Tercera ronda de años de cárcel para la banda del Badoo. La Audiencia Provincial de Zaragoza ha vuelto a condenar a dos integrantes de esta organización delictiva, Mohamed Achraf y Hedangeline Arrieta, a 12 años y nueve meses de cárcel, así como al pago de 20.650 euros en concepto de indemnización por secuestrar, lesionar, robar y tratar de extorsionar a Julián L. M., un empresario de Tudela con el que la mujer había contactado a través de la aplicación Badoo, para relaciones íntimas, en septiembre de 2019.

Ambos acusados ya han sido condenados anteriormente a penas que suman 46 años por el asesinato de un informático de Guecho y por un robo con violencia a un camionero de La Almunia. Ambos fueron atraídos hasta su escondite en Luceni haciéndoles creer que habían ligado con Hedangeline a través de las redes sociales, con la esperanza de mantener un encuentro de cariz sexual que acabó en una pesadilla.

En el caso ahora juzgado, la Sección Primera de la Audiencia de Zaragoza establece como probado que su víctima quedó con la mujer en la estación ferroviaria de Luceni. Allí la víctima, que no se esperaba caer en una trampa, fue golpeado por la espalda con una llave inglesa por el acusado. Trató de escapar corriendo, pero cayó por un terraplén y fue alcanzado por sus perseguidores. Allí fue amenazado por la mujer con una pistola detonadora, bajo la amenaza de “Estate quieto o te mato”.

Maniatado y amordazado en un maletero

A continuación, los imputados amordazaron y maniataron a su víctima y la introdujeron en el maletero de un Mercedes y lo llevaron a una nave donde le quitaron los objetos de valor y el dinero que llevaba encima, unos 650 euros, así como su tarjeta bancaria, exigiéndole a punta de pistola el número secreto de la misma.

Luego, tras otro recorrido en el maletero del coche, los acusados, al comprobar que en la cuenta del secuestrado no había dinero, le exigieron que les facilitara teléfonos de familiares con el fin de de pedir un rescate. Al responder Julián que su familia no tenía dinero, la mujer le amenazó diciéndole: “Si no tienes dinero, te vamos a matar, hijo de puta”.

Finalmente, una vez cometido el robo lo abandonaron amordazado y cubierto con una capucha, pero sin ligaduras en los pies, lo soltaron en un camino rural de noche donde fue auxiliado por un agricultor que pasó en su tractor. 

El tribunal considera que los acusados son responsables de un delito de robo con intimidación con uso de medios peligrosos, un delito de lesiones, un delito de detención ilegal y otro de extorsión en grado de tentativa. Los 12 años y nueve meses impuestos se suman a los 46 ya acumulados por estos dos miembros de la banda.

Mala fe procesal

En sus fundamentos de derecho la sala descarta como “estrategia” y “mala fe procesal” la petición de Achraf al comienzo del juicio de un cambio de letrado defensor.

Además, argumenta que en el juicio oral ha servido para acreditar la autoría de los delitos imputados a los acusado mediante una prueba de cargo válida que destruye la presunción de inocencia.

Para ello se basa el tribunal en la propia declaración autoinculpatoria del acusado al comienzo de la vista oral, que atribuyó asimismo responsabilidad en los hechos a Hedangeline. Esta, por su parte, manifestó que actuó en todo momento bajo las graves amenazas de Achraf, una versión que los jueces descartan.

Sin embargo, la mayor prueba inculpatoria no es la de los acusados, que mantenían relaciones sentimentales, sino la de la víctima, cuya versión “está dotada de todos los requisitos de veracidad jurisprudencialmente exigidos”.

De hecho, Julián señaló en su declaración que la mujer, que decía ser la “esclava” del coacusado, actuó en todo momento de forma “directa, destacada y eficaz”, hasta el punto de que cuando intentó escapar ella le apuntó con una pistola de apariencia real y le da una patada por detrás.

Un método brutal para conseguir sus fines

Asimismo la sala da validez a las declaraciones de los agentes e investigadores de la Guardia Civil y a los informes de los médicos.

De hecho, un experto de la Benemérita destacó en el juicio que el modus operandi fue el mismo en todos los casos. Atraían a las víctimas a través de la red social Badoo, haciéndoles creer a través de Candy, que hacía de gancho, que estaban a punto de iniciar una relación de carácter íntimo.

Además, esos encuentros tenían siempre lugar en pueblos de la provincia de Zaragoza y en todos ellos la víctima era golpeada, atada y amordazada antes de ser salvajemente golpeada con el fin de que facilitara las claves de sus tarjetas bancarias. La trasladaban de un lugar a otro, en busca de cajeros, encajadas de mala manera en el maletero de un coche, sin ninguna preocupación por su seguridad y bienestar.

Una vez logrado ese objetivo, “soltaban a sus víctimas cerca del lugar del secuestro”, salvo en el caso del informático de Guecho, al que mataron y enterraron todavía con vida en una fosa que cavaron en una zona de campos de Pedrola