"A ver qué hay en la caja fuerte, macho, estoy esperando que venga el cerrajero para abrirla… yo no me quiero emocionar". Tres días después de asesinar a su padre, el 30 de junio de 2013, Andreu Coll Tur, de 18 años, estaba impaciente por disfrutar de la herencia del empresario mallorquín junto a su amigo Francisco Abas Rodríguez, un zaragozano de 20 años, estudiante de transporte sanitario, al que había conocido por internet y que le ayudó a cometer el crimen.

"¡Hala, tío!, me lo voy a perder. Cuando tu madre vea lo que hay, se va a alegrar mogollón", le animó Abas por teléfono. "Te haré una foto", le prometió Coll desde el chalé de su padre. Hijo de padres separados, Coll era el único de tres hermanos que vivía con su progenitor, Andreu Coll Bennàssar, en Alaró (Mallorca). El padre había puesto mucho interés en que el menor no siguiera el ejemplo de sus dos hermanos y finalizara sus estudios. Aunque el joven quería preparar las oposiciones para ser policía, acabó trabajando como asistente personal en la empresa de su padre.

"Quería vivir mejor"

Antes, en 2010, se marchó de casa de su madre para estar con él. Lo hizo "porque quería vivir mejor y con ella no tenía tanto dinero". El chaval se quejó a su padre de que su madre no le compraba ropa y le hacía ponerse la que le iba quedando pequeña a su hermano mayor. Con un patrimonio de unos 50 millones de euros, Coll Bennàssar era propietario de una empresa de máquinas tragaperras y de una inmobiliaria en Mallorca. Poseía, además, un centenar de propiedades repartidas por toda España.

Abas aseguró que actuó "por amor", que Coll le prometió que tendrían "mucho dinero para vivir juntos, aunque fuera como amigos"

Andreu Coll Bennàsar, asesinado por su hijo en Alaró (Mallorca). Diario de Mallorca

Rotas las relaciones con su exmujer y sus otros dos hijos, acababa de realizar todos los trámites para desheredarlos y legar al joven Andreu todos sus bienes, lo que influyó para que el joven llevara a cabo su plan, según los investigadores. Dos años atrás, cuando tenía 16 años, Andreu Coll había conocido a Francisco Abas jugando a un videojuego por internet, Call of duty. Ambos compartían su afición por los juegos bélicos y pasaban jornadas maratonianas de hasta catorce horas diarias frente a la consola. Coll se presentó al zaragozano como 'TacticoMen', un alias tras el que, según su propio perfil como jugador, se escondía "una máquina de matar".

Ambos jóvenes formaron pronto un equipo y se hicieron amigos, se comunicaban a través del micrófono de la PlayStation y también por Skype. En 2012, Coll viajó a la península para ver a Abas y este le devolvió la visita poco después. Al igual que el zaragozano, el mallorquín tenía pocos amigos, según comentó a una vecina de la familia: "Los chicos del pueblo no quieren ir conmigo porque mi padre es rico". Así que encontró en Abas "a un hermano" con quien compartir sus confidencias. Por su parte, el zaragozano veía en Coll "un amor no correspondido", al que incluso se había declarado: "Le dije que estaba enamorado de él, pero me contestó que le gustaban las chicas".

Somníferos en un bizcocho

Dos semanas antes del crimen, Coll le planteó a Abas "hacerle algo" a su padre. Le habló del patrimonio millonario del empresario y le prometió que tras el crimen vivirían juntos "como amigos". El 26 de junio de 2013, Abas viajó a Mallorca para pasar una temporada en casa del chico, donde compartieron habitación y cama. Dos días después, intentaron matar al empresario sin éxito. Introdujeron varios somníferos en un bizcocho que le ofrecieron para cenar y, media hora después de que se durmiera, entraron a su habitación.

Abas le asestó un golpe con un bate de madera, mientras el hijo lo alumbraba con una linterna. Pero el padre se despertó y ambos huyeron antes de que él pudiera ver algo más que "un hombre golpeándole con algo", como contó al día siguiente a su hermana Margarita. El hombre llamó a gritos a su hijo y a Abas, pensando que un extraño había entrado a robar en la casa, pero los dos chicos lograron convencerle de que podía haberlo soñado todo. Sin embargo, el empresario comenzó a sospechar: "He llegado a pensar que fue Andreu. Como los he machacado esta semana haciendo que se queden a trabajar, a lo mejor se les han cruzado los cables y me quieren hacer una putada", contó a su hermana tras la agresión. Y añadió un detalle que no le pasó inadvertido a esta: "Como tienen un palo allí en la cama que a veces juegan con él...".

