El juicio por el crimen de Dani Menjíbar, el joven de 31 años golpeado y acuchillado por un grupo de entre cuatro y cinco personas en Torrent en julio de 2020, avanza y las pruebas testificales están desmontando poco a poco la versión que dieron los acusados sobre su participación en el homicidio. Hasta siete testigos, entre trabajadores y clientes de los dos locales del centro comercial Las Américas en los que estuvieron esa noche los identifican como miembros del grupo que corría tras la víctima. Incluso alguno de ellos asegura que vio cómo le golpeaban a la altura de las escaleras, pese a que no llegó a ver las navajas.

No obstante, las defensas se amparan en que los distintos testimonios no llegan a concretar el número exacto de personas que participan activamente en el crimen y hay un testigo que insiste en que uno se mantuvo al margen de la pelea, aunque sin poder aclarar si se trata o no de uno de los dos acusados. Es en esta situación donde cobra importancia la figura del quinto amigo que iba junto a los cuatro acusados - los dos juzgados ahora por un jurado popular y los dos menores pendientes todavía de sentencia -, que no figura en la causa como investigado y que se encuentra en busca y captura por otras cuestiones.

Este joven, menor de edad también cuando ocurrieron los hechos, aparece en la fotografía tomada esa noche por los propios procesados y que ha sido mostrada al jurado durante la vista oral en varias ocasiones, los acusados reconocen que estaban de fiesta los cinco pero ninguno aclara en qué momento desapareció ni por qué este sospechoso.

Esta circunstancia, unido al hecho de que la huella parcial hallada en la navaja en la que se encontró ADN del fallecido no corresponda a ninguno de los acusados, deja la puerta abierta a esa duda razonable que tratan de hacer valer las defensas sobre el autor material del crimen. Esa pieza que falta permite sembrar la duda respecto al quinto que se mantuvo al margen de la pelea, según apunta un único testigo.

En todo caso, aunque ese quinto amigo fuera el autor material de las cuchilladas o bien el que supuestamente se mantuvo al margen de la agresión, la Fiscalía y la acusación particular consideran a los dos acusados coautores del crimen, ya que con su mera presencia, sujetando, golpeando a la víctima o bien amedrentándola, habrían garantizado la comisión del hecho delictivo aunque no sean los autores materiales de la cuchillada mortal en el corazón. Por ello solicita la fiscal quince años de cárcel por homicidio y treinta años la acusación por asesinato y el robo con violencia del reloj de la víctima.

De hecho, el visionado en el juicio de las cámaras de seguridad ha permitido ver claramente que Daniel portaba dicho reloj antes de su muerte. Otro de los aspectos que reflejan dichas grabaciones es que tres los jóvenes salen antes del pub y dos minutos después los otros dos, entre ellos uno de los acusados, lo cual coincide con lo manifestado por éste. Esto tendría relevancia de no ser porque transcurre más de media hora hasta que se produce el crimen, tiempo más que suficiente para que los cinco estuvieran de nuevo juntos.

Un testigo al que le mostraron las navajas

Otro testimonio que desmonta la versión de que los acusados fueran armados o al menos que desconocían que sus amigos portaran navajas es el de un conocido al que le mostraron las mismas esa noche antes de producirse la pelea. Dicho testigo declaró en instrucción que vio dos navajas y también cómo los acusados corrían tras la víctima como si fuera una "cacería". Aunque en el juicio ha modificado sustancialmente su declaración, sí que reconoce que al menos vio una de las navajas, sin concretar quién de todos la portaba.