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Turismo

Mala mar para los cruceros de Valencia

El desplazamiento de las navieras a mercados emergentes y problemas domésticos como las infraestructuras o la delincuencia han hecho que la ciudad pierda parte de su atractivo

Mala mar para los cruceros de Valencia

A lo largo del siglo XX, la ciudad de Valencia era completamente ajena al fenómeno de los cruceros. Sus vecinos conservaban el mito del Titánic casi como la única referencia de este mundo de fantasía. Celebraban como la llegada de Mister Marshall el atraque de uno de estos gigantes del mar. Pero la primera década de este siglo XXI lo cambio todo. Emergió la Ciudad de las Artes y las Ciencias y con el empuje mediático de los grandes eventos (Copa del América y Fórmula 1) la ciudad se dio a conocer en el mundo, tanto por lo nuevo como por lo viejo, lo que supuso un viraje de 180 grados en lo que al turismo se refiere.

A esa ola se subió también el turismo de cruceros. Y se subió con fuerza, de tal manera que Valencia llegó a ser una de las ciudades de Europa que más crecía en este sentido. Si en el año 2000 a Valencia no llegaron más de 10.219 cruceristas (lo que caben en tres grandes barcos de ahora), en el año 2005 esa cifra se multiplicó por diez y en 2012 llegó a su cima: se alcanzó el medio millón de visitantes, lo que colocaba a Valencia como la quinta ciudad de España en este campo.

Ni siquiera la crisis que sufría el país desde 2008 y la contención de movimientos en toda Europa impidieron ese crecimiento. Pero después aquello, las cifras han empezado a bajar incluso en contra de las previsiones oficiales.

El año pasado la cifra cayó hasta los 367.129 viajeros, un treinta por ciento menos, apuntándose en esta ocasión un récord negativo. Y no es un problema similar en todos los puertos, porque otros como Barcelona sufren menos y Málaga y Cádiz se han puesto por delante.

¿Qué ha pasado entonces para que se produzca esta crisis? Oficialmente el problema reside en la reestructuración de las grandes compañías de cruceros y la retirada de embarcaciones a otros mercados, una revolución del sector que tiene su origen en la crisis económica y que habría perjudicado a puertos poco consolidados como el de Valencia.

Según ha explicado Turismo Valencia, fundación encargada de la gestión del sector en la ciudad, la buena relación calidad-precio de los cruceros ha hecho que la demanda aguante en nivel óptimos incluso durante la crisis, pero finalmente la persistencia de los problemas económicos en Europa ha terminado haciendo mella.

Paralelamente, economías emergentes en regiones de Sudamérica-Caribe y Asia ofrecen alternativas de negocio muy interesantes para las navieras, de forma que han trasladado sus barcos a estas zonas del mundo en detrimento del Mediterráneo.

Quejas a pie de calle

Pero hay más. Los colectivos que trabajan a pie de calle con los cruceristas, como los comerciantes o los guías turísticos, hablan de otros problemas. Estos últimos en concreto citan las paradas de las lanzaderas, el elevado coste de los atraques, la delincuencia o el precio de algunos servicios, por no hablar de problemas puntuales de malos olores o disgustos con los taxistas.

Respecto a las paradas, aseguran que la de Pintor López es insuficiente y alejada de los monumentos y las tiendas, mientras que la de la Lonja genera aglomeraciones y molestias al tráfico. Habilitar otras «estaciones» en las calles Xàtiva, Hospital o la Plaza de Tetuán sería una posible solución.

La delincuencia es otro problema. Según dicen, abundan los carteristas y los robos al descuido, con el agravante de que no hay tiempo para denunciar y el problema pasa de largo por las estadísticas oficiales. Se conoce el problema por las quejas que hacen a los propios profesionales, por los comentarios en las redes sociales y por las encuestas de los barcos.

Y de los servicios, más de lo mismo. La Autoridad Portuaria, dicen, cobra tasas elevadas y también resultan caros servicios como los amarres o, ya en la ciudad, las entradas de los museos.

Todo eso es lo que a las compañías no les sale a cuenta. La relación beneficio-satisfacción no es la que esperaban o al menos no es la que ofrecen otros mercados.

Es urgente, pues, ponerse a trabajar en este campo para mejorar la imagen y ganar en competitividad. La anterior alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, después de conocer las malas notas del verano pasado, anunció la creación de una mesa de trabajo con todos los sectores implicados para analizar la situación y tratar de paliar el problema. Pero esa mesa no llegó a echar andar. Lo que sí se echó encima fueron las elecciones municipales y un cambio de Gobierno, que será el que ahora, con los crudos datos encima de la mesa, se ponga a trabajar.

El primer teniente de alcalde y responsable de Turismo, el socialista Joan Calabuig, ya ha anunciado medidas urgentes para mejorar la imagen de la ciudad ante sus visitantes, centrándose, sobre todo, en la delincuencia „planes de prevención en los puntos calientes„ y en la limpieza del casco histórico, sobre todo en el entorno del Mercado Central. Y prepara también una nueva estrategia turística para el cuatrienio 2016-2020, en la que los cruceros, junto con el turismo cultural, deben tener un papel dominante.

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