Investigación
Un juez investiga agresiones sexuales a menores en una iglesia evangélica de Barcelona
Al menos se han contabilizado 14 víctimas abusadas por cuatro miembros de la comunidad, aunque, por ahora, solo dos han denunciado

J. G. Albalat | Germán González
J. G. Albalat | Germán González
“Nací en una iglesia evangelista”. Esta es la carta de presentación de Josué Soler Fernández, de 28 años, quien denuncia que, siendo menor de edad, sufrió durante años agresiones sexuales por parte de un feligrés entonces menor de edad y también de T. A., responsable de actividades lúdicas de la Iglesia Samaria de Terrassa, en Barcelona. Este joven, sin embargo, no es la única víctima de abusos de esta congregación que llegó a tener unos mil miembros. Un compañero suyo, C.S.V., también ha denunciado al mismo coordinador. Según ha podo saber El Periódico de Cataluña han salido a relucir, por ahora, 14 víctimas abusadas por cuatro miembros de esa comunidad. En el punto de mira se encuentran la entidad religiosa y sus dirigentes, a los que se les atribuye presuntamente haber tapado esas prácticas.
Un juzgado de Terrassa ha admitido a trámite la denuncia presentada por Josué Soler y por el otro joven contra T. A., que dirigía actos festivos y obras de teatro y clases de baile. En la nave que ocupaba la Iglesia Samaria en la carretera Montcada, que cerró en 2022, se ha instalado otra entidad religiosa del mismo credo que no tiene nada que ver con la denuncia.
El magistrado Marco Melendi ha abierto una investigación, aunque ha trasladado a la fiscalía de menores uno de los dos casos expuestos por Josué, ya que el presunto agresor, el feligrés, tenía 16 años cuando ocurrieron los hechos. Sin embargo, el juez lleva las pesquisas por los supuestos ataques sexuales del coordinador de las actividades lúdicas.

En este local de Terrassa estaba la Iglesia Samaría, aunque ahora hay una comunidad evangelista que no tiene nada que ver con la denuncia. / Redacción
El que fuera pastor de esa comunidad, José García, y su mujer niegan a este diario haber encubierto agresiones sexuales, aunque reconocen que, al recibir la noticia de que T. A. se había "sobrepasado con los niños", lo echaron. García precisa que él "no tiene ninguna responsabilidad", a la vez que admite que, años después de que ocurrieran los hechos, se vio con Josué y este le trasladó que él y otros tres muchachos habían sufrido abusos. La esposa agrega: "Como pastores no hemos ocultado las cosas y nuestra iglesia siempre fue legal".
Manipulación y vulnerabilidad ante los abusos
“Estamos hablando de hechos muy graves, en concreto agresiones sexuales a menores por parte de uno de los líderes de esa iglesia y encargado de actividades lúdicas. Además, un elemento importante es la manipulación mental que habían sufrido esas personas, para quienes la única realidad que han vivido era la que le había transmitido un entorno que decía que lo que había fuera de la iglesia era negativo para ellos", explica la abogada de los denunciantes, Mónica Santiago, del despacho Vosseler. "Les ponían vídeos de personas explicando el horror del infierno, siempre y cuando no siguieran las indicaciones de la iglesia. Por lo cual, la manipulación psicológica desde que eran niños les hacía vulnerables a cualquier tipo de abuso, que es lo que acabó pasando”, recalca la letrada.
La denuncia relata que esta iglesia evangélica estuvo liderada por un pastor que, de “forma progresiva”, fue “colocando” a miembros de su familia y “amigos”. Los miembros de la comunidad se reunían en sus instalaciones sobre todo los fines de semana, “siendo cada vez más afines personas con pocos recursos y vulnerables” que encontraban en los sermones del pastor “cierta esperanza de mejorar su situación si confiaban en sus palabras, que resultaban ser la de Dios”, precisa el documento.
Los feligreses no solo acudían a actividades religiosas, sino que también celebraban actos festivos juntos. La iglesia contaba con comedor social y espacios donde poder dejar a los niños si no se tenía ayuda. Incluso algunas personas llegaron a vivir en aquellas dependencias. A cambio, los miembros de la congregación, según la denuncia, entregaban el 10% de sus ganancias laborales. En “muchos casos" también se donaban otras sumas de dinero para participar “activamente” en el mantenimiento de la iglesia o para construir un nuevo centro que nunca se llegó a levantar.
Desde pequeño
Los dos jóvenes que, por ahora, han denunciado las agresiones sexuales acudían a la iglesia desde pequeños, animados por familiares que profesaban la misma fe. Josué recuerda que iba los sábados y domingos. Sus padres eran los primeros que llegaban porque eran los cocineros. La denuncia expone que las agresiones sexuales comenzaron cuando solo tenía 8 años, aunque él recuerda que quizá desde los seis años. Las primeras las cometió un feligrés entonces menor de edad. El agresor aprovechaba los rincones de la iglesia para atacarle sexualmente y, al menos, tres veces, asegura, lo violó. Más tarde, entró en contacto con T. A., con quien ensayaba las obras de teatro. Este, asegura Josué, le hacía quitar la ropa para tocarle y masajearle cuando tenía 15 años. A raíz de esta situación, el joven abandonó la iglesia, aunque no explicó lo sucedido a sus padres hasta pasado unos años.
El otro denunciante, C. S. V., también comenzó a ir a la iglesia evangélica de pequeño y la dejó a los 18 años. Según su versión, uno de los referentes de la comunidad era T. A., que intentaba quedar a solas con los chicos que iban a participar en un ensayo cuando en el local había menos gente. “Así es como se produjeron los abusos sexuales”, apunta la denuncia.
En el domicilio del denunciado
En una ocasión, el 31 de diciembre de 2013, C. S. V. acudió al domicilio de T. A. En la casa no había nadie. Él tenía 15 años y el denunciado le depiló las piernas. Luego el presunto agresor se rasuró los genitales delante suyo. A continuación empezó a hablar de Dios y “de lo malo que es el pecado de la masturbación”, al tiempo que aplicaba crema en los genitales al adolescente, quien le dijo varias veces que parara. Finalmente, le practicó una felación. "Solo te estaba poniendo crema, ha sido un accidente y le puede pasar a cualquiera", le dijo. A partir de ese momento, comenzó una “estrategia de manipulación” y acoso en redes sociales. Los tocamientos se prolongaron en el tiempo.
Cinco años después de la agresión sexual en el domicilio de T. A. y del “largo periodo" de acoso y abusos, esta segunda víctima decidió hablar con la hija del pastor y “también líder del grupo”, a quien le envió fotos de los mensajes recibidos. Al cabo de unos días se convocó una reunión y, precisa la denuncia, T. A. reconoció haberle agredido sexualmente y haberle acosado, por lo que, siempre según la acusación, se decidió separarlo de sus funciones como responsables de actos lúdicos y del contacto con menores. Al poco tiempo, sin embargo, las medidas se relajaron. "Todo volvió a la misma situación anterior", recoge la denuncia.
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