03.31 horas del 7 de noviembre de 2019. Marta: —«Mama, estic a casa del xic. No sé quant de temps vaig a estar, ok?»

03.32 horas. Marta: «https// maps.google.com/q=39...».

Ha pasado un año desde que empezó la pesadilla más «increíble y real» para Marisol Burón Flores, muerta de miedo ante la sola idea de que «mi hija se convierta en otra Marta del Castillo. Once años llevan esos padres... ¡Once!». La tensión blanquea los nudillos de sus manos entrelazadas sobre el regazo, nerviosas, mientras los ojos no dejan de liberar lágrimas y más lágrimas. Es una mujer fuerte con un objetivo: que se le haga justicia a su hija. Pero estos días flaquea. Son más duros de lo habitual. Es lo que ocurre con las fechas señaladas, con ese aniversario que lleva semanas amenazando con llegar. Y ha llegado.

Así es. Esos mensajes han cumplido esta madrugada pasada un año. Eran similares a los de otras veces. Marta Calvo, cuyo sueño era abrir una clínica de estética, trabajaba en lo que podía y, como cualquier otra chica de su edad, 25 años, le gustaba salir de fiesta. Su madre, que admira su «capacidad de vivir intensamente la vida», solo le pedía una cosa: que le enviara un mensaje, sobre todo si quedaba con desconocidos y fuera de su casa. Gracias a eso, esa noche le envió su geolocalización.

Homicidios de la Guardia Civil tiene dos objetivos: encontrar el cuerpo y a los que le ayudaron a deshacerse de él

«¡Bendita ubicación!». Gracias a ella, hoy, su presunto asesino, un auténtico depredador de mujeres, está entre rejas mientras un juzgado de València ha reunido todas las causas contra él. Porque resultó ser que Marta sí fue la última, pero no la primera. Desde el pasado 4 de noviembre, Jorge Ignacio P. J., pendiente de la exploración psicológica que confirme todas las sospechas de que se trata de un psicópata, está formalmente acusado de seis asesinatos, tres de ellos, consumados: el de Marta (7 de noviembre), el de Arliene Ramos (25 de marzo) y el de Lady Marcela Vargas (15 de junio).

Muchos cambios

En estos 365 días, muchas cosas han cambiado. Al sinsentido que supone perder a una hija de forma violenta, Marisol le ha dado la vuelta. Un recurso para seguir viva. Y luchando. «Ahora sé que mi hija murió para parar a este individuo. Ese es su legado. Y el mío es hacerle justicia y que pague por todas las mujeres a las que hecho daño».

Hoy, todos están volcados con la madre, pero el inicio de esta investigación fue duro. Hubo problemas para presentar la primera denuncia por desaparición en una comisaría de la Policía Nacional de València y los hubo hasta que la Guardia Civil arrancó la investigación. Tras casi una semana de parón inexplicable, el caso fue puesto en manos del grupo de Homicidios de la Comandancia de València, a quienes se unió un equipo de la Unidad Central Operativa (UCO) a los pocos días.

Los agentes tenían un punto de partida inmejorable: la ubicación enviada por Marta a su madre aquella madrugada desde la casa de su verdugo, en la calle San Juan Bautista de Manuel. Para cuando Marisol denunció, a las 21.30 horas del sábado, 9 de noviembre, tras volverse loca sin noticias de su hija, algo «absolutamente inhabitual» y haber revisado su piso en València, ya había hecho parte del rastreo que luego repetirían los investigadores: se fue a Manuel y llamó a la puerta de la casa desde donde su hija le había escrito. Y habló, sin saberlo, con el hombre que supuestamente la mató. «Me negó saber quién era o haberla visto siquiera. Ni me miró a los ojos...», recuerda con rabia.

El presunto asesino continuó rondando la casa de Manuel y su otro domicilio, en l’Olleria, hasta el miércoles, 13 de noviembre. Cuando los investigadores fueron a por él, se había volatilizado. Y así permaneció 21 días con sus noches. Y fue de noche, a las cuatro de la madrugada del cuatro de diciembre, cuando decidió entregarse en el cuartel de la Guardia Civil de Carcaixent.

