"Es claramente un crimen con firma sexual con elementos de sadismo: hay tortura y control"

El jefe de la unidad del comportamiento de la Guardia Civil declara que Tuvi hizo sufrir a su víctima a conciencia y que disfrutó mientras la torturaba y aterrorizaba

GALERÍA: Comienza el juicio contra El Tuvi por la violación y asesinato de Wafaa

GALERÍA: Comienza el juicio contra El Tuvi por la violación y asesinato de Wafaa / Germán Caballero

Teresa Domínguez

Teresa Domínguez

«Es claramente un crimen sádico-sexual en el que hay una parafernalia de dolor, de sometimiento, es lento, meticuloso, se percibe que ha disfrutado aumentado el dolor de su víctima, incrementando su terror y ejerciendo control sobre ella». Es la conclusión clara, concisa y argumentada que expusieron ayer ante el jurado el responsable y dos agentes de la sección de análisis del comportamiento delictivo (SACD) de la Guardia Civil a la hora de describir el asesinato de Wafaa Sebbah a manos de David S. O., alias Tuvi, en la séptima sesión del juicio.

El comandante Andrés Sotoca, que es doctor en Psicología, lleva 16 años al frente de esa unidad (los últimos 8, como jefe) y ha analizado y/o perfilado más de 1.000 casos que después ha defendido en juicios, no solo expuso ayer el informe que realizaron en su momento a petición del juez de Alzira sino que lo argumentó de manera brillante. Así, aclaró que para llegar a esa conclusión, analizaron todos y cada uno de los elementos que configuraban el crimen, desde los datos del levantamiento al estado del cuerpo a las prendas que llevaba y las que no, pasando por el informe de autopsia o los registros de las casas donde se desarrollaron los hechos.

De esta manera, describió, a preguntas de la fiscal, Carmen Nicasio Aliaga, que lo que se encontraron fue una víctima a la que «se le había despojado del pantalón, y de la braga y de las zapatillas, prendas que fueron arrojadas después al pozo, de manera independiente al cadáver, que solo llevaba puesto el sujetador cortado entre las copas y una cazadora, que le fue puesta más tarde, y que no conservaba la camiseta, que es importante, porque el resto de toda la ropa estaba dentro del pozo. Eso nos indica claramente que se trata de un homicidio sexual. Despojar de ropa a la víctima solo puede tener una finalidad sexual. ¿Por qué iba a perder el tiempo en desnudarla si no había un ánimo libidinoso?», se preguntó.

«Disfrutó con el sometimiento»

A su juicio, y dadas las lesiones halladas en el cuerpo –los siete disparos, al menos, y las tres cuchilladas, como mínimo, todo ello en zonas no letales–, el acusado «buscó aumentar el sufrimiento de la víctima de una manera lenta, disfrutando con ese sometimiento, con el dolor que le infligía y el control que ejercía sobre ella».

Además, puso de relieve que «solo tenemos la foto fija del final, de cómo fue encontrada, pero no el vídeo de lo que pasó antes. En el pozo había más cinta sin usar, así que es más que probable que la tuviera atada con otros elementos antes del encintado final que le causa la muerte y que, como el de los brazos, es lento, exhaustivo, meticuloso. Para inmovilizarla, no era necesario utilizar toda esa cinta. Son vueltas y vueltas y vueltas... Eso nos marca que se trata de un tipo que ha disfrutado mientras lo hacía, nos habla de ‘bondage’».

«Hay una firma clara de homicidio sexual. Una mujer semidesnuda, con los genitales al aire, con una violencia y un sufrimiento innecesario y desmesurado, ataduras excesivas. Además, para determinar que hay bondage, la bibliografía y la experiencia del FBI recoge cuatro criterios: que haya ataduras excesivas e innecesarias, y aquí lo tenemos; variedad de posiciones, no lo sabemos pero es fácil intuir que así fue, de hecho hay disparos frontales y por la espalda mientras la tiene desnuda, al igual que las cuchilladas, posiblemente con los ojos vendados para aumentar su terror ante cada ataque inesperado y ante el sonido de cada disparo; pulcritud, y la hay: es meticuloso y sigue un orden determinado, un brazo, otro brazo, la cabeza, es lo que le proporciona excitación por la sensación de control y dominación; y la deshumanización de la víctima: la deja con los genitales desnudos para dejarla expuesta y luego la somete a actos que la despersonalizan, la deshumanizan. Cumple todos los requisitos», concluye.

Sotoca ha explicado, además, que se observan «tres elementos fundamentales: una violencia lenta y continuado de tortura, aparece una agresión sexual, que es la motivación de toda la acción, y la fantasía sobre la dominación de la víctima que ejerce a través de las ataduras. En definitiva, la única hipótesis que explica de manera integral todos los elementos es el crimen con motivación sádico-sexual».

Acciones no impulsivas

Tras ellos, comparecieron tres psiquiatras forenses del Instituto de Medicina Legal (IML) de València, los dos de València que emitieron el informe de imputabilidad por el caso Wafaa, la de Alzira que redactó el solicitado por el juzgado a raíz del intento de estrangulamiento de otra víctima, una ex novia y el psiquiatra particular que la madre contrató después de que la Policía Nacional citara a su hijo a declarar por el otro asesinato que se le imputa, el de Isabell Raducanu y su hija nonata de seis meses de gestación.

La prolongada exposición de los tres peritos judiciales y del médico privado sirvió para apuntalar que, más allá de lo que él les aseguró en las entrevistas (seis con los dos psiquiatras del caso Wafaa, y una con los otros), no existe constancia alguna de que tuviera una adicción al alcohol o las drogas y, en todo caso, no influyeron en el asesinato de Wafaa, por un lado. Y, por otro, que el daño cerebral que se le detectó tras el accidente sufrido en diciembre de 2015 y los posteriores dos meses en coma, no ha afectado de ninguna manera a su capacidad de conocer y, si acaso, pudo hacerlo, pero de manera leve, a su voluntad. Eso sí, solo en el primer impulso, el de estrangular a Wafaa. «Pero no en todas las acciones posteriores: cuando voluntariamente la soltó, cuando le disparó y acuchilló, cuando la trasladó en el coche y cuando ocultó el cuerpo en el pozo, con mucha eficacia, ya que no fue hallada hasta más de un año y medio más tarde», concluyó el psiquiatra forense del IML José Francisco Taverner.

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