La pequeña juega en el salón de su casa, ajena a todo aquello que no sean el programa infantil que le lanza destellos de colores desde la pantalla del televisor y las bolas que adornan el árbol de Navidad. Hasta que entran los dos hombres uniformados en casa y su madre la arrebata de su entretenimiento para mostrarle quién acaba de venir a visitarla: los dos policías nacionales que hace solo 10 días la salvaron de una muerte casi segura llevándola en apenas dos minutos al hospital La Fe cuando se asfixiaba a causa de las flemas por un constipado.

Sus enormes ojos negros los miran con curiosidad y poco a poco toma confianza. Hasta que acaba en sus brazos. Su madre solo tiene palabras de agradecimiento para esos dos desconocidos que han quedado ligados a ellas para siempre. «Menos mal que estaban los dos policías cerca, porque si no... No lo cuento. Mi niña tal vez no estaría viva hoy».

La desesperación fue mayor por dos razones: la ambulancia tardó más de media hora en llegar desde que la tía de la pequeña la llamó por primera vez (de hecho, llegó a los 8 minutos de que la niña fuese llevada al hospital por los policías), y la madre no podía hacer nada porque en ese momento estaba aislada en su habitación con covid.

Fue ella quien se dio cuenta de que algo no iba bien. «Estaba como adormilada, pero no dormida, sino como desmayada. No reaccionaba. Le di apiretal y gracias a eso vomitó y me di cuenta de que se estaba asfixiando. ¡Menos mal!», exclama. Y menos mal que los agentes estaban a dos minutos de reloj del domicilio. Cuando llegaron y supieron que la ambulancia llevaba más de media hora avisada, «nos miramos y tomamos la decisión de llevarla nosotros en el coche patrulla», recuerdan los agentes. En dos minutos más estaban en la puerta de urgencias, donde el personal sanitario ya les esperaba. La pequeña pasó tres días en el hospital, hasta su plena recuperación. Los médicos incluso certificaron que no se había contagiado de covid. Hoy, está perfectamente, arropada por sus padres, su hermana de 5 años, su tía y su abuela. Y hoy, por los policías que la salvaron. «Estos son los servicios que te reconfortan como policía, sin duda», concluyen ambos, justo antes de despedirse de la pequeña para continuar su labor en la calle.