“Volvimos a nacer pero la actuación del Imserso fue inhumana, nos dejaron desamparados”

Varios de los jubilados valencianos que viajaban en el autobús siniestrado en Murcia hace un mes relatan el “abandono, dejadez y desamparo” y las secuelas psicológicas

Antonio Portillo viajaba en el autobús junto a su mujer, la hermana de esta y su cuñado.

F. Calabuig

Burjassot

Un mes después de haber estado al borde de la muerte tras volcar el autobús en el que viajaba un grupo de 44 jubilados valencianos en un viaje del Instituto de Mayores y Servicios Sociales (Imserso), a la altura de la pedanía murciana de Cabezo de Torres, las secuelas psicológicas para los supervivientes del accidente, que se saldó con una veintena de heridos -cinco de ellos graves-, siguen muy presentes. “Me despierto por las noches escuchando el estallido de la rueda y sintiendo el olor a goma quemada”, confiesa Ana, una vecina de Burjassot de 65 años que resultó herida en el siniestro.

Su hermana Teresa, de 69 años, también sufrió fractura de pelvis y hasta ahora no había salido a la calle salvo para ir al médico. “Hemos vuelto a nacer, podíamos estar muertos”, remarca la superviviente. “Hasta ese día yo era muy escéptico con los milagros, pero es un milagro que no muriera nadie”, añade Antonio al tiempo que relata cómo se produjo el vuelco del autobús tras el reventón de un neumático. “La medianera lo frenó, si no con la calzada mojada seguramente habríamos caído por el terraplén”.

Los primeros días este hombre seguía viendo la imagen del conductor sujetándose el brazo ensangrentado y tanto él como su mujer están con terapia psicológica que ellos mismos han tenido que buscarse. “El maltrato inhumano del Imserso, que nos dejaron desamparados desde el primer momento, y no se han preocupado por nada, no tiene nombre”, critica Antonio, que quiere denunciar a través de Levante-EMV “el abandono, dejadez y desamparo” tanto por parte del Imserso como por la empresa de turismo social que tiene actualmente el concurso para organizar los viajes del organismo público.

“Psicológicamente estamos bastante tocados y nadie se ha preocupado por nosotros”, confiesa Antonio, de 66 años. Una de las cosas que más le duele a los afectados es que no se les facilitara un equipo de psicólogos “para que nos ayude a gestionar todo esto que nos ha pasado”. “Nos consolábamos los unos a los otros”, añade Carlos. Además de la “falta de humanidad” demostrada tras el siniestro.

“Me despierto por las noches escuchando el estallido de la rueda y sintiendo el olor a goma quemada”

La mañana del 18 de marzo, el autobús, de una subcontrata y que el día anterior había estado trasladando a falleras a la ofrenda, estaba previsto que saliera a las ocho de la mañana desde la estación de València. Salió una hora más tarde porque había tenido que parar a cambiar una rueda, según argumentó el conductor a los pasajeros -44 jubilados de localidades como Burjassot, Ontinyent, Massanassa, Llíria o Museros, así como vecinos de Castellar y Torrefiel-.

Se dirigían al municipio almeriense de Roquetas de Mar y tenían previsto hacer una parada a comer en Puerto Lumbreras. Lo primero que les llamó la atención es que en el autobús no fuera nadie de turismo social con ellos. Cuando ya de camino, a la altura de la provincia de Alicante, comenzó a llover, los pasajeros se percataron de que había goteras por unos daños que presentaba el vehículo en el techo de la parte trasera del conductor. Algo no iba bien.

Investigación de las causas

El atestado del accidente todavía no está cerrado y varios de los afectados se plantean emprender acciones legales para depurar responsabilidades. Una veintena de ellos los llevaron hasta Roquetas para seguir con sus vacaciones previstas, aunque no tenían el ánimo para mucha fiesta. Allí una empleada de turismo social, sin tacto ninguno, les dijo: “Los del autobús del accidente, que me ha dicho mi jefe que les regale una excursión”, pero especificando que la entrada a las cuevas de Nerja la tenían que pagar ellos, recuerdan lo que consideraron un “insulto” después de lo que habían pasado. “Van a hacer negocio y les daba igual que hubiéramos estado a punto de morir”, asegura indignada Ana. De hecho, tras calcular el importe de todas las excursiones, que obviamente no contrataron, ascendía a unos 1.400 euros.

“Han tenido un comportamiento de auténticos miserables”, remarca Antonio, aunque prefieren recordar y quedarse con aquellos que sí demostraron una gran profesionalidad y humanidad, la Guardia Civil, policías, bomberos y servicios médicos, cuya rápida actuación evitó males mayores. Eso sí, confiesan que a partir de ahora, para ellos se acabaron los viajes en autobús con el Imserso.

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