El veredicto del jurado que ha dictaminado que ambos progenitores asesinaron a sus hijos ha supuesto un duro mazazo para la madre de los niños, quien no recuerda lo que pasó esa noche y siempre ha mantenido que se los encontró ya muertos. «El tormento de la duda es algo terrible y ahora que un jurado le ha dicho que fue ella, está destrozada», asegura Noemí, que pudo hablar con su hija esa noche, la del veredicto, después de que la tuvieran seis horas sola, llorando en los calabozos.

«No puedo vivir pensando que he matado a lo que más quiero, me doy miedo a mí misma», le confesó a su madre. Desde que ingresó en la unidad de Enfermería del centro penitenciario de Picassent María se encuentra bajo el Programa de Prevención de Suicidios (PPS), ahora en riesgo máximo. 

«Ahora empieza a ser consciente de que están muertos pero antes del juicio todavía me preguntaba: ‘¿De verdad no están ahí fuera? ¿No me estaréis engañando?», explica Noemí, quien le tuvo que llevar fotos de la tumba de sus hijos para que viera la lápida y aún así seguía dudando. Varios psiquiatras han recomendado que María pueda visitar la tumba de Ixchel y Amiel para despedirse de ellos, pero se lo han denegado. Su familia destaca la gran labor de las ordenanzas y de las ONG para hacer más fácil su vida en prisión.