El misterio de los 5 kilos de cocaína que alguien robó en el Puerto de València a la red de Darwin y de Brutus
Los dueños en Colombia de los 1.650 kilos de droga iban a pagar a los dos presuntos jefes de la trama y a sus cuatro principales colaboradores con 10 kilos de coca a cada uno
El cartel de Colombia con el que negociaba la banda de Darwin y de Brutus –los alias usados en las conversaciones a través del servicio de mensajería encriptada Sky ECC que la Guardia Civil y la Fiscalía antidroga atribuyen a Fernando M. S. y a Onofre G. R.– apalabró el envío de 1.650 kilos de cocaína de una pureza que rayaba el 71 % en dos contenedores, contaminado cada uno de ellos con 825 kilos, que llegaron al Puerto de València el 22 de agosto de 2020, el año de la pandemia, a bordo del buque Oakland Express.
Como pago por organizar la importación y posterior distribución de esas casi dos toneladas de cocaína, según se desprende de esas conversaciones extraídas de Sky después de que la policía francesa y la holandesa destripasen su algoritmo en 2021, los dueños colombianos de la mercancía habían pactado, presuntamente, con Fernando M. S. el pago en especie de 10 kilos a cada uno de los cinco principales operadores valencianos: el propio M. S., alias Darwin o Valen en las conversaciones; el otro presunto colíder de la trama, Onofre G. R., quien al parecer usaba el nickname de Brutus (ha sido campeón de Culturismo y es dueño de un importante gimnasio en Quart de Poblet entre cuya clientela había numerosos policías, guardias civiles, militares y vigilantes); y cuatro de sus principales lugartenientes u hombres de confianza. Los seis, en igualdad de condiciones.
Sabían dónde había patrullas
Sin embargo, las cosas se torcieron. A lo largo de los días 24 y 25, después de que dos de los acusados, ambos trabajadores del Puerto, averiguasen la ubicación exacta de los contenedores en la maraña de las terminales de los muelles valencianos, cómo acceder y moverse por el recinto con camiones dotados de falsas órdenes de trabajo y de qué manera eludir a la Guardia Civil sabiendo por dónde patrullan sus agentes, comenzó la operación de rescate de las mochilas.
Los 825 kilos del primer contenedor fueron extraídos y traspasados a los camiones el día 24 de agosto en varios viajes sin más problemas. Pero el 25 la misión se quedó sin concluir. Cuando llevaban recuperados algo más de 700 kilos, abortaron porque se dieron cuenta de que iban a soprenderlos en plena faena, o bien por una mala organización de la logística o bien por la posible irrupción casual en ese pasillo del contenedor de alguien ajeno al negocio. El caso es que salieron huyendo y se dejaron 122 kilos de cocaína en varias mochilas dentro de ese segundo contenedor.
Había que explicárselo a los colombianos. Lo mejor para un narco, en ese caso, es que se publique la incautación de la droga que no ha llegado al destino previsto: la información de los medios de comunicación es una garantía ante el dueño de que nadie a este lado del océano les ha robado, sino que la mala suerte (o la pericia) ha hecho que las fuerzas de seguridad detecten el alijo y lo confisquen.
¿Sospechas o certezas?
La sorpresa llegó cuando se enteraron de que la Guardia Civil del Puerto únicamente había confiscado 117 kilos, después de ser alertada, al parecer, por vigilantes de una empresa de seguridad privada que prestaba servicio en la terminal y que vieron el contenedor abierto de par en par. ¿En qué manos se quedaron enredados esos cinco paquetes de cocaína de a un kilo cada uno? Es un misterio que ni los investigadores antinarcóticos del EDOA y de la UCO ni los 16 procesados por ese cargamento han conseguido desentrañar.
Aunque lo cierto es que, dado el contenido de las conversaciones en Sky, la organización supuestamente capitaneada por Darwin y por Brutus para quien la Fiscalía antidroga pide 167 años de cárcel por este cargamento, que iban a vender a 27.000 euros cada uno de sus diez kilos para obtener una ganancia limpia de 270.000 euros libres de impuestos por los servicios prestados, sí muestra en esos mensajes, donde hablan a tumba abierta porque se sabían protegidos por la encriptación, la convicción de saber quién o quiénes les birlaron esos cinco kilos de cocaína.Al precio del momento, unos nada despreciables 135.000 euros.
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