El 'Taller del alemán': ¿Un templo del urbex, una joya del racionalismo alemán o la sombra de un pasado nazi?

El edificio abandonado donde fue hallado asesinado el violinista callejero estadounidense Djinn Maury fue levantado en 1956 por un prestigioso mecánico alemán, Franz Götz, a quien se relacionó con un nazi huido de Alemania tras la II Guerra Mundial

Las ruinas, reivindicadas por arquitectos por su estilo racionalista industrial, es hoy un lugar de peregrinación para la exploración urbana

Teresa Domínguez

Teresa Domínguez

València

El viento barre cada rincón y arremolina las basuras en los rincones, cristales inexistentes dejan pasear la mirada por todo el recinto, cascotes diseminados, carteles mutilados, una higuera que invade sin pudor lo que un día fue la recepción, fosos de mecánico que por alguna razón conservan un hilo del penetrante olor de la valvulina, la mirada muda de los grafitis que dan color al taciturno gris del hormigón de las recias paredes aún en pie, pintadas sin sentido y eslóganes pueriles, hierros retorcidos y botes de aerosol vacíos, cientos de ellos, tapizando los suelos... Es el paisaje que hoy domina lo que un día fue el faro para cualquier camión (o coche diésel) en apuros: el Taller Götz, más conocido como el Taller del alemán. Un complejo arquitectónico con elementos inconfundibles del sobrio racionalismo alemán del primer tercio del siglo XX que hoy parece el fósil de un brontosaurio industrial y que hasta los años 90 se alzaba orgulloso a la entrada sur de Sagunt, por la carretera que iba a Puçol y de ahí, a València.

Djinn Maury, el violinista asesinado en un edificio abandonado de Sagunt

Daniel Tortajada

Levantado a mediados de los años 50 por el mecánico alemán Franz Götz, lo que le ha valido desde siempre el sobrenombre de 'Taller del alemán' en un alarde de originalidad popular, es hoy un complejo en ruinas al borde mismo de la V-23, enclavado entre el acceso a la autovía A-23, la de Aragón, y la vía férrea que comunica Sagunt con València. En Sagunt están convencidos de que el Götz original llegó a tierras valencianas después de la Segunda Guerra Mundial, con los mandos nazis en fuga buscando refugio en Suramérica y en la España franquista que los acogió con los brazos abiertos.

Pero, al parecer, no es así, según reza la biografía familiar del 'quiénes somos' en lo que fue la página web de Gotz Autos, el último coletazo mercantil de la saga que dejó de existir como concesionario oficial de Opel en València en 2017 tras su liquidación.

El mecánico que llegó con el tren

Por cosas de la indeleble huella digital, esa información sigue aún disponible y afirma que el Franz Götz original, nacido en 1905 en Staufen/Breisgau (Alta Selva Negra, Alemania), llegó a España en 1926 como encargado de mantenimiento de la maquinaria pesada de una empresa alemana que estaba construyendo la red ferroviaria de la provincia de Alicante, cuyo centro de operaciones era la población de Ibi. Y por cosas de otra huella, la genética, una rama se integró en la industria juguetera.

Dos años más tarde, en 1928 se independizó y fundó en Alicante su primer taller de automoción, y ocho años después, en 1930, da el salto definitivo a Valencia, montando un pequeño taller de reparación de maquinaria industrial y de camiones en el 327 de la calle San Vicente. Enseguida adquirió el sobrenombre que acompañaría para siempre sus negocios: El 'Taller del Alemán'.

En esa biografía se obvia qué sucedió en la siguiente década, marcada a fuego por la Guerra Civil. Solo se explica que en 1940, en plena posguerra, Götz traslada su taller "a unas instalaciones mucho más grandes" en el 1 de la calle Amadeo de Saboya, justo al lado del Palacio de la Exposición y el Edificio de Tabacalera Española. "Es aquí", presume esa historia de vida de la antigua web de Gotz Autos, "donde se confirma como la gran referencia en reparación de vehículos a motor diésel, llegando a recibir la distinción de oro en el apartado calidad de la Copa Mundial Bosch de Inyección de 1985".

El depósito de alimentos de los nazis huidos

Pero también es ahí donde el fantasma del nazismo vuelve a planear sobre la figura del alemán y su negocio. En 1946, está documentado que su taller sirvió como depósito de alimentos a Georg Albert Querschfeld, un reconocido nazi, jefe en València de la Deutscher Unterstüzungs y de la Nationalsozialistische Volkswohlfahrt (NSV), algo así como el organismo de apoyo a los alemanes refugiados, el primero, y la organización de asistencia social activa durante el III Reich y, después, en los países donde los nazis escaparon de los procesos judiciales y las detenciones puestas en marcha por los aliados a partir del fin de la guerra, en 1945.

