El 24 de enero de 2000, la tierra tembló en Argelia. Ocurre de vez en cuando. Ese día, al mismo tiempo que el terremoto sacaba de sus casas a la gente y provocaba daños y víctimas, Soraya daba a luz a su primer hijo. Una niña. La llamó Wafaa. «Y así es ella, como ese terremoto. Inquieta y fuerte. Y siempre con su sonrisa en la boca. Siempre».

La amiga de Soraya lo reafirma. «Es una niña preciosa y con un carisma fuera de lo normal. Cuando camina por la calle, la gente se gira. No es solo por lo guapa que es, sino por el imán que tiene. Atrae todo lo que está cerca».

Este año, no ha habido celebración. Wafaa habría cumplido los 20 años en casa, pero no ha sido así. Tampoco se han celebrado los 17 de su hermano.

«Una amiga de Wafaa, una chica marroquí que es de las pocas que ha demostrado ser realmente amiga suya, que la quiere y sigue preocupándose por ella, les trajo ese día a casa un pastel. Para que al menos hubiese una tarta y unas velas, porque sabía que ni Soraya ni sus hijos habrían preparado nada para celebrarlo», explica la amiga.

El confinamiento en la casa de los Sebbah apenas ha hecho mella. Mientras el resto lamentaba la restricción de salir a la calle, aquí el pensamiento seguía estando centrado en Wafaa.

Pero sí ha influido en algo: las concentraciones que el ayuntamiento y los vecinos de la Pobla Llarga, donde residen, habían organizado los 17 de cada mes en la plaza tuvieron que suspenderse por la pandemia. Este martes tampoco la hubo. Eso sí, han sido sustituidas por actos masivos a través de Whatsapp y otras redes. En julio, la plaza volverá a clamar por Wafaa. Aunque sea con distancia física entre las personas y con mascarillas cubriendo los rostros.