Lo peor es no saber qué más hacer, vivir con la impotencia que provoca la incertidumbre, la ausencia y la falta de noticias. Es como si Felipe Boix Miralles, el vecino de Catí desaparecido hace siete días, se hubiera volatilizado. El domingo salió de casa para cazar unos conejos, como otras tantas veces, y ya no volvió, sin dejar una sola respuesta a todas las preguntas que sobrevuelan este municipio del interior de la provincia.

Ayer, como vienen haciendo desde que el martes se cancelara el dispositivo oficial de búsqueda sin resultados, los vecinos salieron al monte, aunque menos que el sábado, que se contaron por cientos. Según personas próximas a la familia, centraron el rastreo en el límite con Albocàsser. Felipe se crió en una masía de ese término municipal, donde vivió hasta que se casó y se mudó a Catí. Allí tuvo durante un tiempo algo de ganado, y todavía acudía a trabajar la tierra. Ni un asomo de su presencia reciente por la zona.

Explicaba ayer un amigo de la familia que «todo lo lógico que pensamos que pudo hacer, está ya descartado», lo que desalienta, pero sobre todo, desorienta. «Estamos perdidos, no sabemos dónde más mirar», lamentan impotentes.

A corto plazo, los planes pasan por centrarse en lugares más concretos. Dado que hoy es día laboral y muchas de las personas que han colaborado en las batidas tienen obligaciones laborales que atender, los más allegados se han propuesto acercarse a todas las cuevas y simas de las proximidades, donde ya miraron los profesionales, pero los quizás son la única expectativa a la que se aferran quienes quieren dar con Felipe a toda costa, lo más pronto posible.