Esos documentos explican que Querschfeld, a quien se consideraba un rey del mercado negro, fue detenido, encerrado en un campo en Alemania e interrogado por los británicos en 1945, y que a principios de 1946 fue trasladado a España en una operación de repatriación orquestada por el franquismo.

La relación de Querschfeld con el fascismo es tan clara que su presencia en València ya está documentada en 1936, cuando funda Querchfeld Bronces (así, con su apellido españolizado), posiblemente como tapadera de otras actividades y que será el germen de su siguiente empresa, Querchfeld Bronces Artísticos, la que funda tras ser rescatado de los aliados y que contó con los parabienes del dictador Francisco Franco para importar y exportar herrajes, es decir, para poder introducir y sacar mercancía de España con total tranquilidad desde su local del barrio de Tormos, en la Saidïa.

Un genio de la mecánica

Mientras, Götz, estaba cada vez más asentado Su fama que le precedía: "Mi padre llevaba siempre ahí los camiones; era el mejor en los sistemas de inyección", explica un empresario valenciano que le conocía. El 14 de octubre de 1957, como a tantos otros comerciantes, la riada se le llevó el taller. Aunque reabrió a los tres meses, "con el esfuerzo de todos los trabajadores", su idea era huir del río, así que en 1961 se trasladó al 27 de Micer Mascó, sede del concesionario oficial de Opel y Chevrolet en los siguientes años, y donde permaneció hasta la extinción de la empresa, en 2017.

Pero volvamos a los 50. Antes de la riada ya pensaba en la expansión hacia fuera de la ciudad. En 1955, dos años antes de la catástrofe que hundió València bajo las aguas, ya tenía sobre la mesa el proyecto-rey: el inmenso complejo diseñado por un arquitecto siguiendo los cánones del racionalismo alemán que se iba a alzar, con su distintiva torre central acristalada, dotada incluso con habitaciones en las partes altas para albergar a los camioneros en ruta mientras sus vehículos eran reparados en los fosos de la planta baja, en la entrada sur de Sagunt, justo al borde de la carretera que enlazaba València con la capital del Camp de Morvedre.

Asesinan al violinista callejero estadounidense Djinn Maury en un edificio abandonado de Sagunt

Daniel Tortajada

El declive del coloso

Dicen que Franz -todos le llamaban Francisco, en realidad- tenía un don: con solo escuchar el sonido de un motor en marcha podía diagnosticar la avería. El negocio, abierto en 1956, floreció enseguida y esa torre central fue el faro de miles de camiones durante décadas. Tanto, que hubo ampliaciones y más ampliaciones, la última de 1981, hasta convertirlo en el inmenso complejo de hormigón de 6.500 metros cuadrados que sigue irguiéndose orgulloso entre las autovías y la vía del tren, mientras el interior se descompone por el abandono y el vandalismo.

El cierre de los Altos Hornos de Sagunto en 1984 fue el comienzo de su declive. Tras el cierre de las instalaciones, empezó el declive del Taller del alemán. Desde entonces, distintos arquitectos han propuesto su conservación como referente de ese racionalismo alemán, el ayuntamiento y su siguiente propietario han explorado desde convertirlo en un centro de acogida para los amantes de la Naturaleza que recorren la vía verde Ojos Negros hasta un espacio de exposición de arte urbano -que ya lo es- o un Bien de Relevancia Local (BRL), pasando por localización cinematográfica -sirvió de escenario en el rodaje de un corto en 2013- y atalaya de protestas contra Peter Lim.

Explorar y fotografiar edificios en ruina

Y en lo que realmente se ha convertido es en lugar obligado de peregrinación para los cada vez más numerosos amantes del urbex, esa afición por explorar edificios y recintos abandonados y ruinosos en los que tomar fotografías artísticas que inundan luego plataformas visuales como Instagram, Facebook, Flickr o TikTok.

El Taller del Alemán aparece en todas y cada una de las aplicaciones -con sus mapas- especializadas en urbex y fue precisamente una pareja de exploradores urbanos quienes encontraron, en esa cuarta y última planta de la torre sur del complejo el cuerpo momificado de Djinn Maury, un artista callejero de 39 años, un violinista autodidacta y genial, acuchillado por alguien que le dejó desangrándose hasta la muerte, solo, a 8.936 kilómetros de su Portland (Oregón, EEUU) natal, tirado sobre el colchón de la atalaya que fue su vivienda alternativa desde 2020 y desde cuya azotea dominaba cada amanecer y cada atardecer la vasta extensión de naranjos, mar y carreteras a los pies de ese enclave.

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