Una mujer relató ayer en la Audiencia de València los presuntos malos tratos a los que la sometió su pareja, con la que mantuvo una relación durante 11 años por «miedo»: la quemó con cigarrillos, le rapó el pelo al cero en una ocasión y, tras romperle el bazo a palos, le advirtió en el hospital de que «si decía la verdad» le daría «un puñetazo» en los puntos de la operación que la llevarían «al cementerio».

La Fiscalía solicita provisionalmente para la expareja de Catalina 18 años de cárcel por tres delitos de malos tratos —uno de ellos habitual—, dos delitos de amenazas y otros dos de lesiones, uno de ellos con deformidad, en el juicio que se celebró ayer en la sección primera de la Audiencia Provincial de València. Por su parte, el acusado se negó a declarar también a las preguntas de su defensa, alegando: «No me van a creer nada de lo que diga».

La mujer, Catalina, contó que conoció a Raúl cuando tenía 14 años al llegar de Rumanía con su madre y su hermana. A los nueve meses de relación comenzaron a vivir juntos, primero en casa de la madre de él y luego solos, siempre en Ontinyent, donde vivieron en varios inmuebles, alguno ocupado. La relación se prolongó durante diez años hasta que ella decidió romperla en noviembre de 2019.

Catalina relató que al inicio de la relación Raúl sí le dejaba salir de casa cuando ella quería pero «enseguida» comenzaron los maltratos y el «control», prohibiéndole tener amigas propias y hablar en rumano con su madre y su hermana, a las que ya solo veía una vez al mes, y le vejaba con insultos como «puta, perra, rumana de mierda» y humillaciones como «eres basura y no vales para nada».

Ella trabajaba y él cogía el dinero

Durante todos los años de relación, fue siempre ella la que trabajaba, pero los cerca de mil euros que ganaba debía entregárselos a él y no podía disponer del dinero. Raúl en todo este tiempo solo trabajó alguna semana recolectando naranja, rememoró. Además, él le quitaba el móvil e incluso llegó a rompérselo.

Explicó que en noviembre de 2016, porque estaba «cansada» y no se quería levantar de la cama, la golpeó con la pata de una mesa de madera. La primera vez que acudió al hospital por los golpes, que llegaron a provocarle la fractura de un hueso, contó por «miedo» que se había caído de forma accidental caminando y la segunda, de un patinete. A su familia tardó años en confesárselo, pero dice que la de él y otros allegados sí lo sabían, aunque nadie lo denunciaba porque le tenían terror.

En una ocasión, en julio de 2017, a la semana de una de las reconciliaciones, le cortó el pelo porque era «una puta» con una tijeras y luego con una máquina y a cuchillo y le golpeó tan fuerte que le rompió el bazo. Finalmente, en noviembre pasado, se atrevió a dejarlo. La sobrina del inculpado le escribió para advertirle de que no fuera sola por la calle, porque su tío «la mataría». Catalina empezó un tratamiento psicológico que tuvo que ser suspendido por la pandemia.