El juez cree "más que probable" que haya un segundo autor en el crimen del canónigo emérito de la catedral

El fiscal se suma a la defensa y pide al magistrado que se siga investigando "dado el resultado de la prueba": no hay ADN, ni huellas, ni dato alguno que sitúe al único encarcelado en la escena del crimen

Miguel V. N., que sigue en prisión, mantiene desde el principio que el asesinato lo cometió un temporero del que dio nombre y domicilio

Operarios del retén fúnebre retiran el cadáver de Alfonso López, el día en que fue descubierto el crimen.

Agencia ATLAS

Teresa Domínguez

Teresa Domínguez

València

Más de un año después del asesinato del canónigo emérito de la catedral de València Alfonso López Benito, hallado asfixiado y vestido solo con un calzoncillo en su cama del piso del arzobispado del 22 de la calle Avellanas en la mañana del 23 de enero de 2024, el juzgado sigue sin disponer de una sola prueba que incrimine de manera directa al único acusado en la comisión del crimen. Consciente del escollo para llevar el caso con éxito ante un jurado, el fiscal y el propio juez, titular del Juzgado de Instrucción 19 de València, han empezado a creer que ese único acusado, Miguel V. N., en prisión desde el 27 de enero, decía la verdad cuando afirmaba que él no había matado al cura, que lo había hecho un conocido suyo, temporero como él, y que su única implicación fue sacar dinero de los cajeros y comprarse un suéter, unas zapatillas y algo de comer y beber con las tarjetas de la víctima, las mismas que le intervino el grupo de Homicidios cuando lo arrestó en el Hostal Abastos, ubicado a 300 metros de la Jefatura Superior de Policía de València, dos días y medio después del crimen.

Ambos, juez y fiscal, lo han expresado con claridad cristalina en sendos escritos. Primero fue el representante del Ministerio Público quien, en contra de lo que suele ser habitual, se adhirió a un recurso del abogado que defiende a Miguel V. N., el penalista valenciano Jorge Carbó, en el que expresa, sin rodeos, que "dado el estado de las investigaciones y lo manifestado por el recurrente en su escrito, debe aclararse si existe esa posibilidad, fundamental para poder determinar la más que probable existencia de un coautor del asesinato, visto todo el resultado de la prueba y con la finalidad de agotar las posibilidades de la investigación".

El juez adopta el párrafo entero como fundamento jurídico para revocar un escrito firmado por él en el que zanjaba una petición de la defensa para que la Policía recuperase los chats de Whatsapp del encarcelado en los que, aseguraba, estaba la prueba irrefutable de la existencia de ese otro temporero que habría sido el autor material del crimen.

Rifirrafe por la búsqueda de los wasaps

Inicialmente, la jueza que sustituyó unos meses al juez titular, ausente por una baja, había accedido a la petición de Carbó de acceder en remoto a la última copia de Whatsapp del único encarcelado, por lo que había ordenado a la Policía Nacional que llevase a cabo las actuaciones necesarias para conseguirlo.

Sin embargo, los investigadores respondieron que no podían porque no disponían del terminal de Miguel V. N. -perdió o le robaron el móvil la noche antes de su detención, tras emborracharse en un bar especializado en música latina-. Ante esa respuesta, el 10 de enero, el juez titular, ya de regreso, dio por buena la contestación policial y rechazó seguir esa vía de investigación.

Sin embargo, la defensa volvió a protestar, esta vez por la vía del recurso de reforma, reiterando que la propia Policía había obtenido desde la nube la copia del Whatsapp de Alfonso López, instalando la aplicación en un teléfono virgen, porque buscaban contrastar si los mensajes almacenados virtualmente eran los mismos que había en el terminal que le intervinieron a Miguel V. N. durante su detención. Es decir, querían ver si el sospechoso había borrado mensajes que le relacionaran con la víctima comparando ambos chats. Y no, no había borrado nada: ambas conversaciones, la de la nube y la física eran idénticas. El letrado insistía en que la Policía no explicaba en su contestación al juzgado por qué no se podía repetir esa mecánica con los chats de Miguel V. N., imprescindible, a su juicio, para buscar a ese segundo implicado, cuyo número de teléfono desapareció con el móvil del único encarcelado, en cuya agenda sí que figuraba.

Ni ADN, ni huellas del encarcelado

Ahora, ante la exposición del abogado y vistos los resultados de todas las investigaciones -pese a la violencia desplegada para acabar con la vida del cura, asfixiado probablemente con la almohada o con un trapo, no hay un solo resto de ADN de Miguel V. N. en la escena del crimen o en el cuerpo; tampoco hay una sola huella dactilar suya-, el juzgado ha anulado su resolución para reactivar esa vía: la de tratar de identificar y localizar a ese hombre del que Miguel V. N. ya le habló a los investigadores nada más ser detenido, y del que ha aportado nombre de pila -M.-, nacionalidad -colombiano- y hasta una descripción y ubicación aproximada de su domicilio.

Hay que recordar que en esa misma escena del crimen y en el resto de la casa sí fueron aisladas huellas que no han sido identificadas y ADN de dos varones desconocidos. Uno de esos perfiles genéticos, de hecho, está en un punto especialmente incriminatorio: en la funda de la almohada. Y hoy por hoy ese ADN sigue sin dueño.

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