¿Un brutal crimen machista tras disparar a su pareja en la cabeza cuando se encontraba totalmente indefensa sentada en la cama o una muerte accidental por un desafortunado tiro mientras limpiaba el arma de fuego, como sostiene el acusado? El Ministerio Fiscal no alberga duda alguna, la muerte en marzo de 2020 de Mónica Espinola, una mujer de 38 años vecina de Castelló de la Ribera, fue un asesinato por motivos machistas –la víctima le había comunicado su intención de poner fin a la relación– y por ello solicita para el procesado una pena de 27 años de prisión por los delitos de asesinato y tenencia ilícita de armas.

La acusación particular eleva su petición a los 31 años de cárcel al apreciar, además de la agravante de parentesco, que sí contempla la fiscal, la circunstancia de haber cometido los hechos por razones de género, ya que existen numerosos episodios previos de malos tratos que reflejan la relación de dominación y sometimiento de Mónica, hubiera o no denunciado los mismos.

De hecho, hay testimonios que acreditan estos malos tratos y amenazas de muerte como cuando el acusado le mostró una pistola a su pareja, la misma arma semiautomática que posteriormente utilizaría para matarla, y le dijo que tenía dos balas, «una sería para ella y la otra para quien estuviera con ella». Además en otra ocasión, estando Mónica embarazada, le propinó una patada en el estómago que le provocó un aborto, según recoge la acusación en su escrito.

Así, movido por los celos que sentía y consciente de que ella iba a poner fin a la relación, la madrugada del 6 de marzo de 2020 Juan Salvador C. M., de 33 años, cogió una pistola semiautomática que se había encontrado unas semanas atrás y de la cual carecía de licencia. Tras haber estado de fiesta esa noche, sin que Mónica se lo esperara y sin que ésta tuviera posibilidad alguna de defenderse, el acusado apretó el gatillo «a sabiendas de que el arma se encontraba cargada», según remarca la Fiscalía.

El disparo dirigido directamente al cráneo de su víctima se produjo «de forma sorpresiva e inesperada, con el ánimo de acabar con su vida o asumiendo la posibilidad de hacerlo», según matiza la fiscal. En la casa, un chalé de la partida Utxera de Castelló de la Ribera donde vivían como okupas, se encontraba también un amigo de ambos. Eran las 4.56 horas cuando telefonearon al 112 pidiendo ayuda. Con una tabla de madera la sacaron hasta una carretera situada a 500 metros, donde un SAMU la trasladó de urgencia al Hospital La Fe de València, donde falleció a las seis de la tarde del día siguiente por destrucción de órganos vitales por un disparo de arma de fuego, de 9 milímetros, en el cráneo sin orificio de salida.