La Guardia Civil precipitó la detención de Tuvi porque temía que "volviese a matar"
Los jefes de Homicidios de València y de la UCO describen que el perfil «criminal y homicida» de David S. O., la confesión a un amigo del crimen de la mujer embarazada y el análisis de su teléfono fueron claves en el caso
La acusación exhibe la ropa que llevaba Wafaa ante el jurado y dispara en la sala la carabina con la que la tiroteó para demostrar el terror que tuvo que sentir

Las posibilidades de David S. O. de irse con una condena baja por «homicidio simple», como pretendía su abogado, estaban muy mermadas tras el desfile ante el jurado de casi una veintena de amigos del acusado, que dejaron clara su obsesión sexual con su víctima, Wafaa, y su intolerancia a la frustración, su perfil maltratador y machista y la ausencia de una discapacidad intelectual, las tres vías que la defensa trata de escalar para evitar la prisión permanente revisable. Pero, desde la sesión de ayer, la cuarta de este juicio con jurado, esas posibilidades han pasado de escasas a nulas, tras la exposición, clara y concisa, de los dos jefes de Homicidios, el de la Comandancia de València y el de la Unidad Central Operativa (UCO) que resolvieron el caso tras un año y medio largo de investigación.
Así, el primero, concluyó ante el tribunal que «policialmente no teníamos ninguna duda de su culpabilidad tras haber reunido todos los indicios hallados en su contra, por eso lo detuvimos» el 16 de junio de 2021. Es más, el sargento ha admitido ante el jurado que «precipitamos esa detención porque, dado el perfil criminal homicida patológico de David, temíamos que pudiera matar a la chica que era su novia en aquel momento. Esa posibilidad nos metió presión y decidimos detenerlo en ese momento, incluso aunque no teníamos totalmente definido el lugar donde estaba el cadáver de Wafaa».
Acorralado en apenas un mes
Sí tenían sospechas de dónde podía estar: o en el chalé del abuelo, que es la casa en el campo donde llevó a Wafaa la tarde del crimen, el 17 de noviembre de 2019, o en la finca Vidalet. Esa sospecha se basaba, entre otras cosas, en las frecuentes pasadas que el asesino realizó con el coche en torno a las dos propiedades en los días previos a su detención, cuando sabía que el cerco se estaba estrechando porque Homicidios iba citando, como un goteo, a cada uno de los amigos y amigas que ahora han ido desfilando en el juicio. «En el análisis de sus movimientos [tenía balizado el vehículo por orden judicial] vimos que esas pasadas las hacía a baja velocidad, cuando él habitualmente conducía muy rápido», ha aclarado el agente.
Tanto él como el jefe de Homicidios de la UCO han explicado que la investigación fue costosa porque Wafaa tenía una gran vida social y que muchos de los amigos y conocidos eran de un entorno que colaboraba poco con la Policía. El punto de inflexión llegó en mayo de 2021, cuando una de las mejores amigas de Wafaa, Elisa, pidió volver a declarar para relatarle a los investigadores sus sospechas sobre el presunto asesino después de que otra amiga, la exnovia de Tuvi a la que intentó estrangular, le había contado que David S. O. había confesado a un amigo suyo que había matado a una mujer en Xàtiva [el crimen de Isabell Raducanu y de su hija nonata] y que a ella le había preguntado si sabía «cómo olía un cadáver».
La declaración de esa testigo, además, le sirvió a los agentes para constatar lo que sospechaban mucho antes: que el asesino de Wafaa era alguien de su círculo y que muchos de los que se decían sus amigos sabían mucho más de lo que le habían contado a la Guardia Civil.
Cazado por el coche y el móvil
A partir de ahí, analizaron los teléfonos de David S. O. y, a través de sus conexiones a las antenas y del contenido de sus redes sociales, confirmaron que el teléfono de Wafaa se movió en paralelo al suyo el día del crimen, el 17 de noviembre, y también los días 23 y 24 de ese mes, cuando el móvil de la joven, que nunca apareció, se conectó a la wifi pública del centro comercial de Carcaixent para manipular su perfil en Instagram. Dos agentes de la UCO explicaron ayer que constataron que el vehículo de Tuvi fue captado por las cámaras del centro comercial y afirmaron «sin margen de duda» que era el Golf del sospechoso porque, aunque no se le veía toda la matrícula, las modificaciones que le hizo para que pareciese un deportivo lo convirtieron en «único e inimitable».