40 golpes

Al día siguiente, el hijo del empresario y su amigo volvieron a intentarlo, y esta vez su plan resultó. El hombre llegó a casa hacia la una de la madrugada. Su hijo le pidió que subiera a la habitación, en la segunda planta, para que mirara algo en su teléfono móvil. Entonces, el amigo del joven Andreu le propinó al padre de este el primero de los cuarenta golpes que acabaron con su vida. Lo hizo por detrás, con un bate de madera con cuatro clavos de diez centímetros en un extremo, que Andreu Coll había fabricado imitando el arma de un videojuego de zombis llamado Dead Rising 2, al que los dos jóvenes solían jugar.

Un Rolex, un anillo y 12.000 euros

Ambos declararon que esperaron a que la víctima dejara de respirar y luego se ducharon, lavaron el cadáver con la manguera del jardín y lo cambiaron de ropa. Después le quitaron un Rolex, un anillo de oro y un maletín con 12.000 euros en efectivo, para simular un robo y arrastraron el cuerpo hasta el coche, un todoterreno Land Rover donde, horas más tarde, dos vecinos encontraron el cadáver en un camino de Bunyola, a 15 kilómetros de Alaró. Un conocido los vio regresando al chalé sobre las cuatro de la madrugada en el Audi TT que el padre de Coll le había regalado a su hijo.

Andreu Coll y Francisco Abas (en la foto junto al Audi TT que el padre de Coll regaló a este). Diario de Mallorca

Tres días después del crimen, la Guardia Civil escuchó cómo los dos jóvenes discutían por teléfono sobre el reparto de la herencia del padre de Coll: "A mi tía la echaremos de la empresa y el dinero se va a repartir en tres montones: para mis dos hermanos y para mí", le contó Coll a Abas. "Pues no debería ser así, ¿eh?", se quejó el zaragozano. "Que no pasa nada, Fran, que hay mucho", le respondió el mallorquín. Pero su amigo no estaba tranquilo: "Yo creo que tu tía sabe algo", sospechó. "No sabe nada. No hables de esto aquí, Fran", le advirtió Coll.

Un pacto roto

Tras ser detenidos, los dos rompieron su "pacto de silencio" y acabaron confesando. El hijo del empresario intentó justificar el asesinato de su padre aduciendo que este lo "maltrataba psicológicamente", sobre todo en el trabajo: "Me criticaba delante de los demás y me humillaba, decía que era un inútil, un desecho social y me obligaba a trabajar más horas diciendo que la familia es la familia".

Abas aseguró que actuó "por amor", que Coll le prometió que tendrían "mucho dinero para vivir juntos, aunque solo fuera como amigos", y que hacía todo lo que este le pedía. Además, restó importancia a la versión de su amigo: "Andreu discutía mucho con su padre, no eran humillaciones, pero si Andreu se iba de casa, su padre le quitaría todo. La única solución era matarlo".

17'5 y 16'5 años de cárcel

Coll y Abas fueron condenados a 17 años y medio y 16 años y medio, respectivamente. Ante el juez, terminaron pidiendo perdón por el crimen. Siguen en prisión. Según ha sabido CASO ABIERTO, no han disfrutado de ningún permiso de salida en estos años. Los informes psiquiátricos concluyeron que los dos asesinos no tenían trastorno ni alucinación derivada del consumo masivo de videojuegos y que eran conscientes de sus actos cuando planearon el crimen y lo cometieron.

Los forenses definieron a Coll como una persona "fría e inteligente, con carácter dominante" y recalcaron el odio que sentía hacia su progenitor, sobre todo desde que desahució a la madre y los hermanos de Andreu, en octubre de 2012: "Yo quería a mi padre, pero cuando no estábamos en la oficina ni en casa. Lo quería cuando estábamos en casa de mi abuelo o en el coche. Siempre he querido más a mi madre", declaró.