Tuvi, balbuceando ante el jurado: "La agarré del cuello para calmarla. La maté sin querer"

La defensa despliega un ataque machista y denigrante contra Wafaa para eludir la acusación de violación, que la magistrada frena en seco: «No le voy a consentir que vaya por ese camino, letrado. Aquí se juzga a David»

El juicio contra El Tuvi por la violación y asesinato de Wafaa 5 años después

Foto: G. Caballero | Vídeo: T. Domínguez

Teresa Domínguez

Teresa Domínguez

Cumplió con el guion. David S. O., de 34 años, conocido con el sobrenombre de El Tuvi, reprodujo ante el jurado, en la primera sesión del juicio que se sigue contra él por las torturas, violación y asesinato machista y xenófobo hace cinco años de Wafaa Sebbah, de 19 años, el papel de persona con una pronunciada discapacidad intelectual. Como ya hiciera en junio pasado, cuando se le juzgó por estrangular a una joven cuando era su novia, balbuceó, intentó aparentar infantilismo y mantuvo un tono monocorde sin apenas levantar la vista del suelo.

Eso, cuando se levantó para declarar, que lo hizo solo a las preguntas de su abogado, claro. Mientras permaneció sentado y esposado al lado de su letrado defensor, Vicente Benavent, su actitud fue de impasibilidad absoluta pero sin dejar de estar atento a cuanto se decía en la sala.

¿Y por qué iba a simular una discapacidad psíquica? Porque es su única posibilidad para eludir la pena de prisión permanente revisable que le acecha por este brutal crimen a petición de la fiscal, María del Carmen Nicasio Aliaga, y de las acusaciones particulares que ejercen en nombre de la familia los penalistas Juan Carlos Navarro, Jesús Ruiz de Valbuena e Isabel Carricondo.

Los cuatro han solicitado para David S. O. esa pena por haber matado a Wafaa después de haberla violado, uno de los supuestos que recoge la ley que regula pena máxima en España. Lo dice el Código Penal en su artículo 140.1 2º: «Que el hecho [el asesinato] fuera subsiguiente a un delito contra la libertad sexual que el autor hubiera cometido sobre la víctima». Así, para eludir esa condena, la defensa ha buscado tres vías que van en progresión e interrelación: primer paso, negar el delito de asesinato; si fracasa, segundo paso: negar la agresión sexual; si falla, tercer paso: si fue un asesinato y hubo violación, no se le puede aplicar la permanente revisable porque sufre un trastorno orgánico de la personalidad derivado de un antiguo accidente de tráfico.

Y comienza la escenificación de la estrategia. El acusado admitió (ya lo había hecho antes) que mató a Wafaa, aunque, en esa liturgia exculpatoria, afirmó que fue «sin querer» (de nuevo el lenguaje infantil) y que «la agarró del cuello solo para calmarla». Es decir, admite el homicidio, pero rehuye el asesinato, que se produce cuando, entre otros, hay ensañamiento (aumentar deliberada e innecesariamente el dolor y el sufrimiento de la víctima) y/o alevosía (mermar o anular la posibilidad de defensa o huida de la víctima).

Primer escollo: la extensa investigación policial, forense y judicial acredita el ensañamiento (usó hasta cuatro armas contra Wafaa, a quien tiroteó, acuchilló, estranguló y golpeó, alargando su agonía, antes de matarla y tirarla a un pozo) y la alevosía (la atacó en un lugar alejado, deshabitado a esas alturas del año -el crimen fue cometido el 17 de noviembre de 2019 en un chalé de la familia del acusado alejado del casco urbano de Carcaixent– y poco conocido para ella, la inmovilizó y ató, y, siguiendo probablemente el patrón usado con otras víctimas, la dejó inconsciente con un ‘mataleón’, algo que él mismo confesó a los forenses).

La violación

Segundo escollo: superar la violación; si no hay delito sexual, el asesinato ya no sería para ocultar aquel y no cabría la permanente revisable. ¿Cómo? Aplicando una táctica ruin que los tribunales permitían hace décadas pero no ahora: desacreditando a la víctima con expresiones vejatorias, valoraciones morales arcaicas y ataques machistas de la peor calaña.

Y eso hizo el abogado:_insinuó (se refugió en un «dicen algunos») que la joven de la Pobla Llarga se prostituía –por cierto, trató de convencer al jurado de que su cliente «no paga por sexo»:_el propio Tuvi ha reconocido ante la Policía Nacional su condición de putero cuando le tomaron declaración por su implicación en el otro asesinato que se le imputa, el de Isabell Raducanu y su bebé nonata, tras asestarle 37 cuchilladas después de dejarla inconsciente con un ‘mataleón’ cinco meses antes que a Wafaa–, afirmó que «no llevaba bragas, igual por modernismo» –la braga de Wafaa sí estaba: la encontraron dentro del mismo pozo de una finca familiar al que arrojó a la chica sin que se sepa aún si estaba viva o muerta, igual que hizo con los pantalones y las zapatillas de la joven–, dijo de ella que «no era trigo limpio» y la vilipendió por llevar pantalones ceñidos o tener «muchos amigos varones».

Y hasta ahí llegó la intentona. La magistrada le cortó en seco. Dos veces. «Letrado, ya se lo he advertido antes. No le consiento que vaya por ese camino. Aquí no se está juzgando a Wafaa sino a David».

