La Sección Cuarta de la Audiencia Provincial de València juzgó ayer a un hombre acusado de un delito continuado de abusos sexuales a una menor de solo tres años a la que cuidaba su mujer. La acusación particular solicita una pena de siete años y medio de cárcel al apreciar la circunstancia agravante de abuso de confianza, mientras que la Fiscalía considera que los hechos denunciados, ante la ausencia de prueba alguna que acrediten los abusos, no son constitutivos de delito alguno.

El acusado, que se negó a responder a las preguntas de la acusación, lo cual está en su derecho pero es llamativo si no tiene nada que ocultar, negó los tocamientos y aseguró que trataba a la niña como si fuera su sobrina. Asimismo alegó que sufrió un infarto y desde entonces toma medicación, la cual le ha provocado una «falta de apetito sexual». Así, apuntó que desde el infarto no ha tenido relaciones sexuales completas con su mujer, como si ello lo eximiera de ser un presunto pederasta.

Al tratarse de una niña tan pequeña cuando se produjeron los supuestos tocamientos, y no ser presenciados por ningún testigo directo, la dificultad para probar la culpabilidad del procesado es mayor, más aún si cabe después de que las psicólogas forenses del Instituto de Medicina Legal de València no dieran validez al relato de la menor al apreciar «fabulaciones».

Pero que no hubiera testigos directos de los abusos o que la menor tiempo después fabulara sobre lo ocurrido no implica que en su día manifestara a su madre, con expresiones propias de una niña de su edad, hechos que sí refrendan los abusos, como que el acusado le hacía «cosquillas en el pipi» o tras colocarse encima de su madre y restregar su partes íntimas, decirle si le hacía un masaje como el que hacía con el acusado. Al principio, y después de que la mujer del procesado se ofreciera para cuidar a la pequeña nada más nacer, la madre le pagaba por su ayuda esporádica, pero, según la versión de la progenitora, ellos mismos le dijeron de no cobrar nada porque le habían cogido cariño a la pequeña.

Extraño comportamiento

La madre empezó a sospechar después del extraño comportamiento del procesado cuando en julio de 2018 la pareja acudió al apartamento en una playa de València para estar con la niña después de estar tiempo sin verla. Según declaró ayer en la vista oral, el acusado se mostró desde un primer momento «muy insistente» en que la niña durmiera con él. Después de que le dijeran que tenía que dormir sola en su cama, el procesado mostró un «comportamiento obsesivo» con la niña, insistiendo en numerosas ocasiones para quedarse a solas con ella. «Se puso muy desagradable, no era normal», recuerda.

Ese mismo día lo sorprendió tumbado en la cama en calzoncillos y con la niña encima, tocándole las braguitas. «Las llevas bien puestas», le dijo al verse sorprendido. Es el único episodio que presenció la madre. Será la Sala la que determine si son suficientes estos indicios para condenar al procesado.