La sucesión de mentiras

Con aspecto saludable, recién duchado y la ropa impoluta, salvo un ligero barro en los bajos, más propio de un atrezzo que de las inclemencias del tiempo, se presentó diciendo que llevaba tres semanas sobreviviendo en casas abandonadas y en el campo. Entre sus ropas encontraron una carta manuscrita, tan lisa e inmaculada como su vestuario, en la que admitía, porque la ubicación enviada le impedía negar eso, que Marta había estado en su casa. Pero dulcificó lo ocurrido: aseguraba, en la carta, primero, y en su declaración de varias horas, después, que ella había muerto por el consumo voluntario de cocaína y que él, asustado, la había descuartizado y arrojado los restos en contenedores de Alzira y Silla.

En pocas palabras, se entregó con la lección y la estrategia aprendidas. Casi nadie le creyó, pero, a la espera de que avanzase la investigación, los agentes decidieron rastrear esa versión. La ubicación de sus móviles, las cámaras y los tiquets donde había comprado las herramientas parecían darle la razón. Pero solo lo parecía. Durante ocho largos e interminables meses, la Guardia Civil ha removido las basuras del vertedero de Dos Aguas en busca de los restos de Marta. Los trabajos acabaron, por fin, en agosto pasado. Y la sospecha se tornó certeza: Marta nunca llegó a ese punto, así que su presunto asesino había mentido.

Su inocente explicación ya había empezado a torcerse, en realidad, mucho antes, a los pocos días de su detención, cuando trascendió la muerte de una mujer, Arliene Ramos, ocho meses antes, tras sufrir un colapso durante otra cita sexual similar a la de Marta. Y su vida como sospechoso comenzó a complicarse aún más cuando, a los pocos días, trascendió una tercera muerte violenta, la de Lady Marcela Vargas.

Otras denuncias

La difusión de su imagen en Levante-EMV y en otros medios de comunicación llevó a otras mujeres a dar un paso al frente y prestarse a declarar, ante la Guardia Civil y también ante la Policía Nacional, que ese hombre había estado a punto de matarlas introduciéndoles a escondidas piedras de cocaína en los genitales tras contratar servicios sexuales con ellas. Era el principio de una acusación conjunta que, por fin, ha sido unificada en un solo juzgado gracias a la acción de los abogados de la madre de Marta.

Esa investigación única es el primer paso para el objetivo principal de Marisol: la prisión permanente revisable, que le correspondería si es condenado por al menos dos asesinatos. El recorrido judicial aún se prevé largo. De hecho acaba de comenzar: esta misma semana ha sido informado formalmente de que se le acusa de seis delitos de homicidio, según la Fiscalía, o de asesinato, según las acusaciones. Tres consumados y tres en grado de tentativa.

Ahora, con la certeza de que mintió desde el principio, la Guardia Civil ha abierto nuevas líneas de investigación con dos objetivos claros: encontrar el cuerpo de Marta Calvo y desvelar quién le ayudó aquél 7 de noviembre por la mañana a deshacerse del cadáver, qué hicieron con él y dónde cobijaron al presunto asesino en serie durante tres largas semanas.

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Estivella se vuelca en memoria de la joven

Estivella, el pueblo natal de Marta Calvo, se convulsionó con su desaparición, primero, y su asesinato después. Hoy, sus vecinos se volcarán para homenajearla en este trágico primer aniversario. Ha sido su madre, junto con el alcalde, la principal promotora del homenaje, que inicialmente iba a centrarse en un gran acto en la iglesia parroquial de los Santos Juanes. «Ha sido una decisión muy dura, pero hemos decidido suspenderlo porque ni mi hija ni yo nos perdonaríamos que alguien se contagiase de covid». Pero hay una alternativa: la plaza se llenará de paneles donde pueden depositarse mensajes, peluches, velas o flores. Y a las 20.00 horas habrá una concentración con cinco minutos de silencio.