Las reacciones que presentaban las víctimas tras los encuentros sexuales con Jorge Ignacio P. J., acusado de matar a tres mujeres y de intentarlo con otras ocho tras anular su voluntad, prueban que el acusado las intoxicaba no solo con cocaína, sino con alguna otra sustancia que desconocen los peritos forenses y que no es posible detectar con los test básicos hospitalarios. Según aclararon los especialistas, estas pruebas usan técnicas de kit rápido, similares a un test de embarazo, y hay infinidad de drogas sintéticas y otras sustancias que con estos recursos son indetectables de no ser mediante pruebas toxicológicas «más certeras y análisis más profundos, que tardan meses».

De lo que no tienen dudas los peritos forenses que declararon ayer durante la segunda sesión del juicio por el asesinato de Marta Calvo es que cuando este tipo de reacciones «que no cuadran con los habituales efectos de la fase inicial del consumo de cocaína, como la estimulación o la exaltación» se repiten en cinco de las ocho víctimas, «esta pérdida de la consciencia ya no es una anécdota, sino una constante».

El tipo de cocaína del que hablan las víctimas es en piedra, por lo que ambos forenses, especialistas en psiquiatría, Santiago Rincón y Juan Carlos Cauto, coincidieron en señalar que dicha coca debía estar mezclada con alguna otra sustancia que la apelmazaba. «Llevaba algo que la aglomera, que no sabemos lo que es porque no hemos podido tener acceso a esas sustancias», por el tiempo transcurrido entre cada ataque y el momento en el que se relaciona a Jorge Ignacio P. J. con las muertes y con el resto de víctimas.

El relato de los peritos hizo hincapié en esta cuestión sobre la reacción descrita por las víctimas tras la administración de la droga por vía genital, que no les cuadra con la típica y propia de la cocaína. «No nos cuadra la reacción que tienen la mayoría de las víctimas, porque no había esa fase inicial de estimulación o exaltación, sino lo contrario, de pérdida de consciencia». «Cuando eso se repite en cinco de las ocho declaraciones, ya no es una anécdota, sino una constante. Desconocemos qué contaminante o sustancia podía haber en ese producto que se administraba», explicaron.

En este sentido, matizaron que el relato de las víctimas les lleva a pensar que esa cocaína estaba mezclada con otra sustancia que la apelmazaba y provocaba reacciones distintas a las de la cocaína sola. Ante las preguntas del letrado de la acusación Juan Carlos Navarro, para saber si Jorge Ignacio P. J. administró alguna droga de sumisión que anulara la voluntad de las víctimas, los forenses no pudieron determinar qué sustancia sería pero sí remarcaron que varias de las testigos sí habían consumido cocaína con anterioridad y tienen claro que aquello «no era coca, era otra cosa».

Asimismo, respecto al análisis toxicológico del cadáver de Lady Marcela Vargas, la joven colombiana de 26 años estrangulada en junio de 2019 en una casa de citas de València, la dosis de 9,31 mg por litro de cocaína en sangre superaba considerablemente el umbral de toxicidad y letalidad, situado entre los 0,25 y 5 mg/litro.

Descartan la reacción adversa

La defensa del acusado trató que los peritos ofrecieran alguna otra alternativa como causa de la muerte a la sobredosis, sin embargo, y a la espera de que en futuras sesiones depongan los médicos forenses que realizaron las autopsias a las dos víctimas mortales localizadas –el cuerpo de Marta Calvo sigue sin ser encontrado–, Cauto explicó que una supuesta reacción adversa al consumo de coca, solo se da cuando en un análisis se aprecian bajas cantidades de droga. Pero aquí no es el caso, ya que en el análisis de Lady Marcela hay tal cantidad de cocaína que ya no es una reacción adversa, sino una consecuencia directa de la gran cantidad de droga introducida en zonas erógenas de la víctima.

Tampoco surtió el efecto esperado en la defensa la pregunta sobre si su cliente era capaz de saber qué cantidad es letal para una persona determinada. «Cualquier persona que haya visto la reacción que ya ha provocado, conoce el cuadro que provoca, y aquí se repite y se habla de piedras de tamaños grandes, como aceitunas, garbanzos o lentejas», le respondió Rincón ante la cuestión planteada en busca de una posible imprudencia.

La Guardia Civil detectó "un mismo patrón sexual no consentido"

Un mismo patrón en el comportamiento del acusado en todas las agresiones, según les relataron cada una de las víctimas que sobrevivieron a los encuentros sexuales con Jorge Ignacio P. J. Así lo aseguró ayer el jefe del grupo de Homicidios de la Guardia Civil de València durante su declaración como instructor de las investigaciones. El investigador explicó que cuando empezó a publicarse la imagen de Jorge Ignacio P. J. en los medios de comunicación «las personas que hoy constan como testigos en este procedimiento se pusieron en contacto con nosotros», aunque aclaró que «antes de eso, ya estaban analizando sus teléfonos y el tráfico de llamadas de los últimos meses. El sargento primero subrayó que todas las víctimas «son chicas que se anunciaban por webs de prostitución» y explicó que inicialmente se mostraron reacias a denunciar los hechos sufridos. En el caso de la primera víctima que declaró ayer en el juicio, ésta no quería que se supiera que se dedicaba a la prostitución por sus hijos menores. De hecho fue la última en denunciar porque «no quería formar parte del procedimiento, pero sí que se supiera que había más chicas», recordó una agente de Homicidios que también declaró. Esto descarta la idea, introducida por la defensa, de que a las víctimas les moviera un móvil espurio. Según los testimonios recabados, el acusado «siempre o casi siempre se muestra deseoso o interesado en mantener fiesta blanca en las relaciones sexuales», recordó el instructor, quien hizo hincapié en que todas las víctimas «coinciden en que a la llegada él saca una cantidad importante de cocaína». En este sentido, y según explicó ante el tribunal de jurado, el acusado tendía a mostrarse muy insistente con sus víctimas para conseguir que consumieran la droga. «La que no quiere consumir, se muestra muy tozudo. Las que dicen que sí, va acompañado de masaje en el que introduce sus dedos en la zona anal y genital. Todas coinciden en que la introducción es no consentida», aclara el instructor. En algunas de las agresiones el acusado incluyó una pequeña variación, las invitaba a beber. Al menos tres de ellas relatan que perdieron la conciencia total o parcialmente, «con sueños profundos y con pérdida de la noción del tiempo».