A todas esas evidencias se le sumaron los antecedentes «violentos» con otras mujeres, los audios y mensajes recuperados de la nube a pesar de los «borrados selectivos» que hizo el acusado, el descubrimiento de su implicación en el crimen de la mujer embarazada y sus mentiras cuando les dijo que apenas conocía a Wafaa. Con todo ello, dieron el paso y el 16 de junio lo detuvieron en su piso de Manuel. Al día siguiente, cuando iban a empezar el registro de la casa del abuelo para localizar el cadáver de Wafaa, David S. O. acabó confesando que el cuerpo estaba en un pozo, en la otra casa, confirmando todas las sospechas policiales.
Una última pregunta al jefe de Homicidios de València, esta lanzada por el jurado. «Preguntan», le dice la magistrada, «si en las escuchas y vigilancias a las que le sometieron, se apreciaba si el acusado hablaba normal o tenía alguna deficiencia». El investigador lo deja claro: «Hablaba totalmente normal y se comportaba como una persona normal, sin ninguna patología aparente».
El tiro que estremeció a toda la sala
Antes de eso, uno de los abogados de la acusación particular, Juan Carlos Navarro, aprovechó la presencia de los dos principales investigadores, los jefes de Homicidios de València y de UCO, para pedir que se exhibieron ante el jurado las prendas recuperadas en los restos cadavéricos de Wafaa y en el pozo donde fue encontrado su cadáver, incluidas las bragas de la marca Calvin Klein que el acusado le arrancó y tiró después sobre el cuerpo, ya en el fondo de esa oquedad. Varios miembros del jurado tuvieron que apartar la mirada cuando se les mostró el sujetador, con las copas cortadas, y la braga, cuya existencia había negado la defensa de David S. O.. También cuando la agente judicial de la sala de jurado paseó ante ellos la cazadora negra de la víctima y el azadón con el que lastró el cuerpo y la cuerda que usó para ello, que estaba atada a uno de sus tobillos.
No fue lo único. Navarro también accionó el rifle de balines con el que el acusado tiroteó a su víctima, en vida, hasta en siete ocasiones (él presumió en prisión de que fueron 18). El arma debe recargarse para efectuar cada disparo. Yeso hizo, la abrió, recargó, apuntó al techo y disparó (sin munición, obviamente). Todos estaban avisados, y aún así, la reacción ante el ruido atronador hizo que cada miembro del jurado se sobresaltase en su asiento. La misma respuesta en el público, que se estremeció ante el estruendo, el mismo que la víctima, para entonces maniatada hasta los codos con cinta de embalar, escuchó un mínimo de siete veces en esa orgía de dolor y humillación a la que el acusado la sometió. Como lo define la Guardia Civil, un asesinato sádico-sexual.
El asesino, impasible en todo momento
Además, y a petición de la fiscal, los investigadores explicaron, una a una, las fotografías de la complicada extracción del cadáver, por secciones dado su deteriorado estado, del interior del pozo. Antes de todo eso y por consejo de sus abogados, Soraya, la madre de Wafaa, presente en la sala, pero con la cara enterrada entre sus manos y abrazada por su marido para soportar lo que estaba escuchando, abandonó la sala para no estar presente en la exhibición de la ropa y en el disparo del rifle. Cuando la mujer se levantó, David S. O. no tuvo empacho en enfrentarle la mirada. «¡Y encima me mira a los ojos!», le recriminó Soraya, deshecha.
El asesino, en el polo opuesto de las reacciones humanas esperables, siguió impertérrito con la mirada la salida de la sala de la mujer. Tampoco movió ni un músculo cuando fue exhibida la ropa de su víctima; y la misma impasibilidad cuando el disparo atronó la sala y encogió a los presentes. A todos, menos a él.
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