Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Patrimonio

Humedades en la Basílica restaurada

El tambor presenta manchas blancas que evidencian filtraciones de agua diez años después de que finalizara su rehabilitación

Una asociación alerta de las humedades y el riesgo que conllevan. luis doubert

Algo le pasa a la Basílica de la Virgen. El tambor que sujeta la cúpula presenta unas manchas blancas, fruto de la afloración de sales al exterior debido a una entrada de agua. Las humedades son evidentes y se distribuyen por todo el perímetro, aunque son más visibles en la parte del edificio que recae en la plaza de l'Almoina. Desde la plataforma cívica Paco Leandro se percataron de la aparición de las humedades y se preguntan cómo es posible que esto ocurra diez años después de que concluyera la restauración de la cúpula, incluido el tambor y la linterna. Por ello, piden una investigación que aclare a qué se deben las filtraciones para poder solucionarlas. Luego vendrá la depuración de responsabilidades.

«El patrimonio de los valencianos está en juego. La Basílica ya ha sufrido demasiados agravios», aseguran, mientras señalan el polémico toldo colocado sobre el tejado del templo que el ayuntamiento aún no puede desplegar por la negativa de la finca situada enfrente de la Basílica. Los calificativos de la plataforma cívica sobre el toldo son innumerables, pero ahora tienen la mirada fija en otro punto: la cúpula y los daños que presenta el tambor. «Nos mostramos muy sorprendidos porque parece increíble que nadie haya reparado en una patología que es evidente a simple vista», aseguran desde la entidad.

Y es que la restauración realizada en la cúpula —las obras se dieron por concluidas en junio de 2004, con el descubrimiento de la bóveda y de los frescos de Palomino— incluyeron la supresión de la teja en todo el anillo que rodea la cúpula. En su lugar, ahora hay baldosas de barro. Eso sí, la modificación solo se aprecia cuando se alcanza una visión de la cúpula desde arriba.

Expertos consultados por este diario aseguran que la sustitución de la teja por las baldosas ha supuesto, además, la supresión del voladizo que protegía el tambor y apuntaron a que esta actuación podría haber ocasionado las humedades. «La cúpula de la Basílica tenía una teja vidriada que llegaba hasta el alero y expulsaba el agua. Por ello, al eliminar la teja, el agua cae al ladrillo, plano, que absorbe la humedad. Ahí está el problema. Cuando el agua baja ya no hay teja que ayude a su expulsión y en su lugar hay un ladrillo poroso. Por eso, con el tiempo, aparecen las humedades. Ese es el error», explica el historiador del arte, Joan Gavara.

En origen, ¿con o sin teja?

La pregunta, entonces, es evidente. ¿Por qué se sustituyó la teja existente en la cúpula por ladrillo? La repuesta la tiene el arquitecto responsable de la restauración de esta parte de la Basílica, Ignacio Bosch. «Porque así era la Basílica de la Virgen cuando se construyó en el siglo XVII», afirma el arquitecto tras defender que el objetivo del proyecto —avalado y con el visto bueno de todas las instituciones implicadas en la restauración, que no fueron pocas— fue «devolverle al edificio su estado original». «El objetivo era restituir el pavimento original y la Basílica, en el siglo XVII, mostraba este aspecto. Por eso sustituimos las tejas por el pavimento original y donde ya no quedaba nada colocamos baldosas nuevas. Es decir, la cúpula era autónoma y no tenía continuidad de teja. Y quisimos recuperar este concepto para mantener su terminación original. Luego, durante diversas épocas, sí es cierto que la teja tuvo varias modificaciones», explica Bosch.

La polémica está servida. Y es que Gavara defiende la construcción de la Basílica «con teja en toda la cúpula, vamos, como cualquier cúpula valenciana de la época. Y eso está documentado». Eso sí, al igual que el arquitecto Ignacio Bosch, el historiador del arte aseguró que, durante más de tres siglos de historia, «la cúpula ha sufrido modificaciones en las tejas vidriadas y hubo épocas donde la cúpula presentó un aspecto como el que muestra ahora tras la restauración».

Ahora bien, independientemente de la imagen que presentara la Basílica en su construcción primigenia el arquitecto que llevó a cabo la restauración niega tajantemente que exista una causa-efecto entre la colocación de las baldosas y las humedades que muestra el tambor.

«Las humedades no han aparecido por la colocación de las baldosas. Es imposible. Empleamos ladrillo de barro, hidrofugado y colocado con juntas de testa, es decir, mínimas. Además, realizamos las suficientes pruebas para evitar filtración alguna de agua», explica el arquitecto, tras señalar que la supresión de la teja en el anillo de la cúpula «no afecta en nada a las correntías de agua porque la cúpula tiene su voladizo (de unos 10 centímetros sobre la cornisa del tambor) y tiene una pendiente más que suficiente».

Por ello, Bosch asegura que las humedades aparecidas en la Basílica podrían responder «a la rotura de una de las tejas o de las baldosas». «Yo me encargue de la obra hasta el año 2003 y luego ha habido una continuidad en la restauración, pero a manos de otros equipos. También se ha actuado sobre el tejado para la sustitución del nuevo toldo... Es decir, puede haber tejas o baldosas rotas por actuaciones que nada tiene que ver con el proyecto del que fui responsable».

Ahora bien, sobre las medidas que se deben adoptar ahora, Ignacio Bosch lo tiene más que claro: averiguar por donde entra el agua, reparar la zona, dejar que se seque bien y eliminar las sales desde el exterior, algo que se puede realizar con diferentes sistemas. Eso sí, las humedades se distribuyen por todo el tambor. Las manchas blancas aparecen en la parte superior, inferior y central de todo el cilindro.

Para Joan Gavara, sin embargo, la solución pasaría por «hacer la cúpula como toca, es decir, colocando la teja vidriada hasta el alero. Y luego impermeabilizar, por supuesto».

Desde la plataforma cívica Paco Leandro se llevan las manos a la cabeza. «Lo que ocurre es muy grave. La cúpula parece ahora el suelo de una azotea. Aquí hay dos problemas: uno es estético-histórico pero el otro, el de las humedades, afecta a un edificio que parece olvidado por quien debe asegurarse de su conservación, cuidado y futuro. Y sin embargo, tiene humedades evidentes y todos callan».

Compartir el artículo

stats