Una médica de familia que trabajaba como coordinadora en el centro de salud de Quart de Poblet se sentó ayer ante un jurado popular acusada de un delito de omisión del deber de asistencia sanitaria, por no atender presuntamente a un paciente nonagenario que se estaba ahogando en su domicilio y que acabó muriendo. La facultativa se enfrenta a una multa de 10.800 euros y a tres años de inhabilitación para cualquier empleo relacionado directa o indirectamente con el ejercicio de la medicina, según la petición de pena del Ministerio Fiscal.

Los hechos se remontan al 1 de mayo de 2012 cuando la cuidadora del anciano, vecino de Quart de Poblet, llamó insistentemente al centro médico y solicitó asistencia urgente. Sin embargo, la acusada negó ayer tajantemente durante su declaración haber recibido ningún aviso de esa llamada por parte del celador. «Si me hubieran dado el aviso, hubiera acudido inmediatamente como es mi obligación».

Así, la facultativa atribuye la denuncia, interpuesta seis meses después por otra médica que se encontraba ese día de guardia con ella, a un «conflicto laboral». «Mi relación con ella no era buena, era tensa», trató de argumentar sobre la supuesta animadversión que pudiera tener esta compañera para haber denunciado la omisión de auxilio. Sin embargo, respecto a que tanto esta médica, como la enfermera y el celador que estaba ese día contradigan su relato, la acusada lo justificó alegando que «debido a mi cargo de coordinadora tenían hacia mí una actitud distante» y que éstos, según ella, podrían haberse puesto de acuerdo para perjudicarla.

Así argumentó que las dos médicos de guardia se repartían el trabajo con turnos de dos horas no rígidos, y que entre las 21.00 y las 22.20 horas del 1 de mayo de 2012, hora a la que se produjo el aviso, ella estaba atendiendo a pacientes de forma presencial en el centro de salud y si había un aviso de asistencia domiciliaria urgente le correspondía a su compañera. Pero que en todo caso, a ella no le llegó ningún aviso.

Asimismo, también negó que estuviera viendo la tele y comiéndose un bocadillo, como así manifestó su compañera en instrucción, quien junto a la enfermera acudieron al aviso, aunque ya era tarde y el anciano había fallecido por insuficiencia respiratoria.

Al no poder localizar a la cuidadora, de origen argelino y residente actualmente en Bélgica, se leyó su declaración realizada ante la policía belga, en la que reconoce que realizó entre cinco y seis llamadas y que le respondió una mujer y le dijo «que tuviera paciencia».