Pablo Barrios no se lo pensó dos veces y, horas después, aún no se explica cómo actuó tan rápido —casi «sin respirar», dice— aunque asegura que lo volvería hacer y que actuó como lo hubiera hecho cualquier otra persona en su situación.

Este trabajador estaba colocando el sábado por la mañana, junto a otro compañero de Agricultores de la Vega de Valencia (SAV), contenedores en una calle de Russafa, en València, cuando empezó a oler ligeramente a quemado, aunque lo relacionó con las tareas que estaban realizando y la maquinaria que empleaban.

No fue hasta que levantó la vista para explicar a un vecino en qué consistían los trabajos, que se percató de que el olor a quemado provenía de un edificio, pues empezaba a salir una humareda negra de uno de los balcones.

«Alerté para que llamaran a la Policía y los bomberos y empecé a llamar a todos los timbres de los vecinos. Una muchacha, nerviosa, me dijo desde el balcón que en el piso vivía una persona, pero entró en pánico. Intenté calmarla, porque lo que quería era que me abriera la puerta», relataba el hombre ayer a Levante-EMV.

Una vez conseguido explica que, «en un par de saltos», llegó por las escaleras al segundo piso. «Llegué a la puerta de la que salía humo, la abrí de una patada y lo primero que vi fue una persona tumbada, la cogí y la saqué. El nórdico ya está prendiéndose fuego, también su chaqueta…». Según explica, el chico —un joven de 22 años, según informaron posteriormente fuentes policiales—, estaba «en shock», y muy preocupado por recuperar algunas de las pertenencias que habían quedado en el piso, entre las llamas.

«Fueron momentos de vida o muerte, estuve en la escalera peleándome con él, le cogía de la pechera y me quemaba del calor que desprendía, porque él tenía el brazo y el chándal quemados… hasta que no estuvo en la calle no me quedé tranquilo», reconoce Pablo.

Este vecino de Picanya asegura que el fuego estaba «muy avanzado» y al abrir la puerta, la casa «se prendió más», y el humo también empezó a llenar la escalera. Aún así, volvió a acceder al edificio pues desde la calle observó que una mujer mayor de los pisos superiores no era consciente de lo que ocurría. «Me pudo más ayudarla, porque alguien dijo que no oía bien y por eso no se enteraba de los gritos de los vecinos… pero vi que una pareja la metía en su casa. Entonces alguien (o algo), me dijo ‘baja, vámonos’ y ya salí a la calle», relata, mientras aún intenta asumir lo vivido. «No sé cómo lo hice, tengo una sensación que no puedo explicar, fue todo muy rápido, quise hacerlo todo y era el momento, porque cinco minutos más...», reconoce, temiendo un desenlace peor, ya que cree que el fuego «llevaba rato encendido».

«En casa, abracé a mis hijos»

«Cuando me dijeron que había una persona, actué con todas las consecuencias, luego sí me entró miedo. Lo primero que hice al llegar a casa fue abrazar a mis hijos», asegura este padre de 48 años, que tiene tres hijos de seis meses y 11 y 15 años. «En frío me asusté, pero lo volvería a hacer», defiende. «Era pronto, hacía frío en la calle y no había nadie, solo el vecino que nos preguntó», se justifica con humildad.

Como publicó este periódico, el fuego se originó el sábado por la mañana en una vivienda de la calle Buenos Aires de València y resultaron heridos un joven de 22 años y una mujer octogenaria. Hasta el lugar de los hechos se desplazaron efectivos de la Policía local y Nacional, y también bomberos, así como el SAMU, pero antes, a Pablo Barrios también le dio tiempo de apartar unas motos aparcadas delante del patio y de recoger al gato de la vivienda incendiada, que saltó desde el balcón al verse amenazado por las llamas y sin otra salida.