Tiene 29 años y desde hace ocho meses lo buscan. Le llaman Quique, se llama Enrique Jesús Divison. "No sabemos qué ha pasado", lamenta Enrique, su padre, "es una situación muy dolorosa". El último rastro que se tiene de su hijo es del 9 de febrero en Pontedeume (La Coruña). Iba en bicicleta, quería desconectar. Se perdió su rastro. Su familia, su entorno, sus amigos y la Guardia Civil baten el terreno sin descanso. "Están haciendo todo lo posible, y lo imposible. Nadie ha dejado de buscarlo, pero nada lleva a él".  

Quique en una de las fotos compartidas en su alerta por desaparición.

Senderismo, bici, rutas, escalar, no detenerse, por muy alta que esté la pared. En noviembre (2021), Quique se instaló en Asturias. Madrileño, atrás dejaba dos años en Picassent (Valencia). "La dichosa Covid le pilló allí, en casa de unos amigos, y se puso a trabajar en una fábrica de hidrogel". Antes había estado en Francia. "Fue cuando dejó la carrera", recuerda su padre, Enrique. "Me costó encajarlo, pero era su decisión... lo respeté. Estudiaba Administración y Dirección de Empresas (ADE), en inglés, en la Universidad Rey Juan Carlos (Madrid), pero decidió dejarlo en el último curso". Quique comunicó a su padre su decisión: "esto no es lo que quiero para mí".

"Trabajó de todo. Fue buscándose la vida sin pedir ayuda y sin amilanarse nunca. Me sorprendía su valentía. Él podía tener una vida cómoda, pero no quería depender de nadie, de papá. En Francia estuvo de temporero, lo mismo cogía uvas, que manzanas, que limpiaba ostras". Antes de ir Asturias, dejó su trabajo en Valencia, "se le veía que no estaba cómodo". Pensaba en Francia. En volver. Puso su mirada en el norte, desapareció después.

Desde Asturias

"A Asturias llegó en noviembre, alquiló una casita rural", cuenta el padre del chico. Tras instalarse en el norte, Enrique y su hijo se vieron más de una vez. "Yo subía a su casa. Nos veíamos de vez en cuando. Llevaba por más de un mes. A finales de año me dijo: 'papá no subas, que voy a ir unos días con la bici y la perrilla…'", recuerda.

Ropa cómoda, algo de comida, la bicicleta, una mochila y el ordenador. Metió todo en el coche. "Bueno, hijo, nos vemos entonces a la vuelta". No volvió. "La secuencia posterior fue que de Asturias él se movió a La Coruña. Dejó a la perrilla en un hotel canino para poder salir de ruta con la bici, y desapareció".

Fotos del álbum familiar de Quique. En Asturias en una ruta que hizo junto a su padre, Enrique. CASO ABIERTO

"No ha ido a por la perrita, algo va mal"

Unos días después, el teléfono de Enrique sonó. "Me han llamado del hotel canino, Quique no ha ido a por la perrita y había quedado en ir. No responde". Enrique, padre, recuerda la llamada como si fuera ayer. "Ese fue el primer indicio, la primera señal, de que algo no iba bien". El siguiente llegaría unos días más tarde, su teléfono estaba apagado y "su coche apareció en Pontedeume". Quique no.

Arrancó la búsqueda, se dibujaron algunos de los pasos que el joven dio. "Había estado en un par de alojamientos, primero en el mismo Pontedeume (dónde apareció el vehículo), después en La Coruña. Se iba moviendo con su bicicleta y su mochila, con lo puesto, nada más".

"Llamaba a diario al hotel canino hasta que le dijeron que la perra estaba adaptada. Se quedaba más tranquilo, contestó, y se cortó la comunicación", cuenta su padre

En el hotel lo recordaban. También el dueño de un bar, a veces comía ahí. "Lo vieron bien, en ningún momento lo han visto dejado o con expresión preocupante...", traslada Enrique, "todos hablan de él como una persona cariñosa, super correcto...".

Se supo, también, que durante días llamaba al hotel canino para saber si Cumbia, su perrita, estaba bien. "Me dicen que era a diario, para ver si se adaptaba... Le dijeron: 'no te preocupes más, ya está adaptadilla' y, por lo visto, Quique le contestó: 'muchas gracias, ya me quedo tranquilo'. No ha vuelto a haber más comunicación". Quizá, duda Enrique, "refuerza que es una marcha voluntaria. Es como diciendo: me aseguro que la perra está bien... y adiós". La Guardia Civil, en paralelo, abrió el vehículo: estaban todas sus pertenencias, su teléfono móvil, sin tarjeta SIM, ropa y su ordenador.