El letrado refunfuñó, alegando que «también han dicho cosas malas de mi cliente», y siguió con su perorata misógina y machista, con preguntas como «¿a qué hombre no le gusta una chica guapa?» o tildando de «palabritas sin importancia» los mensajes islamófobos y machistas –le llamó desde «puta» a «mora de mierda», recuerda la fiscal– que David S. O. le envió por Whatsapp a Wafaa, nacida en Argelia pero que vivió la mitad de su corta vida en España, después de alguna de sus muchas negativas de la chica a tener relaciones sexuales con él.

¿Trastorno mental?

Y llega el tercer escollo. Si el defensor no puede evitar que el jurado –formado por cinco hombres y cuatro mujeres titulares, más dos suplentes (un hombre y una mujer)– le considere culpable de asesinato y de violación, buscará convencerles de que «no está bien de la cabeza», en palabras de Ruiz de Valbuena. El penalista, en su exposición inicial, ya advirtió al jurado de que «este tipo nos va a tratar de hacer creer que no está bien de la cabeza, y no es verdad. Hablará como si fuese Forrest Gump, con todos mis respetos a este, pero no es verdad. No se lo crean, es una representación. Una pantomima. Es un cobarde, pero es frío, inteligente, y siempre quiere salirse con la suya. Este señor tiene relaciones con muchas mujeres, pero cuando alguna se resiste, la ataca: es un feminicida, un dominador y ha matado a Wafaa por ser mujer. Todas las mujeres tenían que ser su objeto de deseo, plegarse a su voluntad, y a la que no le hacía caso, atentaba contra ella».

Y, ¿en qué basa el abogado ese supuesto trastorno? En un accidente de tráfico que el acusado tuvo en 2015, conduciendo bebido, que llevó a los médicos a sumirle en un coma farmacológico, tratamiento habitual en los traumatismos craneoencefálicos.

La clave será la comparecencia de los dos psiquiatras forenses del Instituto de Medicina Legal de València que examinaron a David S. O. en la prisión, que concluyen que de existir ese trastorno orgánico su influencia sería poco importante, y, sobre todo, de la forense que lo hizo un año antes. Fue ella la primera en recoger ese daño cerebral y quien varió su dictamen en el juicio celebrado en junio contra Tuvi, por lo que el penalista Juan Carlos Navarro ha solicitado su presencia en este juicio y la magistrada ha accedido.

Pucheros sin lágrimas

No fue la única lección aprendida que exhibió el acusado. Así, de la frialdad e impasibilidad mostradas mientras la sala escuchaba la cruda exposición que la fiscal y Navarro realizaron de las lesiones en el cadáver, el estado del mismo (tardó un año y siete meses en ser encontrado y recuperado del interior del pozo), la sucesión de ataques a la víctima o el modo en que la hizo padecer para finalmente asesinarla, pasó a un gesto propio de un emoticono, ­con las comisuras de los labios bajadas de manera exagerada y el ceño fruncido en señal de aflicción, pero sin lograr derramar ni una lágrima, cuando su abogado tomó la palabra y habló de él como «un pobrecito», un «chico de 29 años de buena familia al que han llamado monstruo y que quieren que meter en un pudridero» y «que hizo lo que hizo sin querer».

Wafaa Sebbah tenía 19 años cuando fue torturada y asesinada. "Era una niña alegre. Era feliz con casi nada". Así la describe su madre.

Wafaa Sebbah tenía 19 años cuando fue torturada y asesinada. "Era una niña alegre. Era feliz con casi nada". Así la describe su madre. / FOTO CEDIDA POR LA FAMILIA

«Una desgracia»

Las ‘lindezas’ del abogado siguieron inundando la sala y arrancando gestos de incredulidad entre los presentes mientras dirigía el interrogatorio a su cliente, que se negó a contestar a la fiscal y los abogados de la familia de Wafaa. Así, Tuvi aceptó con un lacónico sí cuando Benavent le dirigió la respuesta preguntándole si «a Wafaa, como a esa otra novia, la cogió del cuello para calmarla, como es habitual, no para matarla» (antes había dicho que lo mejor cuando alguien está fuera de sí «es darle un coscorrón fuerte en la cabeza para dejarlo inconsciente») o cuando le inquirió si había sido «un accidente» – «sí», fue la respuesta– o «una desgracia», a lo que siguió un «también».

Durante esa declaración, similar a la anterior, se escudó (ha usado el mismo argumento con todas las víctimas) en que Wafaa le había pedido dinero ­(según él, «mil euros» para «comprar hachís»), que él se lo negó y que ella le había atacado, por lo que «me puse fuera de mí e hice algo que no debía, la agarré por el cuello pero para calmarla». Después, asustado, asegura que le cubrió la cara, la cabeza, las manos y las muñecas con cinta americana «para no verle la cara porque me daba pena verla muerta», insistiendo en que en ese momento ya sabía que estaba muerta.

Pero erró el tiro. La fiscal pilló la contradicción al vuelo y lo dejó en evidencia cuando pidió leer en voz alta, a lo que la magistrada accedió, la declaración de Tuvi ante ella misma, pero en Alzira, durante la instrucción: «En ese juzgado, cuando dijo que la había matado accidentalmente, se le preguntó por qué razón le había puesto a continuación la cinta sobre la boca y la nariz y él respondió que ‘por si despertaba’ y cuando se le preguntó por qué temía que se despertase si había sido un accidente, como había esgrimido, guardó silencio».

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