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Historia

Cuando la montaña se tragó un pueblo

El derrumbe que aísla a Cortes rescata de la memoria la caída de más de 20 toneladas de rocas sobre Marines en 1957 en la que murieron 6 personas y obligó a trasladar el municipio

Cuando la montaña se tragó un pueblo

Otra montaña que se viene abajo cambiando la vida de un pueblo, también tras un episodio de intensas lluvias, y con la sospecha de que la acción de la mano del hombre haya influido en la inestabilidad de la ladera... El derrumbe que desde el 6 abril corta la única carretera de acceso a Cortes de Pallás, obligando a dar un rodeo de dos horas en coche por pistas forestales, ha rescatado de la memoria la tragedia que vivió Marines en la riuà de 1957 cuando la montaña engulló este municipio del Camp de Túria. Seis vecinos murieron bajo las rocas, entre ellos una niña de cinco años, y las autoridades franquistas, ante el riesgo de nuevos deslizamientos, ordenaron el «urgente» traslado del pueblo. Evacuación que, sin embargo, tardó 10 años en llegar.

La vida en Marines se paró a las 11.30 horas de la mañana del lunes 14 de octubre de 1957, ese fue el instante en el que se detuvieron las manecillas del reloj de una de las víctimas. Dos horas antes de que la segunda y más letal avenida con la que el Túria azotó Valencia ese día, sumergiendo la mayor parte de la ciudad bajo las aguas, la muerte ya afilaba su guadaña en la ladera del monte Rodeno. Después de alrededor de ocho días de intensas precipitaciones, más de 20 toneladas de rocas de dicha montaña se deslizaron ladera abajo arrasando unas 30 casas de un municipio que entonces contaba con 676 vecinos.

La alcaldesa de Marines, la socialista Dolores Celda, reconoce que entre sus convecinos es difícil ver las imágenes del derrumbe de Cortes y no pensar en la tragedia de hace 58 años, «aunque como el deslizamiento ha sido en la carretera y no el casco urbano, la gente no lo asemeja».

Quisieron llevarlos a Andalucía

Hasta el 12 de octubre de 1967, cuando faltaban dos días para cumplirse una década de la tragedia, la población no fue reinstalada en el nuevo pueblo construido por el Instituto Nacional de Colonización (INC) en la partida de la Maimona de Llíria, junto a la carretera que une la capital del Camp de Túria con Olocau. Celda recuerda que aquellos 10 años fueron «muy duros». El temor a nuevos deslizamientos hizo que unas 500 personas, casi tres de cuatro vecinos, decidieran «emigrar a Valencia o a pueblos como Bétera, Moncada o Llíria, en busca de trabajo y una vida más segura» mientras la promesa del nuevo pueblo llegaba.

Los que se quedaron no lo tuvieron nada fácil, pues como iban a ser trasladados no recibieron ni una peseta para reparar las casas. Además el INC quería llevarse el pueblo en bloque a las tierras de nuevos regadíos que estaba transformando en Andalucía, una opción que desestimó porque «la gente no se quería ir», apunta Celda.

Los vecinos del nuevo Marines podían optar a una casa de labranza, cuya modalidad tipo eran 90 m2 construidos en una parcela de 300 m2 que incluía corral y granero, junto a dos parcelas de regadío que sumaban menos de ocho hanegadas: una de ellas de mandarinas satsumas y la otra de huerta. Para ello tenían que suscribir un préstamo a 40 años por el que debían desembolsar 10.000 pesetas anuales. «Al principio hubo vecinos que lo pasaron muy mal a la hora de hacer frente a los pagos», relata Celda.

Casas malvendidas

Tras el traslado, sólo una familia se quedó en el antiguo asentamiento, que ese mismo 1967 se dio de baja como zona urbana. El Gobierno no había expropiado las viviendas, pero ante la necesidad responder al crédito muchos «vendieron por cuatro perras sus casas, porque pensaban que iban a demoler el pueblo», cuenta la alcaldesa. Entre los compradores, había mucha gente de Valencia que las rehabilitó como segunda residencia.

A finales de los años 70, la Diputación de Valencia construyó un dique de contención de bloques de hormigón para asegurar la ladera del Rodeno y a principios de los 80 el todavía Gobierno Civil dio otra vez de alta el antiguo pueblo, ordenando que se volvieran a dar cédulas de habitabilidad. Por ello Marines es el único municipio de España con dos cascos urbanos, uno a 9 kilómetros de distancia del otro. Hoy cuenta con unos 1.900 habitantes, 30 de los cuales, la mayoría jubilados, viven todo el año en el viejo Marines, núcleo que en los meses estivales atrae a un millar de veraneantes.

La alcaldesa cuenta que pese a que ya han pasado casi seis décadas de aquel fatídico día en el que el monte se tragó el pueblo, «el miedo a nuevos desprendimientos siempre existe». «No olvidemos que el antiguo casco urbano está en la ladera de una montaña arcillosa con mucha piedra de rodeno y, por tanto, hay inestabilidad». Por ello, reclama a la unidad de riesgos geológicos de la diputación que revise los diques de contención.

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