La diferencia entre vivir y morir ante una situación trágica no radica necesariamente en la resistencia que uno oponga a la adversidad. Solo así puede entenderse cómo de las cinco personas que estaban atrapadas en un tercer piso de una finca en llamas de Xirivella, dos de los tres jóvenes que trataron de escapar del fuego perdieron la vida -el tercero fue rescatado tras perder el conocimiento- y sus dos compañeros de piso que optaron por quedarse dentro de su habitación, «resignados a morir consumidos por el fuego», según reconocieron ayer a Levante-EMV, lograron sobrevivir tras ser rescatados por los bomberos.

«Era un vapor infernal, te quemaba, no se me pasó por la cabeza que ellos hubieran bajado por las escaleras, les gritaba pensando que aún estaban en la casa», relata Cati, que permanece aislada junto a su pareja en el hospital tras dar positivo en coronavirus, donde se recuperan de la intoxicación por monóxido de carbono. Aunque ahora con calma y fríamente reconoce que era impensable escapar por las escaleras, ella misma confiesa que intentaron salir por la puerta, pero ni siquiera podían sacar la silla de ruedas en la que iba Mohamed tras una operación en la pierna, por lo que desistieron y se encerraron en su habitación «tirados en la cama esperando la muerte».

Eso fue lo que les salvó, ya que ahora son conscientes de que de haber tomado la misma decisión que sus amigos, no habrían llegado muy lejos. Con trapos mojados en el rostro, usando la botella de agua que tenían en la habitación, la pareja, de 27 y 39 años, resistió con vida hasta la llegada de los bomberos. «Era horrible, me tiré encima de la cama y nos dimos por vencidos a esperar que todo acabara pronto», confiesa todavía con tos y dolor en los pulmones esta mujer de origen de venezolano.

Mauro, de 25 años y Paola, de 24, corrieron peor suerte. La joven pareja fue rescatada y trasladada al hospital tras entrar ambos en parada cardiorrespiratoria. Ninguno de los dos logró superar las graves quemaduras y las lesiones en el aparato respiratorio. La joven fallecía esa misma mañana y su pareja un día después.

El único superviviente de los tres que salieron de la casa buscando escapar de las llamas, originadas en el primer piso de este inmueble de la calle Sacramento Esteve de Xirivella en la madrugada del pasado miércoles, fue el hermano de 22 años de Paola. Víctor, que iba delante cuando trataban de descender por las escaleras de la finca entre una densa nube de humo que ascendía hacia arriba, recuerda que, al darse la vuelta, vio a Paula caer desplomada. Poco después Mauro, con movilidad reducida, también caía inconsciente. Lo siguiente que recuerda es que alguien lo «jalaba» y, tras recuperar el conocimiento en la ambulancia, alguien le decía que no se preocupara, que su hermana estaba bien.

Los familiares de la pareja fallecida quieren agradecer al vecino que rescató a Víctor arriesgando su propia vida, así como «el trato humano recibido tanto por el alcalde de Xirivella, Michel Montaner, como por Carmen, de los servicios sociales del ayuntamiento».

Luchadores hasta el final

Con solo dos días de vida Mauro tuvo que ser operado por un tumor meningocele. Los facultativos le dijeron que no tendría una esperanza de vida alta, pero haciendo frente a las dificultades de la espina bífida, el joven había sabido luchar contra viento y marea y se ganaba la vida como 'rider' repartiendo comida en su bicicleta. Justo el día en el que se produjo el incendio tenía que comenzar en una nueva empresa de reparto donde podría cambiar este transporte tan peligroso por una furgoneta.

La pareja, que se conoció a través de las redes sociales cuando Paola vivía en Suiza, llevaba tres años viviendo en Xirivella. Ambos de origen venezolano, de nacionalidad portuguesa ella y alemán él, tenían amistades en todo el mundo. El tanatorio de Alaquàs en el que fueron velados desde ayer se quedaba pequeño ante la limitación de doce personas con motivo de la pandemia.

Precisamente, los dos jóvenes también estaban haciendo frente a la covid-19 sin saberlo. Unas semanas antes del incendio, al presentar síntomas, Mauro y Paola decidieron hacerse las pruebas, cuyos resultados conoció su familia el mismo día del incendio. La última vez que Melanie vio con vida a su hijo fue desde el balcón de un segundo piso, cuando se acercó con su bicicleta dos días antes a mandarle un beso desde la distancia.