En Vigo de Sanabria
Desaparecida en Zamora: 17 horas escondida en un pajar para no ir al médico
Final feliz en Vigo, como en las otras diez desapariciones registradas este año
Araceli Saavedra
Han sido 17 horas de angustia con final feliz. El caso de Paula Centeno Gago es una de las diez desapariciones registradas este año en la provincia, todas resueltas de forma positiva por la localización de las personas.
En el caso de la septuagenaria sanabresa, la mejor de las hipótesis se cumplía pasadas las 12:30 horas de la noche del martes cuando Paula Centeno Gago regresaba por su propio pie a su casa en el Barrio de Arriba de Vigo de Sanabria, tras permanecer más de 17 horas fuera de su domicilio movilizando un amplio operativo humano y de medios en su búsqueda. A punto de cumplir los 73 años, en julio, Paula no quería que la llevaran al médico.
La familia había solicitado una atención médica especializada que tardaba en llegar y que hacía prever la situación que se vivió este pasado martes. La familia apuntaba que si se escondía no iba a aparecer hasta que ella no quisiera volver voluntariamente. Y se escondió no muy lejos de casa pero nadie dio con ella pese al amplio despliegue de efectivos y medios de la Guardia Civil y de voluntarios de Vigo y de los pueblos cercanos.
Un despliegue que se mantenía pasadas las nueve de la noche cuando los agentes de la Patrulla Pegaso de Zamora con dos drones con cámara térmica sobrevolaba el término, con la colaboración de un segundo equipo de un vecino voluntario de Barrio de Lomba que puso a su disposición otro dron con cámara térmica. Este tercer aparato estuvo sujeto a la burocracia de recibir los permisos de vuelo.
Los drones de la Guardia Civil tenían un radio de 500 metros y 120 metros de altura y una autonomía de 30 minutos de vuelo y comenzaron el rastreo precisamente en el entorno de la vivienda, al lado de la ermita. Un día con mucho calor y mucha gente por el casco urbano y el entorno retrasó la hora de comenzar a volar. "Solo encontraríamos a personas buscando", reconocía uno de los expertos si se anticipaba la actuación.
Momentos antes, a las nueve de la noche, vecinos de Vigo hacían sonar las campanas de la ermita y la iglesia parroquial por si Paula estaba desorientada –Vigo es un pueblo bello pero agreste y de terreno áspero- y no veía el camino de vuelta. Por el grupo de WhatsApp se alertaba del toque de campana a concejo pero que nadie se alarmara, era para "llamar" a Paula.
"No aparecerá hasta que ella quiera volver" reconocía uno de sus hijos
Alguno de los jinetes que volvía preguntaba el motivo de tocar las campanas, tras recorrer en cabalgadura "y muchas veces a pie" el terreno porque el monte bajo no permitía ver desde arriba el suelo. En la era de los móviles Vigo está fuera de cobertura en la mayor parte del área urbana, y la rural ni se cuenta. Un problema para seguir el curso de los acontecimientos.
De profesión ganadera, Paula conocía los parajes de Vigo palmo a palmo y agentes y voluntarios revisaron una, dos y tres veces cada lugar en el que pudiera estar o esconderse. "No aparecerá hasta que ella quiera volver" reconocía uno de sus hijos, quien lamentaba que no se hubiera facilitado la atención médica que necesitaba –incluso un ingreso- ante el deterioro de su salud, aunque también reconocía que "la responsabilidad es nuestra".
Con la noche encima del cañón del Forcadura, casi a las 10 de la noche, los voluntarios de Vigo se recogían a sus casas, tras una jornada muy dura donde se dejaron todas las labores y trabajos previstos para ayudar a buscar a la vecina Paula. "La colaboración ciudadana, espectacular" reconocía un mando de la Guardia Civil. Los responsables de la Benemérita desactivaban el operativo poco antes de la una de la mañana, tras cumplirse la mejor de las hipótesis.
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