Quique con Cumbia en una ruta por Asturias. CASO ABIERTO

Un accidente

Sin noticias, sin movimientos, arrancaron las batidas. A los agentes se sumaron un batallón de amigos que, sin pensarlo -desde Valencia, desde Madrid- llegaron a Galicia. Empapelaron la zona con su foto. "La Guardia Civil de Ferrol, encargados de la investigación, activó el protocolo de desaparición de alto riesgo, se batió la zona, por si había tenido un accidente". Quique no apareció.

La difusión de la alerta trajo consigo avistamientos. Los agentes recibieron fotos, vídeos. "La descripción era muy parecida… pero no era él". El shock se instaló en casa, en la pandilla. "¿Qué se vaya así? Sorprende, porque en lo que respecta a mí, a sus amigos… no es propio de él", lamenta su padre. "Y no era necesario. Bien me podía haber dicho: 'mira papá, me voy dos meses, tres, seis...' como hizo cuando fue a Francia. Ha sido dejar todo atrás y nada... Dejarnos en esta situación".

Una imagen de Quique en una de sus rutas y la bici que llevaba cuando desapareció. CASO ABIERTO

Monos capuchinos

Activo, fuerte, valiente, luchador, describe su padre, que recuerda una anécdota, en sus años de estudiante, que le define bien: "Cuando estaba en la universidad quería irse de Erasmus. Él estudiaba su carrera en inglés... Me viene un día y me dice: 'papá, me voy a Paraguay'. Me entró la risa. ¿A practicar inglés?". Su padre sonríe al recordarlo, hoy también.

"Se fue. Estuvo en la Universidad Americana y, cuando llegó el verano (invierno en España), se quedó allí. Se fue de mochilero los dos meses del verano de Paraguay. Recorrió toda Sudamérica: Argentina, Chile, Perú…", recuerda Enrique.

"Un día, desde allí, me dice: 'papá, he encontrado un trabajo 15 días en una ONG'. Yo, como padre, cuando oigo lo de la ONG me pongo muy contento (sonríe), hasta que me entero de que es una reserva para cuidar monos capuchinos de la caza furtiva. '¡Cada vez me sorprendes más hijo!'".

"Quique era imprevisible", afirma. "Estuvo trabajando allí encantado. Hasta el punto de que su objetivo era volver en algún momento de su vida. Yo no descarto que esté allí".

Uno de los momentos que Quique vivío cuidando monos capuchinos. CASO ABIERTO

Enrique trasladó su inquietud a los agentes de Ferrol, que le han arropado desde el primer día de la investigación. "El trato es continuo, el respaldo, están buscando a mi hijo de una forma titánica", agradece. "No como polizón, pero ¿es difícil meterse en un barco desde La Coruña, que te contrate bajo cuerda....?", les preguntó. "Hombre, es difícil, porque está todo muy controlado, pero imposible no", contestaron los agentes.

"Desde que desapareció, le he ido mandando mensajes como si estuviera: 'Quique, he leído este libro, mira a ver, te gustará'", lamenta su padre.

Marcha voluntaria, accidente... "Que ha sido voluntario, seguro; no hay indicio de criminalidad. Pero al coincidir que desaparece sin dejar rastro, indicio o advertencia, y en paralelo, que la desaparición ocurre cuando va con su bici, un accidente no se puede descartar".

Quique no ha hecho llamadas, no hay movimientos bancarios, no ha renovado su documentación. "Él está acostumbrado a buscarse la vida, no necesita nada para sobrevivir".

Quique y su padre en Asturias, en una foto del álbum familiar. CASO ABIERTO

Unidos, mucho, padre e hijo estaban en constante comunicación. "No tenía redes sociales activas. Whatsapp le saturó y lo cerró. Nos hicimos una cuenta en otra red similar. Con lo cual, estábamos solos él y yo". No hay día en que su padre no la abra. "Desde que desapareció, le he ido mandando mensajes como si estuviera: 'Quique, he leído este libro, mira a ver, te gustará'". La respuesta no llega. Piensa, teclea, borra... "¿Quique, dónde estás?".