*Nota al lector: esta noticia fue publicada el 21 de diciembre de 2019 en la edición empresa y en la digital de Levante-EMV

«Lo siento mucho pero no voy a volver a casa. Cuando pase algo os avisarán de inmediato, es decisión mía y solo mía, y debéis respetar mi voluntad». Con este mensaje de texto se despedía de su mujer Isaac G. la noche del pasado 1 de diciembre después de que ésta lo dejara esa misma tarde en el valenciano barrio de La Llum, según su versión, para celebrar en un bar de la zona el cumpleaños de un compañero del centro de día para discapacitados físicos al que acudía regularmente en el tratamiento de su enfermedad degenerativa.

Desde entonces, este hombre de 45 años, vecino de València y miembro de la Policía Local de Catarroja hasta que su enfermedad lo apartó del servicio activo en 2014, se encuentra desaparecido. La Policía Nacional investiga si se trata de una desaparición voluntaria, aunque debido a su movilidad reducida -se desplaza en silla de ruedas y requiere de una tercera persona para realizar las necesidades básicas- se baraja la posibilidad de que haya contado con la ayuda de alguien y que esta persona le esté apoyando en su deseo de someterse a la eutanasia asistida en algún país extranjero, intención que ya había manifestado a su esposa y a varias personas de su entorno, según confirmaron ayer a Levante-EMV.

Isaac padece de ataxia cerebelosa que le impide controlar los músculos de su cuerpo, enfermedad neurodegenerativa que se le había agravado y que desde el pasado verano lo tenía sumido en una depresión, según explica Bea, su mujer. «En junio y julio empezó a buscar información para ir a Suiza, estaba interesado en la eutanasia y allí había visto que podía». Según detalla, descubrió en el buscador del teléfono móvil de su marido que había estado mirando formas para quitarse la vida estando incapacitado y que incluso había colgado anuncios en un portal de internet en el que solicitaba los servicios de un chófer con nociones de traductor de alemán o portugués.

Entre la información que su esposa asegura haberle encontrado en los buscadores están ensayos clínicos, «el divorcio después de la muerte o cómo desaparecer». Además, le pidió a un familiar que trabaja en una funeraria que le diera presupuesto de cuánto cuesta una incineración».

No obstante, familiares del desaparecido dudan del relato de la mujer y cuestionan que los mensajes de texto enviados desde el teléfono móvil de Isaac los haya escrito él. De ahí que el pasado 5 de diciembre presentaran una segunda denuncia por desaparición en una comisaría de la provincia de València.

Horas antes, su esposa había interpuesto otra denuncia por abandono del domicilio familiar. Según argumentó a este periódico, no acudió a denunciar la desaparición antes porque pensaba que se había ido con su familia y la había dejado. «En el mensaje de texto que recibí por la noche dejaba claro que no quería volver», aclara.

El desaparecido tiene dos hijos menores, de diez y catorce años, de una relación anterior. Según cuenta su esposa, con la que se casó hace dos años y medio, el pasado 18 de noviembre acudieron los cuatro a un cajero y sacó dinero para darles los Reyes Magos a sus hijos. «Ya sabía que no iba a estar con nosotros», apunta.

Pese a que Bea reconoce que su marido, al que conoció hace siete años cuando ya estaba diagnosticado, no puede haberse ido solo «porque necesita la ayuda de una tercera persona para vestirlo, acostarlo, y ayudarle a comer en cuchara para no ponerse perdido», sostiene que no está tan mal físicamente como creen sus familiares e insiste en que «tiene la cabeza muy lúcida». «Se maneja bien con el móvil, aunque sus mensajes hay que descifrarlos».

El último de ellos le llegó este mismo jueves: «Estos bin Que ;abe[s hec;[ Sacarme de (a busqueda Resprtarme por favor.». «Por lo menos sabemos que está vivo», asegura su esposa que pide que en todo caso acuda a la policía para decir que está bien y así dejen de buscarlo y de sospechar de ella.