las acciones del acusado carecían de cualquier significado terapéutico», remarca la sentencia, ya que incluso después de que dejara de ser su paciente siguió manteniendo con la niña «esta extraña relación». Así, en 2014, cuando la menor tenía quince años, los padres decidieron llevarla a otra clínica al no ver avances positivos en el tratamiento. A pesar de ello la relación entre el procesado y la adolescente no se interrumpió. De hecho, según consta probado en la sentencia, la menor seguía acudiendo a la consulta de manera frecuente, y el psiquiatra la llamaba a casa «a horas tardías del día», bajando ésta a la calle donde permanecía en el coche junto al procesado.

En noviembre de 2015, la por entonces terapeuta de la víctima tuvo acceso a unos mensajes cruzados entre el procesado y la adolescente, lo que destapó esta relación «absolutamente extraña», según aclara el fallo, con una paciente o pupila y «demuestra hasta qué punto el acusado utilizó sus conocimientos para destruir la mente de la menor y someterla definitivamente».

«No dejo de pensar en ti, soñando con los abrazos que me das cuando te enroscas a mí en el sofá azul», es uno de los mensajes recogidos en la sentencia. Además de estos mensajes, han quedado acreditados «los encuentros físicos durante los cuales el procesado desnudaba a la menor, la acariciaba y le besaba las cicatrices de los cortes que se había inferido». Siendo ya mayor de 16 años, la gravedad de los abusos sexuales aumentó.

Aunque la víctima no pudo declarar finalmente en el juicio ante el «grave riesgo para su vida», su testimonio fue recogido mediante prueba preconstituida en la cámara Gesell. Su relato «deja bien claro que la relación médica degeneró en una relación sentimental y sexual de pareja», aclara el fallo.

Por todo ello, la Sección Cuarta de la Audiencia Provincial de Valencia ha condenado al acusado a una pena de cuatro años de cárcel por un delito de abuso sexual con penetración y prevalimiento, con la circunstancia atenuante de reparación del daño ya que el acusado ha abonado los 20.000 euros de responsabilidad civil y ha reembolsado a los padres el precio del tratamiento. Asimismo se le imponen seis años de libertad vigilada y cinco de inhabilitación para el ejercicio de cualquier actividad relacionada con el tratamiento psicológico de pacientes. Y se le prohíbe comunicarse con la víctima ni acercarse a ella durante un plazo de seis años.