Condenado por la agresión sexual a una anciana de 87 años en València
Seis años y cuatro meses de prisión al considerar la violación en tentativa y aplicar la atenuante de embriaguez

Ignacio Cabanes
La violación a una anciana de 87 años en València, cuyo agresor sexual fue detenido el pasado verano en Francia tras siete años fugado, finalmente ha sido castigada con una pena de seis años y cuatro meses de cárcel. La Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Valencia condena al acusado por un delito de agresión sexual con penetración en grado de tentativa, con la agravante de reincidencia - este mismo sujeto ya fue condenado en 2009 por otra agresión sexual – y la atenuante analógica de embriaguez.
Pese a que la sentencia tiene en cuenta el delito agravado por la especial vulnerabilidad de la víctima, la baja pena responde al hecho de que la violación sea considerada en tentativa, pese a que la octogenaria presentaba lesiones en la zona vaginal, y se aprecie la atenuante por haber actuado bajo los efectos del alcohol por la mera declaración de un testigos que aseguró que le parecía que el asaltante fuera “borracho”. Además, tampoco se le condena por el delito de lesiones, ya que “todas las lesiones fueron consecuencia de golpes directamente dirigidos a la ejecución del acceso carnal violento”.
Los hechos ocurrieron sobre la 17.15 horas del 6 de septiembre de 2017 cuando el acusado, de 47 años y nacionalidad senegalesa, de forma que no consta acreditada, entró en la vivienda de la anciana de 87 años, en la calle Cuba de València. Tras sorprenderla en la cocina, “con la finalidad de satisfacer sus deseos libidinosos, la agarró y la arrastró hasta su dormitorio, donde la tiró en la cama”, según los hechos probados. El ahora condenado “se colocó encima de ella y mientras le propinaba golpes, consiguió quitarle las bragas y le separó las piernas para poderla penetrar vaginalmente”. Todo ello mientras la octogenaria se resistía, le golpeaba y le decía que podía ser su madre, hasta que el violador cesó en su conducta y optó por marcharse del domicilio, dejando olvidada sobre la cama una mochila de tela que portaba con efectos personales. Esta pista sería clave para que la Policía Nacional pudiera identificarlo.
Eso sí, al huir a Francia tras la brutal agresión, no fue hasta el pasado mes de junio cuando el sospechoso, identificado por ADN, fue detenido en el país galo por la orden de detención europea dictada en su día.
El testimonio de la víctima
La defensa trató de invalidar el testimonio de la anciana como prueba al haber sido realizado sin la presencia del acusado ni de representante legal alguno -ya que en ese momento no estaba identificado-. No fue hasta febrero de 2018 cuando gracias a las muestras biológicas recogidas por la policía se pudo identificar por ADN al presunto violador, y el juez instructor ordenó su búsqueda y detención. El pasado mes de junio de 2024 el ahora condenado fue detenido en Francia, y un mes más tarde fue entregado a las autoridades españoles. Aunque en ese momento la anciana todavía estaba viva, su delicado estado de salud hacía imposible que se le pudiera tomar de nuevo declaración -esta vez ya con el acusado - . De hecho, la víctima falleció a los 94 años el pasado 29 de agosto de 2024, antes de poder ver que se había hecho justicia con su agresor.
Pero ha sido precisamente su declaración la que a la postre ha rebajado la penalidad de su agresor. La mujer relató en la prueba preconstituida que su asaltante la golpeó, la tiró a la cama, se bajó la bragueta y que ella le suplicaba que podía ser su madre y se encomendó a Dios. Así confesó “juraría que no me violó”, aunque sí presentaba lesiones vaginales y todo el relato de hechos que realizó corresponden a una agresión sexual con acceso carnal. Asimismo, los médicos que la exploraron en su día también hallaron hematomas en la zona interna de los muslos compatibles con maniobras de separación de las piernas. Su hija, que declaró como testigo de referencia en el juicio, explicó a Levante-EMV que su madre le confesó que este hombre la había violado y que desde ese día ya no quiso volver a hablar de ello. “Mi madre ya no volvió a ser la misma persona desde ese día”.
La mochila que llevó a su detención
La sentencia argumenta que incluso aunque se prescindiera de la declaración de la anciana como prueba válida, hay suficiente material probatorio como para enervar la presunción de inocencia del acusado. La prueba clave que permitió la identificación del ahora condenado es una mochila que la policía encontró en la habitación de la víctima con efectos personales del acusado. La misma tenía una inscripción que los llevó hasta un bar de la Ribera Alta, y a uno de sus clientes, un sacerdote de Beneixida que acogía a personas migrantes. Una vez focalizado el sospechoso, el ADN hallado en los tirantes de la mochila y en unos auriculares encontrados dentro de la misma, y lo más importante, en la cintura de la víctima, confirmaron sin género de dudas que se trataba de esta persona.
La defensa sostenía que su cliente no estaba en España cuando se produjeron los hechos y que la descripción dada por la víctima no coincide con la de su patrocinado. Asimismo, argumentó que el acusado es tartamudo, como trató de hacer ver durante el juicio, y que ni la anciana ni los testigos refirieron esa característica en sus declaraciones. No obstante, la Audiencia Provincial argumenta que en las circunstancias en las que se produjo la agresión parece lógico que no tuvieran por qué percatarse de su tartamudez. Y descarta por completo la tesis de que fuera una tercera persona, portando la mochila del acusado, la que agredió a la anciana ante la explicación surrealista de cómo llegó ADN del procesado a la víctima. “Exigiría admitir un cúmulo de casualidades de casi imposible producción conjunta”, argumenta la sentencia.
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