Un asesinato de 22 cuchilladas en 7 minutos: así cree la Guardia Civil que fue el crimen de l'Eliana
Cuatro cámaras captaron al acusado Sergio A. L. recorriendo, a la ida y a a venida, los dos kilómetros entre su casa y la de la víctima, padre de su exnovia

Sergio A. L., el día que fue llevado ante el juez de Llíria por el asesinato de su exsuegro. / José Manuel López

Un asesinato rápido y certero: 22 cuchilladas en menos de siete minutos. Ese es el tiempo que la Guardia Civil estima que estuvo Sergio A. L. en casa de su víctima, Juan Ramón Climent Viguer, durante el cual entró por la puerta de la cocina, que sabía abierta, le acuchilló hasta en 22 ocasiones en el tórax, la cara y las piernas tras sorprenderlo de espaldas y semitumbado en un butacón mientras veía la tele (además, tenía una sordera casi total), primero en el sillón y, cuando se levantó y se cayó, lo remató en el suelo, para después ir a la cocina, enjuagar ligeramente con agua el cuchillo en el que dejaría su ADN mezclado con sangre de la víctima y su huella dactilar y volver a irse por donde había venido con una única testigo que sabía ineficiente como tal: la madre de Juan y abuela de su exnovia, de 93 años y con un gravísimo deterioro cognitivo derivado de la demencia senil que ya sufría entonces, el 11 de noviembre de 2021, por lo que jamás ha podido testificar.
Es el resumen de las declaraciones prestadas ayer por agentes del grupo de Homicidios de la Guardia Civil, con su jefe a la cabeza, quien desgranó momento a momento cómo fue el asesinato, y del laboratorio de Criminalística de la Comandancia de València en la tercera sesión del juicio con jurado que se sigue contra Sergio A.L., hoy de 27 años, por ese crimen, cometido, según las acusaciones particulares, por su ánimo de vengarse o causar daño a la que había sido su novia hasta ocho meses antes del asesinato y durante dos años, P., la única hija de la víctima.
El momento exacto del crimen ha podido ser establecido, entre otras evidencias, gracias a las grabaciones de las cámaras de seguridad. En total, fueron cuatro las analizadas por uno de los agentes de Homicidios, quien explicó, con todo lujo de detalles, de pie y señalando los fotogramas en el monitor de la sala, cómo esas cámaras -tres de tráfico y otra más de una casa particular- captaron a Sergio caminando, primero, desde su casa hasta el chalé de la víctima, en la plazoleta Rincón de Loix de la urbanización Hendaya de l'Eliana, y después, deshaciendo el camino.
El recorrido letal: 50 minutos
En total, 50 minutos. Para la ida empleó 25 minutos, exactamente el tiempo que estima Google Maps que se tarda en recorrer esos 2,1 kilómetros; a la vuelta tenía más prisa: realizó el recorrido en solo 18. La última imagen es de las 19.13 horas. Los siete minutos restantes hasta 50 son los que empleó, cree la Guardia Civil, en entrar en el chalé, que tenía las puertas siembre abiertas durante el día, perpetrar el crimen, lavarse las manos y enjuagar el cuchillo, coger el móvil de Juan Ramón (nunca ha aparecido) e irse.
¿Es la única prueba de su presencia en la casa? No. De hecho, es un indicio, porque ninguna cámara le graba entrando o saliendo de la casa. Pero hay más factores en su contra: del análisis de su teléfono, detalló otro de los agentes de Homicidios, se desprende que esa tarde, en el tramo horario en que fue captado por las cámaras -la coincidencia temporal encaja de manera casi perfecta-, se desplazó entre su casa y la de su víctima.
Su móvil que destruyó más tarde estrellándolo contra el suelo enun arranque de ira, confesaría después, dejó de conectarse esa tarde a la antena que da cobertura a su casa y fue saltando de torre en torre hasta quedarse fijo en la que da servicio telefónico al área residencial de la víctima. Allí, se conectó hasta en ocho ocasiones a esa antena, la más alejada de su casa de todas las que activó: esas ocho conexiones denotan que permaneció quieto en esa área, la del chalé de Juan, durante esos pocos minutos.
Además, la Guardia Civil recuperó la cronología de Google Maps del teléfono de la víctima duplicando su SIM, ya que el terminal nunca apareció. Así supieron que el teléfono de Juan empezó a moverse a las 18.56 y que tres minutos después, a las 18.59, se quedó quieto, estático, en el mismo posicionamiento hasta que se le acabó la batería al día siguiente: a unos 300 de metros de su casa. Justo donde confesó que lo había tirado en la huida.
Y esa hora, las 18.59, es precisamente coincidente con los momentos en que las cámaras captan a Sergio en el camino de vuelta a casa, imágenes en las que es perfectamente reconocible, ya que esas grabaciones son de cara por el sentido de la marcha. El acompasamiento de todas las evidencias es clarificador.

Sergio A. L., el primer día del juicio con jurado en el que se le juzga por matar a su exsuegro en l'Eliana. / Teresa Domínguez
La confesión: datos que solo conocía el autor
Aunque en la sesión del miércoles el magistrado prohibió expresamente que los investigadores explicaran la confesión espontánea de Sergio A. L. tras su detención, sí quedó patente que la valía de esa declaración reside en que aportó datos que solo el autor del crimen podía conocer; y que todos ellos fueron corroborados con las pruebas halladas después, desde las grabaciones de las cámaras, a los datos telefónicos de conexiones a antenas o el recorrido del móvil de la víctima (Sergio contó que lo tiró a una alcantarilla en la calle, en el camino de regreso a su casa), las zapatillas rojas que calzaba esa noche (en las imágenes de las cámaras son totalmente identificables) o detalles del momento del crimen como que la abuela lo miraba mientras estaba sentada en el sillón.
Y, sobre todo, la prueba estrella: el arma homicida. Sergio confesó tras su detención que una vez perpetrado el crimen, fue a la cocina (conocía la casa perfectamente de las muchas noches y días que pasó en ella durante su noviazgo con P.), lo enjuagó en el seno del fregadero y lo dejó sobre el escurridor lateral de acero inoxidable. Y fue exactamente allí donde lo encontrarían los primeros policías locales que entraron en la casa tras la alerta al 112.
Ese cuchillo, de cuyo análisis darán cuenta hoy los agentes que lo examinaron, contenía dos pruebas determinantes contra el acusado: su huella dactilar y su ADN; en mezcla con sangre de la víctima. Y un detalle más: el arma era un cuchillo deshuesador, de 11 centímetros de hoja, hermano del jamonero que había en la balda imantada de la cocina del domicilio de Sergio. "Eran idénticos", remachó ayer otro de los agentes de Homicidios a preguntas del fiscal, "con mango negro y tres remaches metálicos". La Guardia Civil lo tiene claro: "Pensamos que lo cogió de casa para desplazarse a cometer el homicidio".
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