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Decenas de puntos negros

La titánica lucha vecinal contra el microbotellón

Las asociacinoes de vecinos se sienten impotentes y piden al nuevo equipo de gobierno municipal que ponga fin a las noches de insomnio, ruidos y suciedad

Cuando hace unos años la ex alcaldesa Rita Barberá consiguió acabar con los macrobotellones universitarios, que de jueves a sábado inundaban Tarongers, no acertó a calcular las consecuencias. Acabar con el consumo de alcohol en las dependencias de la Universitat de Valencia no puso fin al fenómeno del botellón. Más bien lo dispersó en una treintena de puntos de la ciudad que, aunque al ser más pequeños, son «menos notorios» pero acaban repartiendo por toda ciudad la suciedad, el ruido, la conflictividad y las molestias vecinales. La victoria de Barberá contra el fenómeno del botellón fue engañosa. Esa, al menos, es la conclusión a la que han llegado las asociaciones de vecinos que de unos años a esta parte se ven obligadas a cargar con la losa de un botellón que incluso la propia Barberá reconoció como «incontrolable».

El barrio de Russafa, la Gran Vía Ramón y Cajal, la Cruz Cubierta y el Bulevar Sur, el entorno de la Ciudad de la Justicia, el final de la Avenida del Puerto, el entorno de Mestalla, la Plaza de Benimaclet, la del Cedro, la de Honduras, la Marina Real o el Paseo Marítimo son solo algunos de los múltiples epicentros donde de jueves a sábado, como mínimo, los jóvenes beben, ensucian, orinan y montan escándalo y fiesta a partes iguales para desgracia de unos vecinos que se sienten indefensos. El denominador común es la presencia cercana de una discoteca y el diagnóstico compartido: la escasa presencia policial y la falta de empeño por hacer cumplir las ordenanzas municipales.

PASEO MARÍTIMO

En los meses de verano se llevan la peor parte

El verano es la peor época del año para la zona comprendida entre la Marina Real y la Malva-rosa. Los jueves es el día de la semana en el que durante el invierno se concentra más gente, pero en esta época del año una de las discotecas de la zona abre todos los días de la semana con lo que, hasta en lunes, los vecinos tienen que sufrir el botellón. Ana Civera, presidenta de la Asociación de Vecinos de la Malvarrosa, explica que «el jaleo de los coches y que la gente se orine en los portales» se convierten en algo mucho más incómodo en una zona con edificios de pocas plantas como los de este bario. La presencia policial en la zona ha aumentado con el cambio de gobierno local, reconoce Civera, porque antes, al ser epicentro del Pepri del Cabanyal «el ayuntamiento nos tenía abandonados».

RUSSAFA

El botellón se suma al ruido provocado por las terrazas

«Son grupos muy pequeños, de siete u ocho personas, que están esparcidos por cada esquina del barrio». Así resume Giuseppe Donani, presidente de la asociación de vecinos, la fotografía del botellón en el barrio de moda. «La gente que viene aquí no entiende que los vecinos trabajamos al día siguiente y no nos gusta encontrarnos por la mañana todo sucio», denuncia el presidente de los vecinos.

El problema del botellón en esta zona se suma a la «incomodidad» que generan las numerosas terrazas del barrio por lo que la situación se vuelve «insoportable», según Donani. «Es importante que el ayuntamiento empiece a hacer cumplir las ordenanzas, tanto en materia de botellón como de horas de cierre de las terrazas», denuncia el presidente de los vecinos, que lamenta que la estampa que se deja en enclaves como el Mercado de Russafa sea «lamentable» un viernes o un sábado por la mañana. Por eso, exige una mayor presencia policial y un esfuerzo de concienciación y empatía para «comprender el enfado de la persona que trabaja pero pasa toda la noche oyendo ruidos y al día siguiente al salir de casa ve que todo da pena».

BENIMACLET

No solo los universitarios protagonizan la fiesta

El botellón en esta zona, que se concentra en la Plaza de Benimaclet, no es solo cosa del fin de semana. O al menos eso denuncian desde su asociación de vecinos. «El de aquí no es un botellón peligroso porque es pequeño pero sí molesto», explica Antonio Pérez, presidente de los vecinos del barrio, porque la gente acude «con perros y guitarras» sin pensar en el descanso de los vecinos. La fiesta dura hasta las cuatro y media de la mañana «como pronto» pero no está protagonizada solo por universitarios: «Lo pagan todo ellos pero aquí viene también mucha gente mayor que al cerrar los pubs se acercan aquí».

EL CEDRO

El vallado de la plaza ha mejorado su situación

En el barrio de Ciudad Jardín, el botellón se concentra en dos plazas vecinas: el Cedro y Honduras. Ambas son un foco de ocio y restauración nocturnos que traen consigo el fenómeno del botellón. Para tratar de ponerle límite, y hartos de no poder descansar y despertar llenos de suciedad, los vecinos de la zona impulsaron hace unos meses que la plaza se cerrase mediante una valla por la noche para impedir así el acceso a los jóvenes que hacían botellón en los bancos del recinto ajardinado. «Ahora ha disminuido lo que era el macrobotellón pero se ha esparcido por distintas calles del barrio», explica Andrés Palop,vicepresidente de la Asociación de Vecinos de Ciudad Jardín.

El vallado ha tenido por tanto un efecto positivo porque, aunque no lo erradicó„ los vecinos no esperaban llegar a eso„ ha relajado la situación. Eso sí, les sigue preocupando «el legítimo derecho al descanso de los vecinos» por lo que ya han pedido al consistorio que se ponga manos a la obra para tratar de hallar una solución a este conflicto, que pasaría en buena medida por garantizar que los locales de ocio cumplan los horarios de cierre. La última vía para ellos, y a la que esperan no tener que llegar, es solicitar el reconocimiento del barrio como Zona Acústicamente Saturada (ZAS).

CRUZ CUBIERTA

«Dormir con las ventanas abiertas es imposible»

En la zona del Bulevar Sur los vecinos del barrio ya han protagonizado algunas movilizaciones para denunciar el problema del botellón. «La Policía nos hace algo más de caso ahora tras las quejas», explica Rodolfo Izquierdo, presidente de la asociación de vecinos, pero dormir con las ventanas abiertas durante el fin de semana sigue siendo imposible para los vecinos si debajo se acumulan jóvenes y alcohol. Pero Izquierdo advierte de que el verdadero problema viene al día siguiente con los «desperfectos» que el botellón provoca: botellas, vasos, bolsas y restos orgánicos entre otros.

EL GRAO

«Es peor el remedio que la enfermedad»

«Todo han sido promesas pero aquí nadie hace nada». Así resume Jesús Vicente, presidente de la Asociación de Vecinos de El Grao-Port su batalla para acabar con el botellón que les genera una conocida discoteca del barrio. Los vecinos están «asqueados» ya porque no pueden hacer nada. Cuando han decidido «tomarse la justicia por su mano» y chillar algo a la gente que hace botellón o incluso tirar agua, lejos de disuadir, el problema solo se ha agravado: «Es peor el remedio que la enfermedad porque les llaman a los timbres y les hacen de todo», lamenta Vicente.

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