Juicio por el crimen de l'Eliana

"Vi a mi hermano caído en el suelo del salón y creía que se había resbalado; jamás te imaginas que sea un asesinato"

La hermana de Juan Ramón Climent, que fue detenida el mismo día del crimen y exonerada poco después, explica por qué se convirtió en sospechosa cuando solo quería "ayudar"

Comienza el juicio contra el acusado de acuchillar a su exsuegro en L'Eliana

Comienza el juicio contra el acusado de acuchillar a su exsuegro en L'Eliana / Teresa Domínguez

Teresa Domínguez

Teresa Domínguez

València

"Sobre las ocho de la tarde del 11 de noviembre de 2021, entré en la casa principal por la puerta de la cocina. Iba a ponerle la cena a mi madre, que tenía 93 años. A esa hora siempre estaba con mi hermano en el salón, viendo la tele. Le daba la cena cada día a la misma hora, por la glucosa y por la medicación. Me extrañó no escuchar la tele. Fui al salón y me asomé, y entonces me encontré con el horror más grande del mundo". Así describe C. el descubrimiento del cadáver de su hermano Juan Ramón Climent Viguer, "caído bocabajo, al pie de su butaca, con mi madre, enferma ya entonces de demencia senil, en el butacón de al lado, sin poder ni siquiera hablar".

Lo hace en la segunda sesión del juicio contra Sergio A. L., exnovio de la hija de la víctima, acusado de dar muerte de 22 cuchilladas con un puñal deshuesador de 11 centímetros de hoja al padre de la que había sido su novia durante casi dos años, en el chalé familia, en l'Eliana, del que ha venido informando Levante-EMV. Su testimonio era uno de los más esperados, tanto por las acusaciones -la pública, que ejerce el fiscal, y las particulares que ejercen los penalistas Mónica González Crespo y Sumner Biel, en nombre de la hija del fallecido, P., y de la hermana, C.- como por la defensa, que lleva la letrada Ana María Mejías. La razón, simple: C. fue la primera persona detenida por la Guardia Civil como responsable de ese homicidio, pero fue totalmente exonerada tres días después, justo el día que arrestaron al presunto autor, Sergio A. L.

"Le puse un almohadón para que respirase"

La decisión de detenerla fue tomada a partir de una serie de indicios que la señalaban: en su ropa fueron halladas manchas de sangre de salpicaduras en proyección, tardó 25 minutos en comunicar el hallazgo de su hermano muerto, vivía en la misma parcela, en un chalé más pequeño a diez metros de la casa principal y había protagonizado un conflicto familiar con denuncia por medio con Juan, la víctima.

Aunque la defensa ya trató desde el primer día del juicio, este lunes, de introducir en los miembros del jurado la duda de si el crimen lo cometió ella o Sergio, intentos que luego se han repetido en los interrogatorios de los testigos y que el magistrado presidente ha frenado en seco, C. dejó ayer claro que todos esos indicios tenían una explicación. A preguntas del fiscal, contó que, cuando vio a su hermano, inerte, caído en el salón, pensó que "mi hermano se había resbalado y se había dado con la chimenea, que tiene como un estante. Nunca en mi vida pensé que lo hubieran asesinado. Es verdad que contaminé lo que llaman la escena del crimen", confiesa, con la voz rota. C. no solo tocó el cadáver y lo movió, sino que además lo levantó para ponerle "un almohadón, para que no se atragantara, porque estaba con la cara hacia el suelo; era para que respirase, ya estaba muerto, pero yo no me daba cuenta. Jamás pensé que lo hubieran matado. Entras al comedor de tu casa y no te imaginas que a un familiar tuyo lo han matado", expone.

Esa, la manipulación del cuerpo, fue la vía por la que la sangre llegó a las perneras de su pantalón. Y también la explicación parcial a la tardanza en alertar. Su estado de shock absoluto, corroborado por tres policías locales ayer ante el tribunal -los dos de l'Eliana que acudieron porque estaban de servicio y uno de València, vecino de la víctima, a quien C. recurrió en busca de ayuda-, la llevaron a tratar de "ayudar" a su hermano, primero, y de ir en busca de auxilio, después.

"Era sordo y estaba de espaldas: no escuchó a ese asesino"

Pero antes pasó por su casa para coger su teléfono, "que no funcionaba" y con el que debió regresar al salón donde yacía su hermano, porque fue allí donde lo encontró más tarde la Guardia Civil. Y mientras, fue dejando rastros de sangre por todos esos puntos. Cuando ya fue consciente de que no podía llamar a nadie y de que su hermano no respondía, salió a la calle y llamó al timbre de su vecino policía: "Le ha pasado algo a mi hermano". Solo después, cuando ambos estaban dentro, fueron conscientes de que la víctima había sido acuchillada. Fue cuando ella le levantó la camiseta y vio las heridas.

"Mi hermano estaba sordo, no oía casi nada. Con la tele puesta, sentado de cara a ella y de espaldas a la puerta, no escuchó entrar a ese asesino", señala a Sergio A. L. desde detrás del biombo que la protege mientras declara. "Yo creo que debió matarlo enseguida. Si hubiera gritado, yo lo habría escuchado, a pesar de tener las persianas bajadas. Pero no vi ni oí nada...", se quiebra en un sollozo. Hoy será el turno de los agentes del grupo de Homicidios, que contarán el giro de la investigación cuando, el cuchillo que encontraron ese día en el fregadero, les dijo que la huella en su filo pertenecía a Sergio A. L. El ADN, que llegó mucho más tarde, corroboró lo mismo. Para entonces, C. había sido totalmente exonerada y el exnovio de la hija de la víctima llevaba meses en prisión por el asesinato de su exsuegro.

Tracking Pixel Contents